martes, 20 de septiembre de 2016

El Cantar de los Cantares: La Historia de Amor entre Dios e Israel (V)

“¡Como una rosa entre espinas, así es la amada Mía entre la hijas!” (2:2)

Aquí las hijas representan las naciones como tendencias y rasgos negativos en la conciencia, que son las espinas que se oponen a nuestro propósito y misión en la vida, para expresar y hacer prevalecer los rasgos y acciones positivos en la humanidad. Podemos notar que hay una conexión entre flor y belleza, espinas y dolor.

Nuestras buenas acciones reflejan belleza (flor) como plenitud y totalidad. Acciones y tendencias negativas reflejan dolor (espinas) como separación y carencia de bien. Israel es referida aquí como el bien es que amado por Dios.

“Como una manzana [árbol de manzana] entre los árboles del bosque, así es el Amado mío entre los hijos. En Su sombra me deleito y me siento. Y Su fruto es dulce a mi paladar.” (2:3)

Israel responde a Dios comparando Su amor a un árbol frutal ente árboles estériles. Lo que quiere decir que solamente del amor de Dios el mundo y toda Su creación reciben su sustento. No podemos ser sustentados de donde no hay poder para dar vida o mantenerla.

Los árboles estériles también son comparados con ídolos sin vida ni medios de subsistencia. “Entre los hijos” puede ser entendido de dos maneras. Como creaciones de Dios que pueden ser consideradas “hijos” (sol, luna, estrellas, tierra, viento, lluvia, etcétera), e hijos como árboles que no dan fruto.

“Y Su fruto es dulce a mi paladar”, ya que todo lo proveniente de Dios es dulce. Aún las tinieblas que son amargas ante nuestros ojos y paladar ocultan la dulzura de la luz escondida en ellas, que también sale de Su amor.

“Y Yo te daré los tesoros de las tinieblas, y las riquezas ocultas de lugares cerrados, para que sepas que Yo soy el Eterno que te llama por tu nombre, sí, el Dios de Israel.” (Isaías 45:3)

También podemos entender el árbol frutal como la Torá, porque Dios, Israel, el Shabat y la Torá son uno solo.

“Él me ha traído a la casa del vino, y Su bandera sobre mí es amor.” (Cantar de los Cantares 2:4)

La casa del vino es una alusión al Templo de Jerusalén, y las delicias y placeres de la Torá son comparadas con el vino. Así nos damos cuenta que ser traídos por Dios a Su casa es participar en las delicias y placeres derivados de Sus caminos y atributos, como expresiones materiales de Su amor.

Vino es también el resultado de un proceso de transformación que culmina en la delicia y el placer de quien lo bebe. Igualmente, a través de los modos y atributos de Dios transformamos nuestra conciencia al separarnos de las tendencias y rasgos negativos de las fantasías e ilusiones de ego. Estos últimos son los ídolos que no tienen vida, no dan vida, ni la sustentan.

Uno de los primeros pasos hacia esta transformación es la humildad, la cual es una de las muchas lecciones aprendidas por Israel durante su esclavitud en Egipto. La opresión nos enseña a ser humildes tras ser forzados a vivir en las peores condiciones imaginables. El pan ázimo (matzá) fue una de las condiciones para salir de Egipto, y nuestros sabios indican que matzá representa humildad.

Esta debe ser una motivación para ser y hacer el bien, lo cual es contrario a las expresiones negativas derivadas de la soberbia. Esta última crea separación y división, mientras que la humildad invita a la cercanía y la unidad.

En este sentido humildad nos mantiene unidos a los rasgos y cualidades que integran y armonizan todos los aspectos y dimensiones de la conciencia, como punto de partida para acercarnos unos a otros en torno al bien como el mayor propósito.

Honramos el bien cuando evitamos lo negativo. Al evitar situaciones y reacciones negativas mantenemos en nosotros el bien que esencialmente somos, como nuestra verdadera identidad y como nuestro sustento en cada momento.

Al darnos cuenta plenamente de la mano de Dios en toda Su creación, entendemos que “Su bandera sobre mí es amor”. El amor de Dios es la causa, y amor también es el propósito y efecto eminente en Su creación, toda incluida.

En el contexto de la relación entre Dios e Israel, su venida a Su casa es para recibir la cualidad infinita y trascendente de Su amor. Esto abarca la prometida redención divina para Israel, con el tipo de amor que trasciende tiempo y espacio para penetrar realidades divinas más allá de la compresión humana. Esto hace referencia a la era mesiánica.

Recordamos la “bandera” de Dios en la bendición de la reunión de los exiliados, y en la última de las tres bendiciones sacerdotales en la plegaria central de los rezos judíos diarios. En ellas nos damos cuenta que la bandera de Dios es ciertamente Su amor.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.