"Si
anduviereis en
Mis estatutos [bejukotai]..."(Levítico
26:3). Nuestros Sabios dicen en el Talmud (Avodá Zará 5a) que
debemos entender que la palabra si no
debe tomarse en su sentido condicional sino como una petición de
Dios: "Si tan sólo siguiereis Mis Mandamientos...". En el
contexto de en
Mis estatutos,
estos representan aquello que nos hace imagen y semejanza de Dios,
aquello que es Su Esencia, y que aquí llamamos el Amor de Dios. Esto
es lo que nos une a Él, y es nuestra elección
ejercer esa sagrada identidad. Esos estatutos son los caminos y
atributos del Creador, de los que podemos estar completamente
conscientes cuando elevamos nuestra conciencia a ese principio
fundamental. Los efectos de ser y manifestar los modos y atributos de
Amor son Sus bendiciones: "Y los árboles del campo darán su
fruto" (26:3)
Rashi
entiende este versículo como una promesa Divina para el futuro en
tiempos mesiánicos, diciendo que entonces "cada árbol de
acuerdo a su especie dará frutos comestibles". La pregunta es,
¿cuándo se cumplirá esa promesa? Todo parece ser condicional en
este mundo material excepto la Esencia que lo creó y lo sustenta, y
eso lo vemos claramente en la naturaleza: el aire, la lluvia, el sol
y la tierra no nos imponen condiciones para beneficiarnos de ellos.
Así es como se manifiesta el Amor de Dios, y por ello tenemos que
seguir Sus caminos. El resto es condicional en este mundo y somos
nosotros quienes imponemos las condiciones, usualmente cuando
perseguimos un interés o conveniencia personal en vez del bienestar
colectivo, incluidos nosotros.
En
un sentido más profundo, este versículo quiere decir que cuando
ejercemos el Amor de Dios como nuestra identidad en cada aspecto de
la conciencia, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e
instintos, estos dan sus frutos en todo lo que manifiestan. Ya hemos
dicho que Amor es la causa y el efecto, y ese es el mensaje interior
del versículo. Por lo tanto la única condición, la frase "si
lo haces", implica que depende de nosotros retornar a nuestra
Esencia e identidad, y no de Dios. Cuando hacemos la elección
permitimos que la promesa Divina se cumpla aquí y ahora. Entonces el
Amor de Dios como Redentor se manifestará con todo poder con Sus
bendiciones (26:4-13), de las que destacamos: "Y caminaré entre
vosotros, y Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis Mi pueblo".
(26:11)
La
porción prosigue señalando los efectos condicionales de elegir
la agenda de ego y rechazar Amor como nuestra verdadera identidad
(26: 14-41,43) y aunque estas consecuencias están detalladas como
maldiciones aparentemente "impuestas" a nosotros por el
Creador por no seguir Sus Mandamientos, estas son las obvias
consecuencias de separarnos del Creador. La Torá lo deja
suficientemente claro: "(…) y ellos pagarán el castigo por su
iniquidad (…)" (26:43), ya que nuestras transgresiones
son nuestra elección,
y no de Dios. Es interesante indicar que, aunque se encuentra entre
las "maldiciones" en el versículo 42, esto no es una de
ellas: "Entonces habré de recordar Mi Pacto con Jacob, y
también Mi Pacto con Isaac, y también Mi Pacto con Abraham Yo
recordaré, y Yo recordaré la Tierra". Y luego continúa: "Y
aun por todo ello, cuando ellos estén en la tierra de sus enemigos
Yo no los rechazaré, ni los aborreceré para destruirlos
completamente, ni romperé Mi Pacto con ellos porque Yo soy el Eterno
su Dios".
Esto
otra vez nos muestra claramente que el Amor de Dios nunca ha estado
separado y nunca lo estará de nosotros porque Él nos creó y nos
sustenta, a pesar de nuestra elección de separarnos de Él. Amor es
nuestro vínculo con Dios, es nuestro Pacto, simplemente porque Él
es el Eterno nuestro Dios. El resto de la porción, que es el
capítulo final del tercer libro de la Torá, termina con detalles
que representan nuestro completo y total compromiso con los caminos y
atributos de Dios, en cómo nos relacionamos con Él y con nuestro
prójimo. Este capítulo menciona de manera simbólica que no podemos
cambiar nuestra intención y disposición de hacer lo que es sagrado,
correcto y apropiado cuando ofrecemos nuestros sacrificios, las
ofrendas mediante las cuales seguimos los caminos y atributos del
Creador.