domingo, 8 de abril de 2018

JERUSALEM EN EL LIBRO DE SALMOS (VIII)

“Eterno, en Tus palacios [eres] conocido por fortaleza. (Salmos 48:4)

Hemos dicho que Jerusalem, como la ciudad de Dios, es también el lugar de Su morada. Entendemos que un “lugar” es para estar o ser como fuerza motriz conductora de vida y cimiento de nuestra conciencia, y en este sentido ese lugar es el bien.

Los “palacios” son cualidades, tendencias, medios y modos positivos que son fortalezas, con las que nos protegemos y prosperamos, porque el propósito del bien es el bien mismo.

“Tal como hemos oído, así hemos visto en la ciudad del Eterno de multitudes, en la ciudad de nuestro Dios. El Eterno la ha establecido por siempre, para la eternidad. (48:9)

El bien está destinado a prevalecer en la creación de Dios, por toda la eternidad. Llegamos a esta máxima realización sabiendo que la ciudad de Dios es el bien. Igualmente entendemos que “multitudes” son las formas y dimensiones donde Él reina y dirige Su entera creación, tal como lo proclama el salmista.



“Y David bendijo al Eterno ante toda la congregación; y dijo David, ‘Bendito eres Tú, oh Eterno, Dios de nuestro padre Israel en todos los planos y eternidades. ¡Tuyos son, oh Eterno, la grandeza, el poder, la gloria, la victoria y la majestad! Porque todo en los cielos y todo sobre la tierra, Tuyo es. Tuyo, oh Eterno, es el reinado y Tú dominas sobre todo.” (I Crónicas 10-11)

Esta bendición del rey David nos invita a reflexionar en torno a lo que somos, tenemos y hacemos, que también proceden del Creador y estamos destinados a cumplir Su voluntad.

“Hemos reflexionado en Tu amorosa bondad, oh Eterno, en Tu templo. (Salmos 48:10)

Amorosa bondad es un atributo primordial del bien, en el que nos inspiramos para compenetrarnos con el Creador, y este nexo está representado por el Templo de Jerusalem.

La Torá menciona la abundante amorosa bondad (Éxodo 34:6-7) como uno de los trece atributos de compasión de Dios. Estos son considerados referencias para Sus juicios.

“Regocíjese el monte Sión; regocíjense, hijas de Judá, debido a Sus juicios. (48:12)

Este versículo nos invita a entender los juicios de Dios como fuente de regocijo, ya que provienen de Su bien que se erige en el monte de Su sacralidad. Las “hijas de Judá” son expresiones de nuestro reconocimiento del bien como nexo con el Creador.

También pueden entenderse como expresiones de gratitud y reconocimiento del bien proveniente de Él, ya que en hebreo, Judá significa “Agradeceré/reconoceré a Dios”.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.