domingo, 16 de septiembre de 2018

JERUSALEM EN EL LIBRO DE SALMOS (XXXI)


“El Eterno reina eternamente, el Dios de Sión, por toda la eternidad. Alabad al Eterno.” (Salmos 146:10)

La eternidad es la recompensa de compenetrarnos con el amor de Dios, a través de las bendiciones que constantemente nos otorga con Su amorosa bondad, eterna como Él. La dicha que conlleva está más allá de cualquier descripción, ya que acontece solamente en Sión, Jerusalén; la más sublime alegría de todos los corazones. De ahí que lo alabemos eternamente, porque esta alabanza es infinita como Él.

“El Eterno reconstruye Jerusalem, Él reune y junta los dispersos de Israel. (147:2)

Esta realización será un hecho cuando todos los dispersados hijos de Israel sean congregados por su Dios. Nuestros Sabios lo entienden en referencia al Tercer Templo, que será erigido por El Creador junto con Jerusalem; pues serían irrelevantes sin la reunificación total del pueblo hebreo en la tierra de su herencia divina. Este último Templo eterno y su ciudad son reconstruidos con cualidades y materiales espiritualizados, que reflejarán la nueva conciencia que el Creador prometió para Su era mesiánica.

Los edificios y torres de la ciudad habrán de ser elaborados con vigas y columnas de luz, con compartimientos hechos para durar por siempre, como lo sugiere el versículo respecto a lo eterno. De igual modo, la vida humana y material será espiritualizada como fue originalmente en el jardín del Edén, en el comienzo de la creación de Dios.

“Exalta al Eterno, oh Jerusalem; alaba a tu Dios, oh Sión. Porque Él ha reforzado los cerrojos de tus portales, Él ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Él ha hecho paz dentro de tus fronteras, Él te sacia con el mejor de los trigos.” (147:12-14)

Se reitera lo proclamado en los versículos anteriores respecto a Jerusalem, construida inicialmente por Dios. Así va a ser en la redención final judía y el advenimiento de la era mesiánica. El refortalecimiento de los cerrojos que protegen Jerusalem nos habla de las poderosas cualidades espirituales que disiparán la maldad en todas sus formas, porque el mal desaparecerá ante aquellas.

El bien es la bendición que se esparce por los aspectos, niveles, dimensiones y expresiones de la nueva conciencia que habrá de morar en la ciudad de Dios. Los hijos de Israel, que igualmente lo son de Jerusalem, estarán bendecidos dentro de ella para morar eternamente. Paz cundirá en el aire que respiraremos en sus predios. Nuestro sustento será con el mejor de los trigos, que no es otro que el amor de Dios.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.