"En
el desierto"
(bamidbar)
es el nombre del cuarto libro de la Biblia hebrea y de su primera
porción. Hay algunas circunstancias en Bamidbar que
hacen reflexionar a nuestros Sabios, y una de ellas es la frase en
el desierto:
"Y el Eterno habló a Moisés en el desierto de Sinaí."
(Números 1:1) Algunos meditan en la aparente redundancia en las
palabras "desierto" y "Sinaí", porque Sinaí
está en el desierto, y lo entienden en diversas maneras. En
el desierto estuvimos
constantemente ante nuestro Creador, cuya Presencia estaba en Sinaí
desde donde se comunicaba directamente con Moisés, nuestro maestro.
Por consiguiente ambos lugares mencionados implican la Unidad del
Pueblo de Israel y Dios, que luego continuaría con el Tabernáculo
como intermediario. En
el desierto estamos
separados de nuestra vida mundana, donde no hay nada de lo que
dependamos o de lo que nos apeguemos para poder existir y vivir de
acuerdo a lo que elegimos hacer en la vida.
De
hecho, es en
el desierto
donde
vivimos por corto tiempo porque ahí no hay nada excepto lo que
llevemos con nosotros para sostenernos mientras estemos en él. En el
desierto no hay ilusiones materiales que podamos desear ser o tener,
y no hay posible idolatría porque ahí no hay imágenes para
inclinarse a ellas (a menos que las creemos). En
el desierto están
las circunstancias perfectas para concebir a Dios y estar conscientes
de Su Amor que nos creó y nos sustenta, el "lugar" para
recibir Su Torá. Si no limpiamos nuestra conciencia de deseos y
apegos materialistas, nunca seremos las vasijas vacías en espera de
llenarse con nuestra
conexión permanente
con
el Amor
de
Dios,
la cual es el matrimonio entre el
Creador
e Israel. Esta
es
la eterna unión evocada en el Cantar de los Cantares y en la haftará
que
leemos junto con esta porción:
"Te desposaré a Mí para siempre. Te desposaré a Mí con
rectitud y con justicia, y con amorosa bondad y compasión. Te
desposaré a Mí con fidelidad, y conocerás al Eterno." (Oseas
2:21-22)
Estos
versículos están precedidos por esos tiempos en que los ídolos,
representando
los deseos
de ego e ilusiones materialistas, no satisfacen el verdadero sentido
de la vida: "Y ella correrá tras sus esposos y no los
alcanzará, y los buscará pero no los encontrará; entonces ella
dirá: 'Iré y retornaré a mi primer esposo porque mejor me iba
entonces que ahora'." (2:9), y cuando finalmente estamos
dispuestos a retornar a Dios, Él nos abrazará: "Por lo tanto,
he aquí que Yo la atraeré y la encantaré, y la traeré en
el desierto,
y Yo le hablaré a su corazón. (…) como en el día cuando subió
fuera de la tierra de Egipto" (2: 16-17), "Me acuerdo de la
amorosa bondad de tu juventud, tu amor nupcial, cuando Me seguías en
el desierto,
en tierra sin sembrar" (Jeremías 2:2) Una vez más la Torá nos
recuerda que es nuestra la elección retornar al
Creador y a nuestra conexión
permanente con Él.
La
porción
continúa:
"Tomad cuenta de cada cabeza de toda la congregación de los
hijos de Israel" (Números 1:2) un "conteo de cabezas"
("levantar la cabeza" en el texto hebreo original) que
según nuestros Sabios representa cuán preciosa es cada alma para
nuestro Creador, y "levantar las cabezas" a Él es como nos
hacemos conscientes de ello. ¿Cómo podría no ser así? ¿Cómo
podríamos concebir el
Amor
de
Dios
sin que
ame
toda Su Creación? Cuando miramos alrededor y vemos la perfección de
esta,
nos damos cuenta de que lo que la hace imperfecta es la manera cómo
la concebimos nosotros, y la manera cómo nos relacionamos con ella y
con nuestro prójimo. Después del censo se menciona la forma en que
las Tribus acampan cada vez que se detienen en su travesía en el
desierto: "Los hijos de Israel acamparán, cada hombre según su
división con los estandartes de las casas de sus padres, a cierta
distancia del Tabernáculo ellos acamparán" (2:2)
Las
Tribus representan cualidades que, combinadas en el Servicio Divino,
cumplen la misión para la que Israel es elegido para ser y hacer.
Esas
cualidades son las bendiciones que recibieron de su padre Jacob y de
Moisés (Génesis 49:3-27, Deuteronomio 33:6-29), tal como está
escrito: "Todos estos son las doce Tribus de Israel, y esto fue
lo que su padre les habló a ellos, y los bendijo a cada uno, según
su bendición él los bendijo.” (Génesis 49:28) Estas bendiciones
son las cualidades que elevamos a Dios con la misión de crear un
espacio para que Él more en este mundo. Judá, que ha abarcado todas
las Tribus de Israel por más de dos mil años como la Tribu
elegida
para traer la Redención al mundo, está simbólicamente representada
por un león y una piedra preciosa que resplandece en la oscuridad,
Luz en las tinieblas del mundo.
Al
describir la forma en que las Tribus acampan alrededor del
Tabernáculo, Leví no es mencionada por ninguna parte porque su
espacio no está en el campamento (conciencia material) sino con
Dios: "Y he aquí, que Yo he tomado a los levitas de entre los
hijos de Israel... y los levitas serán Míos". (Números 3:12)
Como mencionamos en comentarios sobre el libro de Levítico, el Sumo
Sacerdote como parte de la Tribu de Leví representa nuestra
conciencia superior siempre cercana al
Creador.
La idea de la forma en que las Tribus acampan es que todas deben
estar unidas en torno a un centro, el Tabernáculo, y cerca de
quienes sirven en él, que son los levitas asentados en torno a sus
predios. La misión de los levitas es enfatizada al ser contados
separadamente como parte de Dios, porque son quienes dirigen nuestra
conciencia a Sus dominios.
Nuestros
Sabios enseñan que Leví y sus descendientes fueron bendecidos por
su padre con el fin de ser maestros para sus hermanos: "Yo los
dividiré en Jacob, y los dispersaré en Israel" (Génesis 49:7)
resguardando además la paz entre todos: "Y los levitas
asentarán sus tiendas alrededor del Tabernáculo del testimonio. Y
no haya ira sobre la congregación de los hijos de Israel, y los
levitas estarán a cargo del Tabernáculo del testimonio"
(Números 1:53) La porción
concluye
con instrucciones al Sumo Sacerdote y sus hijos sobre sus deberes
dentro del Tabernáculo, y a quienes lo cargarán cuando se desplacen
en el desierto: "Aarón y sus hijos vendrán primero y asignarán
a cada hombre individualmente su tarea y su carga." (4:19)
Con
esto aprendemos que cada aspecto de la conciencia sirve como vasija
de los atributos del
Creador
y serán contados de acuerdo a sus cualidades particulares, ya sean
pensamientos, emociones, lenguaje, actos, sentimientos, pasiones o
instintos, tal como es mencionado más adelante en la parshat
Nasó:
"Según el Mandamiento del Eterno ellos serán asignados por la
mano de Moisés, cada uno para su servicio, y para su carga; ellos
también fueron contados, como el Eterno lo ordenó a Moisés"
(4:49)