domingo, 30 de mayo de 2010

Parshat Shelaj: Confiemos en el Amor de Dios

En Behaaloteja, el episodio de lujuria vivido por algunos de los hijos de Israel fue una clara señal de que no estaban preparados para ocupar la Tierra Prometida, y en Shelaj esa señal comprobó ese hecho. En aquellos tiempos (al igual que en los actuales) sabíamos que conquistar nuestros bajos pensamientos, emociones, pasiones e instintos no es una tarea fácil a menos que estemos completamente conscientes de que el Amor de Dios, no es sólo lo que sustenta cada dimensión de nuestra vida, sino que además es nuestro único Redentor cuando estamos atrapados en las ilusiones de las tendencias negativas de la conciencia.

Sin embargo nuestros Sabios no coinciden con esta opinión y señalan acertadamente que los hijos de Israel sí estaban listos para entrar en la tierra de Canaán, pero que no estaban dispuestos a hacerlo. Nuestros Sabios indican con razón que la comodidad de depender exclusivamente de Dios en el desierto era preferible a confrontar y eventualmente conquistar los aspectos negativos con los que el ego quiere dirigir nuestra conciencia. Es cierto que cuando estamos permanentemente con Dios no hay nada qué conquistar porque pertenecemos a Su Unidad. Pero Él quiere que nosotros
conquistemos las tinieblas (los aspectos negativos de la conciencia) con Su Amor. Con el fin de cumplir esa misión tenemos que confiar en Amor. Tiene sentido dudar cuando creemos que no estamos preparados para una tarea, pero es nuestro deber derrotar la duda con la completa certeza de que Amor está constantemente con nosotros.

En el caso de nuestros antepasados, ellos tuvieron mayores pruebas del Amor de Dios: su Redención de Egipto, la separación de las aguas del mar, y los milagros que vivieron a diario en el desierto.
¿Por qué entonces no confiar en Dios con tantas pruebas tangibles de Su Amor? Nosotros ahora vivimos Sus milagros en cada momento, y aún así no confiamos plenamente en Él. Confiamos en el dinero más que en Amor, a pesar de saber de sobra que sin Amor no podemos vivir. Preferimos creer que ilusiones materialistas son mejores que vivir en la Verdad que es Amor. Después de todo, vivimos en una realidad material en la que las ilusiones de ego son las que perseguimos para vivir y morir por ellas. Una vez más el asunto aquí y ahora es creer y confiar en Dios o no; y de eso es lo que se trata esta porción de la Torá.

Decimos que Amor se trata de confianza y esta misma se trata de Amor. En eso se basa nuestra relación con el Creador, el matrimonio entre Israel y Dios. En el caso de la historia de los espías, la Torá dice: " (...) 'envía hombres para espiar la tierra de Canaán, que Yo doy a los hijos de Israel'." (Números 11:2) Ellos tal vez confiaban en Dios, pero no en lo que Él podría hacer cuando ellos tuvieran que confrontar la lujuria, envidia, avaricia, arrogancia, y demás aspectos negativos representados por las naciones cananeas. Bajo las circunstancias, el sentido común nos dice que ellos simplemente no confiaban en Dios, ya que de lo contrario hubieran entrado inmediatamente a la Tierra Prometida como estaba originalmente planeado.

Hay un asunto importante que debemos señalar y es el libre albedrío. Dios no se impone sobre nadie, de lo contrario Su Amor no sería Amor. Por eso nos creó con el fin de que usemos el intelecto y el sentido común para elegir Sus modos y atributos, en vez de las ilusiones materialistas de ego. El texto es claro: "Envía hombres" (lit. envía para ti gente), (Moisés) deja que ellos hagan su elección; y ellos la hicieron. Eligieron quedarse en el desierto y morir ahí bajo el cuidado y protección del Amor de Dios, en vez de dejar que Él los guiara para conquistar los aspectos negativos de la conciencia. Y así fue. Amor permitió que esa generación muriera a su tiempo durante los siguientes 39 años, y Él preparó la siguiente generación para cumplir Su plan para Israel.

La narración es clara en sus imágenes de lo que "vieron" los espías en la tierra, y una vez más es reiterado que desconfiar de nuestro Creador y único sustento acarrea la muerte bajo las ilusiones de nuestra conciencia
inferior. Después del episodio de los espías, la porción prosigue con sacrificios adicionales ofrecidos en el Tabernáculo al vivir en la Tierra de Israel: "Y para la ofrenda de libación presentaréis la tercera parte de un hin de vino, de dulce sabor para el Eterno." (15:7) Sabios místicos explican que esta ofrenda adicional de vino no era quemada sino derramada, lo que significa que no sólo elevamos todos los aspectos de la conciencia ante Dios sino que también derramamos al mundo material Su bondad para celebrar Su gloria, Su Amor en este mundo. Y "(…) cuando comas del pan de la Tierra, separarás una porción como regalo para el Eterno" (15:19): este es el Mandamiento de la jala, que representa también nuestra conexión permanente con el Creador. El pan de la Tierra es el resultado de cómo transformamos el alimento crudo de ella (trigo) en pan (oscuridad en Luz), un proceso que en cada paso estamos unidos al Creador.

La porción termina con otro recordatorio de que ser y manifestar los caminos y atributos de Amor son nuestra conexión con Dios: "Y serán para vosotros como filacterias que miraréis, y recordaréis todos los Mandamientos del Eterno y los cumpliréis; no sea que vayáis tras vuestro corazón y vuestros ojos por los cuales os desviáis; para que os recordé
is y hagáis todos Mis Mandamientos, y seáis sagrados para vuestro Dios. Yo soy el Eterno vuestro Dios que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: Yo soy el Eterno vuestro Dios." (15:39-41)


Estos versículos significan que, o elegimos seguir los deseos e ilusiones materialistas de ego (lo que nuestros ojos desean ver) en los que quedamos atrapados y morimos, o seguimos los caminos y atributos de Amor, la libertad y santidad materializadas del Amor de Dios que nos redime de las tinieblas de la ilusión, nuestro Dios.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.