domingo, 5 de noviembre de 2017

Eclesiastés: La ilusión de la vanidad y la realidad del amor (XXIII)

“Es bueno que te aferres a esto, y también de esto no separes tu mano porque aquel que reverencia [lit. teme] al Eterno se descarga de todos ellos. La sabiduría otorga fortaleza al sabio más que diez gobernantes que estuviesen en la ciudad, porque no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y no peque. (Eclesiastés 7:17-20)

Adquirir el conocimiento que mencionamos antes es la manera de asimilar los modos y atributos del Creador que motivan nuestra reverencia o “temor” de Él.

Al ser conscientes de ello liberamos (“descargamos”) la conciencia de adicciones, obsesiones y apegos negativos que alimentan las fantasías e ilusiones de ego. Esta sabiduría que adquirimos nos conduce a corregirnos mientras aprendemos a vivir en el bien.

“El que es sabio que entienda estas cosas. El que discierne, que las sepa. Porque los caminos del Eterno son rectos, y los justos andarán en ellos. Pero los transgresores tropezarán en ellos. (Oseas 14:9)

Así entendemos que Dios creó el mal para que aprendamos de este con el propósito de elegir el bien, y darnos cuenta que pecados y transgresiones son errores que cometemos son para saber que en el bien no existen ofensas, infracciones, violaciones o errores.

“También no creas todas las palabras que hablan, a menos que oigas a tu sirviente maldecirte. Porque tu corazón sabe que tú muchas veces maldijiste a otros. Todo esto es puesto a prueba con sabiduría. Yo he dicho, ‘me volveré sabio’, pero estaba lejos de mí. (Eclesiastés 7:21-23)

Una vez más Kohelet nos invita a hacernos sabios mientras lidiamos con contradicciones y ambigüedades que encontramos cada momento cuando tenemos que ejercer el libre albedrío en situaciones conflictivas entre lo bueno y lo malo.

“Lo que fue está lejos y muy profundo [en la conciencia], ¿quién podría encontrarlo? (7:24)

Nuestro sabio rey incurre en las complejidades de la conciencia humana, y algunas veces remotas causas nos obligan por defecto y a actuar o reaccionar sin control en ciertas circunstancias. En el desconocimiento de esas causas no podemos entender su origen o propósito en la vida.

Esto no significa que podamos pasar por alto o justificar nuestras malas obras o acciones por no ser capaces de dilucidar las causas de ciertas actitudes instintivas.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.