Nasó continúa
con la cuenta de cabezas de la Tribu de Leví y sus tareas en el
Tabernáculo, y después que este censo concluye "como lo ordenó
el Eterno" (Números 4:49) Esta porción se refiere a tres
situaciones como la lepra (tzaraat),
la infidelidad (sotá)
y la dedicación total (nazir)
al Servicio Divino. En el primer caso se trata de un recordatorio de
que el metzorá (ver
nuestro comentario sobre la parshat Metzorá) debe ser expulsado de
la comunidad: "Tanto hombre como mujer serán expulsados, y
deberán ser enviados fuera del campamento, para que no corrompan
vuestros predios en los que Yo habito entre [en]
ellos."
(5:3) Nuevamente es reiterado que el Creador no cohabita con nada
diferente a Sus caminos y atributos, y que nuestro apego a estos debe
ser permanente.
Si
elegimos vivir en ilusiones como la maledicencia, el orgullo, la
ambición, la avaricia, y patrones de conducta negativos, con la
lepra que representan, somos nosotros quienes nos expulsamos de la
Unidad que representa Dios y Su Pueblo. Enfaticemos una vez más que
no somos víctimas de venganza o represalia por las transgresiones
que cometemos, sino que son la consecuencia directa de nuestras
acciones. El Amor de Dios no nos expulsa por nuestras decisiones
negativas, somos nosotros los que nos separamos de Él cuando
perseguimos las fantasías e ilusiones de ego. Amor, como la
manifestación material del Amor de Dios, siempre mora con nosotros
cuando seguimos Sus caminos y atributos.
Aquí
decimos que Amor es cuestión de confianza, y esta surge de la
lealtad y la fidelidad. También decimos que Dios e Israel están
unidos en matrimonio, y este como tal se sostiene en confianza,
lealtad y fidelidad. "Cuando un hombre o mujer cometa cualquier
transgresión contra su prójimo actuando traicioneramente con Dios
(…)" (5:6), dice claramente que una transgresión contra
nuestro prójimo, hombre o mujer, es una transgresión directa contra
Dios. También reitera que es el Sumo Sacerdote quien realiza la
expiación, ya que está a cargo de elevar nuestras cualidades y
acciones para convertirlos en vasijas de la voluntad del Creador.
Esto, una vez confesemos (reconozcamos) y restituyamos o compensemos
a las víctimas del daño causado por nuestra conducta negativa.
Hemos indicado que respecto a transgresiones nuestros Sabios dicen
que "una persona no peca a menos que un espíritu de locura
entre en ella" (Talmud, Sotá 3a), y esto nos enseña que
tenemos que estar constantemente vigilantes contra aquello que nos
seduce a la ilusión y las tendencias negativas de la conciencia.
Nasó prosigue
con las leyes del nazir,
persona que se dedica enteramente al Servicio Divino, ya sea temporal
o permanentemente (6:2-21) y luego declara uno de los pasajes más
importantes de la Torá: "Háblale a Aarón y sus hijos,
diciendo: 'Esta es la manera en la que bendeciréis a los hijos de
Israel, diciéndoles: Que
el Eterno te bendiga y te cuide. Ilumine el Eterno Su rostro sobre ti
y te muestre Gracia. Eleve el Eterno Su rostro sobre ti y Te conceda
paz'.
Y pondrán ellos Mi Nombre sobre los hijos de Israel, y Yo los
bendeciré". (6:23-27) Otra vez, es el Sumo Sacerdote, nuestra
conciencia de conexión permanente con Dios, el investido con el
sublime Mandamiento de bendecir a Israel. Él es la vasija que
integra todas nuestras cualidades individuales y colectivas, nuestros
potenciales para cumplir la misión de crear un lugar para que el
Creador more en el mundo.
Pongamos
estas bendiciones en el contexto del Amor de Dios: "Que Amor
Divino te bendiga (haciéndote ser y manifestar bondad) y te cuide
(que esta bondad te proteja). Ilumine Amor Divino Su rostro sobre ti
(manifestándose en ti e irradiando en ti) y te muestre Gracia (que
lo que hagas, como Su manifestación, sea un acto de Gracia para ti
mismo). Eleve Amor Divino Su rostro sobre ti (elevándote a Él tal
como Él eleva Su manifestación en ti) y te conceda paz (haciéndote
Uno con Él)". Estas bendiciones también son recibidas por
quienes ponen el Nombre del Eterno sobre los hijos de Israel: "(…)
y Yo los bendeciré", refiriéndose a los Sacerdotes, lo cual
significa que nuestra conciencia de conexión permanente con el Amor
de Dios es también bendecida cuando es bendecido cada aspecto de
nuestra conciencia y su cualidad para servirlo a Él.
Es
interesante notar que este pasaje termina con el siguiente versículo:
"Y aconteció que el día en que Moisés concluyó la dedicación
del Tabernáculo, él lo ungió, lo santificó, al igual que todas
sus vasijas; y el Altar y todas sus vasijas” (7:1) Como vemos, las
bendiciones sacerdotales son la culminación de la dedicación del
más alto nivel de conciencia, el Tabernáculo, como nuestra conexión
y unidad permanente con el Creador. La porción prosigue con las
ofrendas presentadas por los líderes de Israel a nombre de sus
respectivas Tribus. Las ofrendas detalladas (todas exactamente
iguales) de cada una están mencionadas doce veces. ¿Por qué se
mencionan doce veces si todas son las mismas? Nuestros Sabios
explican que, aunque eran idénticas, cada una fue presentada con la
manera particular de cada Tribu. Esto enfatiza el hecho de que cada
Tribu es diferente, tal como son diversas cada una de nuestras
cualidades individuales. No importa qué tan distintos seamos, todos
poseemos nuestros propios talentos y habilidades, que combinados en
unidad nos convierten en las vasijas perfectas para ser llenadas con
los atributos de Amor, con el único propósito de revelar la
Presencia de Dios e iluminar con ella el mundo.