martes, 13 de septiembre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (IV)

Manojo de mirra es Mi amada para Mí, morando entre Mis pechos. ¡Ramo de heno es Mi amada para Mí, en las viñas de En Guedi!(1:13-14)

Dios responde embelesado llamando nuevamente a Israel Su amada, como la ofrenda misma que toca y besa Su corazón (“entre Mis pechos”). El amor de Israel ascendiendo como un manojo de mirra quemado, y besando a Dios. Mirra, nardo, heno y otras especias quemadas como incienso en el Templo, representan rasgos y cualidades en la conciencia humana dirigidos por los modos y atributos de amor en aras de los modos y atributos de Dios.

En Guedi es presentado aquí como un lugar sagrado de donde finas yerbas y flores emanaban fragancias y perfumes sublimes. También un paraje con tierra especial para frutas, uvas y vinos.

Tú eres hermoso, amado mío. Eres hermoso, Tus ojos son palomas. Eres hermoso amado mío. Sí, [eres] agradable. Sí, nuestro lecho es fresco. Las columnas de nuestra casa son [como] cedros, nuestras vigas son [como] cipreses.(1:15-17)

Belleza es el reflejo del bien. Los modos, atributos y acciones del bien proveniente del Creador son ciertamente hermosos. Igualmente, el bien proveniente de Israel es su belleza ante los “ojos” (conocimiento) de Dios. De ahí que sea la amada de Dios. La belleza que Israel elogia en el amor de Dios también se refiere a Su infinita amorosa bondad, poder, santidad y majestad, entre otros exaltados atributos que ciertamente son hermosos y fieles a Su creación.

Los ojos de una paloma buscan a su pareja, y nuestros sabios subrayan esta metáfora como ojos de lealtad. Este versículo evoca la lealtad y fidelidad mutuas entre aquellos que comparten los mismos principios y valores, en aras del bien que representan. Estos constituyen un nexo común que es la base de la relación ente Dios e Israel.

La realización de este nexo tiene lugar en la cámara interior del Templo de Jerusalén, el “lecho fresco” compartido por los dos amantes espirituales. Siempre floreciente y vigoroso, siempre vibrante y vital, y fortalecedores como sus cimientos de cedro (fortaleza) y ciprés (rectitud) erguidos, fuertes y elevados.

Estos dos tipos de árboles representan rasgos y cualidades de rectitud y fortaleza, como cimientos necesarios para nuestra conexión con el Creador. El Templo se sostiene con estos cimientos. Nuestros sabios enseñan que estos también representan los sabios y justos de Israel, cuya guía es fundamental para la unidad, armonía y paz entre el pueblo.

Nuestros sabios indican que cuando Israel está de acuerdo en un solo plan (como expresión armónica unificada y unificante del bien como el propósito de la creación de Dios, incluido nuestro mundo) para el mundo, el gran nombre del Creador es alabado en lo alto, tal como está escrito, y Él será Rey en Yeshurún (Israel).” ¿Y cuándo será eso? “cuando las cabezas de la nación [hayan] unido las tribus de Israel.” (Deuteronomio 33:5).

Esta unidad se logra cuando las diversas cualidades del bien inherente a Israel (las doce tribus) vivan juntas en armonía, aceptándose unos a otros, elevándose y realzándose mutuamente en aras del sublime propósito de servir en el plan del Creador.

Este elevado propósito se hace manifiesto cuando cada tribu exprese sus cualidades en rectitud (uno de los sinónimos de yeshurún) para hacer prevalecer el bien, ya que este es inherente a la rectitud. Así como Dios reina en la rectitud de Israel. Las cabezas de las tribus representan la fuerza vital conductora y regidora de cada cualidad, con el poder de abarcar e integrar los potenciales creativos de sus expresiones.

Tal como lo señalan nuestros sabios, la diversidad de Israel debe coincidir en un propósito y destino común que es el plan de Dios para el mundo material. Este acuerdo común es lo que invita a Dios a morar entre (en) nosotros. Junto a Él, Israel cumple su destino de desempeñarse como socia de Dios en Su plan. Que more Dios en nosotros es la culminación de la conexión con Él, representada por Jerusalén y su Templo, como nos lo recuerda el rey David.

(...) Jerusalén, Jerusalén, construida como ciudad [en la que Israel está] congregada junta. Porque ahí subían las tribus, las tribus de Dios, como testimonio para Israel de dar gracias al nombre de Dios.” (Salmos 122:2-4)

¡Yo soy la rosa del sharón [amplia llanura arenosa], un lirio [lit. capullo de rosa] de los valles!” (2:1)

Estas metáforas invitan diversas interpretaciones. Si las traducciones sugieren dos tipos de flores, estos pueden implicar dos rasgos o cualidades. Un amplio campo arenoso (sharón) y un valle también son parajes diferentes. En un significado simple podríamos decir que Israel posee una cualidad dual. Ella puede vivir en diversos lugares y circunstancias; y decir, “Soy una rosa y también un lirio, vivo en un campo arenoso al igual que en un valle. Aún así sigo siendo una flor. No pierdo mi identidad esencial de flor”. Estos rasgos o aspectos no son necesariamente opuestos sino complementarios.

Del mismo modo quieren decir que Israel tiene su identidad espiritual como rosa, y su expresión material como lirio. Ambos hermosos y delicados como el bien inherente de los modos y atributos de amor. Sin importar dónde viva, su belleza permanece en la apariencia que muestre.

Este versículo es una declaración de identidad. Israel se presenta a sí misma de manera poética como una flor con los significados que ello contenga.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.