En esta porción los moabitas, una de las naciones asentadas en la tierra de Canaán, y los madianitas convocan al hechicero Balaam para que maldiga a los hijos de Israel. Ambos pueblos están simbólicamente relacionados con la superstición y las artes adivinatorias que siempre distorsionan la Verdad de la vida: “Y los ancianos de Moab y los ancianos de Madián salieron con las dádivas de adivinación en su mano y llegaron a Balaam (…)” (Números 22:7) y Balaam representa la inclinación destructiva de ego y la actitud posesiva ante la vida con el fin de subyugarla a sus deseos y tendencias negativas. Y, ¿cuáles son las principales dádivas de ego? “Porque te rendiré grandes honores, y haré lo que sea me digas que haga (…).” (22:17) Honores y control total son los fines que procuran el ego y sus dádivas.
Balaam goza del mismo acceso que los profetas hebreos tienen con Dios, y surgen preguntas obvias. Si Dios es bueno por Esencia y no cohabita con nada distinto a Sus caminos y atributos, ¿cómo es posible que Él no niegue acceso a un personaje malvado como Balaam? Antes de responder debemos destacar algunos de los fundamentos del judaísmo.
Dios es Uno y Único, no tiene forma, cuerpo o imagen, y Su Esencia no es comprensible. Esto cual significa que no podemos asimilar las maneras como dirige Su Creación. Lo poco que sabemos de Él es por inferencia de lo que no es; y aunque ello es insuficiente, el judaísmo lo concibe como bueno y Hacedor de bondad, y Su Creación es la prueba rotunda de este principio absoluto. El judaísmo también cree que Él recompensa a los que hacen el bien y castiga a los que hacen el mal, lo cual es una reafirmación de Él es bueno. Esto quiere decir que Él está del lado de aquellos que hacen el bien, y no con los inicuos. En este contexto comprendemos lo que hemos repetido aquí, que el Creador no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos; definiendo Sus caminos como Sus Mandamientos y Sus atributos como los mencionados en la Torá (Éxodo 34:6-7), todos positivos e inherentes a sí mismos.
Hemos dicho que Dios creó el mal para que podamos tener libre albedrío, y como referencia para distinguir lo que no es bueno. También mencionamos que el mal y sus derivados negativos tienen dos caras: un aspecto es ocultar Amor y mantenerlo ocultado, y el otro como el efecto de separar nuestra conciencia de la unidad de Amor. Esto es el resultado de elegir las ilusiones y fantasías de ego en vez de los modos y atributos de Amor. Esta es la lucha interna y externa que define la conexión entre Israel y Dios: al elegirlo a Él, Sus caminos y atributos, los Israelitas son capaces de conquistar las “naciones” que representan las tendencias negativas en la conciencia.
Luego de este necesario preámbulo podemos poner en perspectiva a Balaam y lo que dice esta parshá acerca de él. Otro aspecto fundamental del judaísmo es que Dios tiene control absoluto de Su Creación y la dirige de acuerdo a Su voluntad, incluyendo el mal creado por Él para que nosotros disfrutemos de libre albedrío y que no excluye al malvado Balaam. Debemos resaltar de este episodio que la maldad está sometida a Amor y por tanto no puede maldecir, poner en peligro o dañar los modos y atributos de Amor. El pasaje nos cuenta que las cuatro veces que Balaam intentó maldecir a Israel, sólo bendiciones salieron de su boca porque Amor doblega la maldad. Amor siempre bendice no solamente a quienes siguen los caminos del Creador sino también a quienes tienen el potencial de ser y manifestar Sus atributos. Todos estamos bendecidos siempre y cuando vivamos en las tiendas de Amor: “¡Cuán buenas son sus tiendas, Oh Jacob; tus moradas, Oh Israel!” (Números 24:6)
Si Amor está por nosotros con las bendiciones de Dios, ¿qué podría oponerse? “¿Cómo podría yo maldecir lo que el Eterno no ha maldecido? Y, ¿cómo podría abominar a quien el Eterno no ha abominado?” (23:8) Con Amor de nuestro lado todas las ilusiones y fantasías del mundo material están destinadas a desaparecer. Ya dijimos que el Amor de Dios nos dotó con libre albedrío, y Él nos dio no sólo la elección entre las bendiciones y las maldiciones sino el Mandamiento de elegir la vida, la cual representa Sus bendiciones.
El episodio con Balaam nos enseña una vez más que Amor nos otorga el poder de transformar en bondad y bendiciones todos los males, supersticiones y maldiciones, mientras vivamos en sus modos y atributos. La elección es siempre nuestra. Después de todo somos nosotros los agraciados con libre albedrío mediante el Amor de Dios. Celebremos entonces vivir en las bendiciones de Amor:
“Desde la cima de las rocas lo veo (a Jacob/Israel), y desde las colinas lo observo: He aquí un pueblo que morará aparte, y no será contado entre las naciones. ¿Quién ha contado el polvo de Jacob, o contado la multitud de Israel? ¡Que tenga yo la muerte de los justos, y que mi final sea como el suyo!” (23:9-10) Israel representa la conciencia realizada a partir del Amor de Dios, a la cual estamos destinados en la vida porque es nuestra misión revelar la Presencia Divina en toda la Creación. Esta es la que hemos ocultado bajo las tinieblas de las ilusiones del mundo material. El conocimiento total de Amor es percibido y logrado desde los niveles superiores de la conciencia ("desde la cima de las rocas"). En ese sublime lugar estamos aparte, unidos a Amor como la manifestación material del Amor de Dios. En Amor los aspectos negativos de la conciencia (las naciones) no están con nosotros (no somos contados entre las naciones). En esta realización queremos vivir y morir, porque es la manifestación material del Amor de Dios: “El Eterno no es un hombre para poder mentir, ni hijo de hombre para poder arrepentirse: cuando Él ha dicho, ¿acaso no lo hará? O cuando Él ha hablado, ¿no lo ejecutará? He aquí que bendije, y cuando Él ha bendecido yo no puedo revocarlo” (23:19-20)
Las bendiciones continúan, reafirmando que cuando vivimos en los modos y atributos de Amor podemos transformar las tinieblas en Luz, y revelar Amor cuando y donde esté ocultado: “Nadie ha visto iniquidad en Jacob, ni nadie ha visto perversidad en Israel; el Eterno su Dios está con él, y el estruendo del Rey entre ellos. El Eterno que los sacó de Egipto es para ellos como los cuernos de un buey salvaje. Porque no hay hechicería con Jacob ni adivinación con Israel: 'Como ahora será dicho de Jacob y de Israel: ¡lo que ha hecho el Eterno!' He aquí un pueblo que como león se levantará, y como león se erguirá solo. No se echará hasta que coma la presa y beba la sangre de los muertos” (23:21-24) Es esencial reiterar otra vez que Amor no cohabita con las fantasías e ilusiones de control de ego (hechicería y adivinación).
Entre las bendiciones que siguen (24:5-9, 24:17-24) resaltamos una oración significativa: “Benditos sean quienes te bendigan, y malditos sean quienes te maldigan”. Podría parecer una declaración excluyente, segregadora o de represalia. Aunque podría serlo, no se trata de nada de eso. Hemos dicho que Amor sustenta todo y lo abarca todo, lo que significa que es incluyente y no lo contrario. Las ilusiones de ego son las que nos excluyen de la Unidad de Amor, por lo tanto cuando maldecimos nuestra conciencia con ellas, de hecho estamos maldecidos.
La parshá termina con la lamentable caída de miles de israelitas seducidos por la lujuria durante la conquista de Moab. Tal como es cierto que nuestro permanente conocimiento del Amor de Dios nos libera de las ilusiones y fantasías del mundo material, al caer en ellas perdemos nuestra conexión con Él, y se convierten en nuestro propio castigo: la plaga que afectó a 24 mil israelitas en ese entonces. Muchos dicen estas sabias palabras: “El pecado es su propio castigo”. En conclusión, el mensaje es reiterado nuevamente: cuando Israel realiza su Unidad con Dios, mediante Su Amor presente en Su Creación, este es revelado y manifestado con toda Su gloria.
Balaam goza del mismo acceso que los profetas hebreos tienen con Dios, y surgen preguntas obvias. Si Dios es bueno por Esencia y no cohabita con nada distinto a Sus caminos y atributos, ¿cómo es posible que Él no niegue acceso a un personaje malvado como Balaam? Antes de responder debemos destacar algunos de los fundamentos del judaísmo.
Dios es Uno y Único, no tiene forma, cuerpo o imagen, y Su Esencia no es comprensible. Esto cual significa que no podemos asimilar las maneras como dirige Su Creación. Lo poco que sabemos de Él es por inferencia de lo que no es; y aunque ello es insuficiente, el judaísmo lo concibe como bueno y Hacedor de bondad, y Su Creación es la prueba rotunda de este principio absoluto. El judaísmo también cree que Él recompensa a los que hacen el bien y castiga a los que hacen el mal, lo cual es una reafirmación de Él es bueno. Esto quiere decir que Él está del lado de aquellos que hacen el bien, y no con los inicuos. En este contexto comprendemos lo que hemos repetido aquí, que el Creador no cohabita con nada diferente a Sus caminos y atributos; definiendo Sus caminos como Sus Mandamientos y Sus atributos como los mencionados en la Torá (Éxodo 34:6-7), todos positivos e inherentes a sí mismos.
Hemos dicho que Dios creó el mal para que podamos tener libre albedrío, y como referencia para distinguir lo que no es bueno. También mencionamos que el mal y sus derivados negativos tienen dos caras: un aspecto es ocultar Amor y mantenerlo ocultado, y el otro como el efecto de separar nuestra conciencia de la unidad de Amor. Esto es el resultado de elegir las ilusiones y fantasías de ego en vez de los modos y atributos de Amor. Esta es la lucha interna y externa que define la conexión entre Israel y Dios: al elegirlo a Él, Sus caminos y atributos, los Israelitas son capaces de conquistar las “naciones” que representan las tendencias negativas en la conciencia.
Luego de este necesario preámbulo podemos poner en perspectiva a Balaam y lo que dice esta parshá acerca de él. Otro aspecto fundamental del judaísmo es que Dios tiene control absoluto de Su Creación y la dirige de acuerdo a Su voluntad, incluyendo el mal creado por Él para que nosotros disfrutemos de libre albedrío y que no excluye al malvado Balaam. Debemos resaltar de este episodio que la maldad está sometida a Amor y por tanto no puede maldecir, poner en peligro o dañar los modos y atributos de Amor. El pasaje nos cuenta que las cuatro veces que Balaam intentó maldecir a Israel, sólo bendiciones salieron de su boca porque Amor doblega la maldad. Amor siempre bendice no solamente a quienes siguen los caminos del Creador sino también a quienes tienen el potencial de ser y manifestar Sus atributos. Todos estamos bendecidos siempre y cuando vivamos en las tiendas de Amor: “¡Cuán buenas son sus tiendas, Oh Jacob; tus moradas, Oh Israel!” (Números 24:6)
Si Amor está por nosotros con las bendiciones de Dios, ¿qué podría oponerse? “¿Cómo podría yo maldecir lo que el Eterno no ha maldecido? Y, ¿cómo podría abominar a quien el Eterno no ha abominado?” (23:8) Con Amor de nuestro lado todas las ilusiones y fantasías del mundo material están destinadas a desaparecer. Ya dijimos que el Amor de Dios nos dotó con libre albedrío, y Él nos dio no sólo la elección entre las bendiciones y las maldiciones sino el Mandamiento de elegir la vida, la cual representa Sus bendiciones.
El episodio con Balaam nos enseña una vez más que Amor nos otorga el poder de transformar en bondad y bendiciones todos los males, supersticiones y maldiciones, mientras vivamos en sus modos y atributos. La elección es siempre nuestra. Después de todo somos nosotros los agraciados con libre albedrío mediante el Amor de Dios. Celebremos entonces vivir en las bendiciones de Amor:
“Desde la cima de las rocas lo veo (a Jacob/Israel), y desde las colinas lo observo: He aquí un pueblo que morará aparte, y no será contado entre las naciones. ¿Quién ha contado el polvo de Jacob, o contado la multitud de Israel? ¡Que tenga yo la muerte de los justos, y que mi final sea como el suyo!” (23:9-10) Israel representa la conciencia realizada a partir del Amor de Dios, a la cual estamos destinados en la vida porque es nuestra misión revelar la Presencia Divina en toda la Creación. Esta es la que hemos ocultado bajo las tinieblas de las ilusiones del mundo material. El conocimiento total de Amor es percibido y logrado desde los niveles superiores de la conciencia ("desde la cima de las rocas"). En ese sublime lugar estamos aparte, unidos a Amor como la manifestación material del Amor de Dios. En Amor los aspectos negativos de la conciencia (las naciones) no están con nosotros (no somos contados entre las naciones). En esta realización queremos vivir y morir, porque es la manifestación material del Amor de Dios: “El Eterno no es un hombre para poder mentir, ni hijo de hombre para poder arrepentirse: cuando Él ha dicho, ¿acaso no lo hará? O cuando Él ha hablado, ¿no lo ejecutará? He aquí que bendije, y cuando Él ha bendecido yo no puedo revocarlo” (23:19-20)
Las bendiciones continúan, reafirmando que cuando vivimos en los modos y atributos de Amor podemos transformar las tinieblas en Luz, y revelar Amor cuando y donde esté ocultado: “Nadie ha visto iniquidad en Jacob, ni nadie ha visto perversidad en Israel; el Eterno su Dios está con él, y el estruendo del Rey entre ellos. El Eterno que los sacó de Egipto es para ellos como los cuernos de un buey salvaje. Porque no hay hechicería con Jacob ni adivinación con Israel: 'Como ahora será dicho de Jacob y de Israel: ¡lo que ha hecho el Eterno!' He aquí un pueblo que como león se levantará, y como león se erguirá solo. No se echará hasta que coma la presa y beba la sangre de los muertos” (23:21-24) Es esencial reiterar otra vez que Amor no cohabita con las fantasías e ilusiones de control de ego (hechicería y adivinación).
Entre las bendiciones que siguen (24:5-9, 24:17-24) resaltamos una oración significativa: “Benditos sean quienes te bendigan, y malditos sean quienes te maldigan”. Podría parecer una declaración excluyente, segregadora o de represalia. Aunque podría serlo, no se trata de nada de eso. Hemos dicho que Amor sustenta todo y lo abarca todo, lo que significa que es incluyente y no lo contrario. Las ilusiones de ego son las que nos excluyen de la Unidad de Amor, por lo tanto cuando maldecimos nuestra conciencia con ellas, de hecho estamos maldecidos.
La parshá termina con la lamentable caída de miles de israelitas seducidos por la lujuria durante la conquista de Moab. Tal como es cierto que nuestro permanente conocimiento del Amor de Dios nos libera de las ilusiones y fantasías del mundo material, al caer en ellas perdemos nuestra conexión con Él, y se convierten en nuestro propio castigo: la plaga que afectó a 24 mil israelitas en ese entonces. Muchos dicen estas sabias palabras: “El pecado es su propio castigo”. En conclusión, el mensaje es reiterado nuevamente: cuando Israel realiza su Unidad con Dios, mediante Su Amor presente en Su Creación, este es revelado y manifestado con toda Su gloria.