“El Eterno reina eternamente, el Dios de
Sión, por toda la eternidad. Alabad al Eterno.” (Salmos 146:10)
La eternidad es la recompensa de
compenetrarnos con el amor de Dios, a través de las bendiciones que
constantemente nos otorga con Su amorosa bondad, eterna como Él. La dicha que
conlleva está más allá de cualquier descripción, ya que acontece solamente en
Sión, Jerusalén; la más sublime alegría de todos los corazones. De ahí que lo
alabemos eternamente, porque esta alabanza es infinita como Él.
“El Eterno reconstruye Jerusalem, Él
reune y junta los dispersos de Israel. (147:2)
Esta realización será un hecho cuando
todos los dispersados hijos de Israel sean congregados por su Dios. Nuestros
Sabios lo entienden en referencia al Tercer Templo, que será erigido por El
Creador junto con Jerusalem; pues serían irrelevantes sin la reunificación
total del pueblo hebreo en la tierra de su herencia divina. Este último Templo
eterno y su ciudad son reconstruidos con cualidades y materiales
espiritualizados, que reflejarán la nueva conciencia que el Creador prometió
para Su era mesiánica.
Los edificios y torres de la ciudad habrán
de ser elaborados con vigas y columnas de luz, con compartimientos hechos para
durar por siempre, como lo sugiere el versículo respecto a lo eterno. De igual
modo, la vida humana y material será espiritualizada como fue originalmente en
el jardín del Edén, en el comienzo de la creación de Dios.
“Exalta al Eterno, oh Jerusalem; alaba a
tu Dios, oh Sión. Porque Él ha reforzado los cerrojos de tus portales, Él ha
bendecido a tus hijos dentro de ti. Él ha hecho paz dentro de tus fronteras, Él
te sacia con el mejor de los trigos.” (147:12-14)
Se reitera lo proclamado en los
versículos anteriores respecto a Jerusalem, construida inicialmente por Dios.
Así va a ser en la redención final judía y el advenimiento de la era mesiánica.
El refortalecimiento de los cerrojos que protegen Jerusalem nos habla de las
poderosas cualidades espirituales que disiparán la maldad en todas sus formas,
porque el mal desaparecerá ante aquellas.
El bien es la
bendición que se esparce por los aspectos, niveles, dimensiones y expresiones
de la nueva conciencia que habrá de morar en la ciudad de Dios. Los hijos de
Israel, que igualmente lo son de Jerusalem, estarán bendecidos dentro de ella
para morar eternamente. Paz cundirá en el aire que respiraremos en sus predios.
Nuestro sustento será con el mejor de los trigos, que no es otro que el amor de
Dios.