sábado, 8 de mayo de 2010

Parshat Bamidbar: En el Desierto


"En el desierto" (bamidbar) es el nombre del cuarto libro de la Biblia hebrea y de su primera porción. Hay algunas circunstancias en Bamidbar que hacen reflexionar a nuestros Sabios, y una de ellas es la frase en el desierto: "Y el Eterno habló a Moisés en el desierto de Sinaí." (Números 1:1) Algunos meditan en la aparente redundancia en las palabras "desierto" y "Sinaí", porque Sinaí está en el desierto, y lo entienden en diversas maneras. En el desierto estuvimos constantemente ante nuestro Creador, cuya Presencia estaba en Sinaí desde donde se comunicaba directamente con Moisés, nuestro maestro. Por consiguiente ambos lugares mencionados implican la Unidad del Pueblo de Israel y Dios, que luego continuaría con el Tabernáculo como intermediario. En el desierto estamos separados de nuestra vida mundana, donde no hay nada de lo que dependamos o de lo que nos apeguemos para poder existir y vivir de acuerdo a lo que elegimos hacer en la vida.

De hecho, es en el desierto donde vivimos por corto tiempo porque ahí no hay nada excepto lo que llevemos con nosotros para sostenernos mientras estemos en él. En el desierto no hay ilusiones materiales que podamos desear ser o tener, y no hay posible idolatría porque ahí no hay imágenes para inclinarse a ellas (a menos que las creemos). En el desierto están las circunstancias perfectas para concebir a Dios y estar conscientes de Su Amor que nos creó y nos sustenta, el "lugar" para recibir Su Torá. Si no limpiamos nuestra conciencia de deseos y apegos materialistas, nunca seremos las vasijas vacías en espera de llenarse con nuestra conexión permanente con el Amor de Dios, la cual es el matrimonio entre el Creador e Israel. Esta es la eterna unión evocada en el Cantar de los Cantares y en la haftará que leemos junto con esta porción: "Te desposaré a Mí para siempre. Te desposaré a Mí con rectitud y con justicia, y con amorosa bondad y compasión. Te desposaré a Mí con fidelidad, y conocerás al Eterno." (Oseas 2:21-22)

Estos versículos están precedidos por esos tiempos en que los ídolos, representando los deseos de ego e ilusiones materialistas, no satisfacen el verdadero sentido de la vida: "Y ella correrá tras sus esposos y no los alcanzará, y los buscará pero no los encontrará; entonces ella dirá: 'Iré y retornaré a mi primer esposo porque mejor me iba entonces que ahora'." (2:9), y cuando finalmente estamos dispuestos a retornar a Dios, Él nos abrazará: "Por lo tanto, he aquí que Yo la atraeré y la encantaré, y la traeré en el desierto, y Yo le hablaré a su corazón. (…) como en el día cuando subió fuera de la tierra de Egipto" (2: 16-17), "Me acuerdo de la amorosa bondad de tu juventud, tu amor nupcial, cuando Me seguías en el desierto, en tierra sin sembrar" (Jeremías 2:2) Una vez más la Torá nos recuerda que es nuestra la elección retornar al Creador y a nuestra conexión permanente con Él.

La porción continúa: "Tomad cuenta de cada cabeza de toda la congregación de los hijos de Israel" (Números 1:2) un "conteo de cabezas" ("levantar la cabeza" en el texto hebreo original) que según nuestros Sabios representa cuán preciosa es cada alma para nuestro Creador, y "levantar las cabezas" a Él es como nos hacemos conscientes de ello. ¿Cómo podría no ser así? ¿Cómo podríamos concebir el Amor de Dios sin que ame toda Su Creación? Cuando miramos alrededor y vemos la perfección de esta, nos damos cuenta de que lo que la hace imperfecta es la manera cómo la concebimos nosotros, y la manera cómo nos relacionamos con ella y con nuestro prójimo. Después del censo se menciona la forma en que las Tribus acampan cada vez que se detienen en su travesía en el desierto: "Los hijos de Israel acamparán, cada hombre según su división con los estandartes de las casas de sus padres, a cierta distancia del Tabernáculo ellos acamparán" (2:2)

Las Tribus representan cualidades que, combinadas en el Servicio Divino, cumplen la misión para la que Israel es elegido para ser y hacer. Esas cualidades son las bendiciones que recibieron de su padre Jacob y de Moisés (Génesis 49:3-27, Deuteronomio 33:6-29), tal como está escrito: "Todos estos son las doce Tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les habló a ellos, y los bendijo a cada uno, según su bendición él los bendijo.” (Génesis 49:28) Estas bendiciones son las cualidades que elevamos a Dios con la misión de crear un espacio para que Él more en este mundo. Judá, que ha abarcado todas las Tribus de Israel por más de dos mil años como la Tribu elegida para traer la Redención al mundo, está simbólicamente representada por un león y una piedra preciosa que resplandece en la oscuridad, Luz en las tinieblas del mundo.

Al describir la forma en que las Tribus acampan alrededor del Tabernáculo, Leví no es mencionada por ninguna parte porque su espacio no está en el campamento (conciencia material) sino con Dios: "Y he aquí, que Yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel... y los levitas serán Míos". (Números 3:12) Como mencionamos en comentarios sobre el libro de Levítico, el Sumo Sacerdote como parte de la Tribu de Leví representa nuestra conciencia superior siempre cercana al Creador. La idea de la forma en que las Tribus acampan es que todas deben estar unidas en torno a un centro, el Tabernáculo, y cerca de quienes sirven en él, que son los levitas asentados en torno a sus predios. La misión de los levitas es enfatizada al ser contados separadamente como parte de Dios, porque son quienes dirigen nuestra conciencia a Sus dominios.

Nuestros Sabios enseñan que Leví y sus descendientes fueron bendecidos por su padre con el fin de ser maestros para sus hermanos: "Yo los dividiré en Jacob, y los dispersaré en Israel" (Génesis 49:7) resguardando además la paz entre todos: "Y los levitas asentarán sus tiendas alrededor del Tabernáculo del testimonio. Y no haya ira sobre la congregación de los hijos de Israel, y los levitas estarán a cargo del Tabernáculo del testimonio" (Números 1:53) La porción concluye con instrucciones al Sumo Sacerdote y sus hijos sobre sus deberes dentro del Tabernáculo, y a quienes lo cargarán cuando se desplacen en el desierto: "Aarón y sus hijos vendrán primero y asignarán a cada hombre individualmente su tarea y su carga." (4:19)

Con esto aprendemos que cada aspecto de la conciencia sirve como vasija de los atributos del Creador y serán contados de acuerdo a sus cualidades particulares, ya sean pensamientos, emociones, lenguaje, actos, sentimientos, pasiones o instintos, tal como es mencionado más adelante en la parshat Nasó: "Según el Mandamiento del Eterno ellos serán asignados por la mano de Moisés, cada uno para su servicio, y para su carga; ellos también fueron contados, como el Eterno lo ordenó a Moisés" (4:49)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.