Kóraj y sus seguidores representan la interferencia del ego cuando los hijos de Israel procuran la elevación de la conciencia (representada por Aarón y Moisés), mediante la cual estamos en constante conexión con Dios. Nuestros Sabios dicen que Kóraj robó uno de los tres tesoros del faraón que habían sido escondidos por José. Como indicamos citando a Sabios místicos, el faraón representa la meta del ego para convencer a nuestra conciencia de que "el río es mío, yo lo creé" (Ezequiel 29:3, 9), y el ego usualmente gana cuando nos hace creer que estamos separados de Dios, que es Unidad.
La separación es la razón fundamental de la existencia del ego, y contradice reglas distintas a su propia agenda: "Toda la comunidad es sagrada y el Eterno está entre ellos, ¿por qué ustedes se alzan sobre la congregación del Eterno?" (Números 16:3) Esto es como si las manos y los pies se quejasen contra la cabeza porque ella controla el cuerpo: “Si todo el cuerpo es sagrado, por qué la cabeza tiene que estar en control? Cada parte del cuerpo también puede estar en control”. En la claridad de nuestro intelecto en su búsqueda de elevar la conciencia y no en la oscuridad del egoísmo es donde la agenda de ego debe ser confrontada: "Venid en la mañana. y el Eterno mostrará quién es Suyo, y quién es sagrado... y a quien Él ha escogido hará que se acerque a Él" (16:5)
Hemos dicho muchas veces que Amor no cohabita con nada distinto a sus caminos y atributos; y esto quiere decir que todos los niveles de nuestra conciencia, tanto los inferiores como los superiores, deben seguir los caminos y atributos de Amor para que estemos siempre cerca del Creador. En este proceso nuestra naturaleza material es debidamente elevada a las supremas alturas de los modos y atributos de Amor, y las dimensiones negativas retornan a las ilusiones del materialismo de donde vinieron. Las ilusiones y fantasías de ego terminan devorando nuestra conciencia y todo en lo que creemos: “La tierra debajo de ellos abrió su boca y los tragó junto con sus casas, y todos los hombres que estaban con Kóraj y todo lo que tenían. Ellos, y todo lo que poseían, descendieron vivos a la tumba; la tierra los cubrió, y fueron perdidos para la congregación” (16:32-33) El texto no menciona que murieron e implica claramente que descendieron vivos a la tumba, y la materialidad que representa la tierra los tragó. La consecuencia fue su separación de la Unidad del Pueblo de Israel con Dios.
La porción prosigue recordándonos que nuestra conciencia superior tiene que estar a cargo de la conexión constante con Dios: “(…) para recordar a los hijos de Israel que ningún ajeno, que no sea de la simiente de Aarón, se acerque a ofrendar incienso ante el Eterno, que no sea como Kóraj y su compañía” (17:5) Estos ajenos son también las ilusiones de ego que pretenden romper la Unidad de Amor. Posteriormente el texto nos relata un milagro para ilustrar la preeminencia del Sumo Sacerdote en nuestra conciencia, y el poder transformador y redentor del Amor de Dios: “(…) y he aquí, la vara de Aarón de la Casa de Leví había brotado; y tenía capullos, y producía almendras. Tenía capullos, produjo frutos, y almendras maduras” (17:23) En hebreo la palabra nes (milagro) también significa “elevación”, que es el propósito de los milagros, ya que elevan nuestra conciencia. En nuestros rezos judíos diarios agradecemos al Creador “(…) en la noche, en la mañana y en la tarde por Tus milagros que están con nosotros, por Tus maravillas y beneficencias en todo momento. (…)”.
La preeminencia del Sumo Sacerdote es reafirmada otra vez: “Y el Eterno habló a Aarón, ‘He aquí, Yo te he dado las ofrendas elevadas a Mí, todas las cosas sagradas de los hijos de Israel” (18:8), “De todo lo que se te ha dado a ti, separarás lo que es ofrecido al Eterno como sacrificio; de todo lo mejor de ellos ofreceréis, la parte más sagrada” (18:29) Está claro que en nuestra relación con Dios tenemos que ser y manifestar lo mejor de nuestros talentos y cualidades. Si el Creador nos creó a Su imagen y semejanza, la única manera de concebirlo y de verdaderamente conocerlo es siendo y manifestando Sus caminos y atributos, que son precisamente nuestras "cosas sagradas", "lo mejor de la ofrenda", las más sagradas expresiones de todos los niveles de nuestra conciencia y nada menos que eso.
Maimónides dice que “Todo lo que es por Amor de Dios debería ser lo mejor y lo más hermoso. Cuando uno construye una Casa de Oración debería ser más bella que nuestra propia casa. Cuando uno alimenta al hambriento debería alimentarlo con lo mejor y más dulce de su mesa. Cuando uno viste al desnudo debería hacerlo con sus ropas más finas. Cuando uno designa algo para un propósito sagrado debería santificar sus más preciadas posesiones, tal como está escrito: ‘Toda la gordura es para el Eterno’ (Levítico 3:16).” (Mishné Torá, Leyes de las cosas prohibidas para traer al Altar 7:11)
La separación es la razón fundamental de la existencia del ego, y contradice reglas distintas a su propia agenda: "Toda la comunidad es sagrada y el Eterno está entre ellos, ¿por qué ustedes se alzan sobre la congregación del Eterno?" (Números 16:3) Esto es como si las manos y los pies se quejasen contra la cabeza porque ella controla el cuerpo: “Si todo el cuerpo es sagrado, por qué la cabeza tiene que estar en control? Cada parte del cuerpo también puede estar en control”. En la claridad de nuestro intelecto en su búsqueda de elevar la conciencia y no en la oscuridad del egoísmo es donde la agenda de ego debe ser confrontada: "Venid en la mañana. y el Eterno mostrará quién es Suyo, y quién es sagrado... y a quien Él ha escogido hará que se acerque a Él" (16:5)
Hemos dicho muchas veces que Amor no cohabita con nada distinto a sus caminos y atributos; y esto quiere decir que todos los niveles de nuestra conciencia, tanto los inferiores como los superiores, deben seguir los caminos y atributos de Amor para que estemos siempre cerca del Creador. En este proceso nuestra naturaleza material es debidamente elevada a las supremas alturas de los modos y atributos de Amor, y las dimensiones negativas retornan a las ilusiones del materialismo de donde vinieron. Las ilusiones y fantasías de ego terminan devorando nuestra conciencia y todo en lo que creemos: “La tierra debajo de ellos abrió su boca y los tragó junto con sus casas, y todos los hombres que estaban con Kóraj y todo lo que tenían. Ellos, y todo lo que poseían, descendieron vivos a la tumba; la tierra los cubrió, y fueron perdidos para la congregación” (16:32-33) El texto no menciona que murieron e implica claramente que descendieron vivos a la tumba, y la materialidad que representa la tierra los tragó. La consecuencia fue su separación de la Unidad del Pueblo de Israel con Dios.
La porción prosigue recordándonos que nuestra conciencia superior tiene que estar a cargo de la conexión constante con Dios: “(…) para recordar a los hijos de Israel que ningún ajeno, que no sea de la simiente de Aarón, se acerque a ofrendar incienso ante el Eterno, que no sea como Kóraj y su compañía” (17:5) Estos ajenos son también las ilusiones de ego que pretenden romper la Unidad de Amor. Posteriormente el texto nos relata un milagro para ilustrar la preeminencia del Sumo Sacerdote en nuestra conciencia, y el poder transformador y redentor del Amor de Dios: “(…) y he aquí, la vara de Aarón de la Casa de Leví había brotado; y tenía capullos, y producía almendras. Tenía capullos, produjo frutos, y almendras maduras” (17:23) En hebreo la palabra nes (milagro) también significa “elevación”, que es el propósito de los milagros, ya que elevan nuestra conciencia. En nuestros rezos judíos diarios agradecemos al Creador “(…) en la noche, en la mañana y en la tarde por Tus milagros que están con nosotros, por Tus maravillas y beneficencias en todo momento. (…)”.
La preeminencia del Sumo Sacerdote es reafirmada otra vez: “Y el Eterno habló a Aarón, ‘He aquí, Yo te he dado las ofrendas elevadas a Mí, todas las cosas sagradas de los hijos de Israel” (18:8), “De todo lo que se te ha dado a ti, separarás lo que es ofrecido al Eterno como sacrificio; de todo lo mejor de ellos ofreceréis, la parte más sagrada” (18:29) Está claro que en nuestra relación con Dios tenemos que ser y manifestar lo mejor de nuestros talentos y cualidades. Si el Creador nos creó a Su imagen y semejanza, la única manera de concebirlo y de verdaderamente conocerlo es siendo y manifestando Sus caminos y atributos, que son precisamente nuestras "cosas sagradas", "lo mejor de la ofrenda", las más sagradas expresiones de todos los niveles de nuestra conciencia y nada menos que eso.
Maimónides dice que “Todo lo que es por Amor de Dios debería ser lo mejor y lo más hermoso. Cuando uno construye una Casa de Oración debería ser más bella que nuestra propia casa. Cuando uno alimenta al hambriento debería alimentarlo con lo mejor y más dulce de su mesa. Cuando uno viste al desnudo debería hacerlo con sus ropas más finas. Cuando uno designa algo para un propósito sagrado debería santificar sus más preciadas posesiones, tal como está escrito: ‘Toda la gordura es para el Eterno’ (Levítico 3:16).” (Mishné Torá, Leyes de las cosas prohibidas para traer al Altar 7:11)