“Cuando salgas (ki teitzei) a combatir tus enemigos y el Eterno tu Dios te los entregue en tus manos” (Deuteronomio 21:10) Este versículo nos hace reflexionar el hecho de que, para reclamar y poseer la Tierra Prometida, tenemos que derrotar a nuestros enemigos si ellos amenazan con destruirnos. De ahí que debamos subyugarlos para hacerlos cooperar en las tareas que nos esperan cuando ocupemos esa Tierra. Como podemos ver, hay enemigos que debemos erradicar completamente y enemigos que debemos someter, y redirigirlos para servir en nuestra misión y propósito en la vida. Nuestros Sabios dicen que un buey salvaje puede destruir o construir un campo, y la diferencia entre ambos es una yunta. El buey salvaje típicamente representa el ego, el campo es la vida y el mundo, y la yunta son los Mandamientos de la Torá que nosotros llamamos los caminos y atributos del Amor de Dios. Pero nosotros tenemos una conciencia multidimensional que abarca algo más que un ego. Intelecto, mente emociones, pasiones e instintos también necesitan ser dirigidos y guiados bajo la yunta de Amor.
Aquí los llamamos las vasijas vacías en espera de ser llenadas con los modos y atributos de Amor, los cuales son su propia ética. Esto quiere decir que, cuando confrontamos el mundo y sus ilusiones materiales, tenemos que hacerlo a través de Amor. Con esa percepción estamos conectados al Amor de Dios que es lo que nos crea y nos sustenta. Es en este contexto que el Eterno entrega nuestros enemigos en nuestras manos. Toda la Torá y las escrituras hebreas que definen el judaísmo tratan de ética, porque es ética lo que define los caminos y atributos de nuestro Creador. Nuestros Sabios dicen que Dios pasa por alto nuestros pecados contra Él, pero no aquellos contra nuestro prójimo, cuando citan los versículos: “Si pecas, ¿cómo le perjudicas a Él? Si tus transgresiones aumentasen, ¿qué le harás tú a Él? Si eres justo, ¿con ello qué le das a Él? ¿Qué podría Él recibir de tu mano?” (Job 35:6-7) Es en el mundo material donde cumplimos Su voluntad a través de la manera como nos relacionamos unos con otros, y con toda la Creación.
En esta porción leemos muchos de los Mandamientos de la Torá, todos relacionados a la manera como enfrentamos a nuestros enemigos y como tratamos al prójimo. “No verás el buey de tu hermano o su cordero perdidos, ni te retirarás de ellos: precisamente los devolverás a tu hermano” (Deuteronomio 22:1) Esto claramente se refiere no sólo a proteger las posesiones materiales de nuestro prójimo, sino también a nuestra responsabilidad de hacerlo consciente de las consecuencias de su descuido al dejar que sus deseos y emociones estén fuera de control. “No ararás con buey y asno juntos. No vestirás tejidos combinados, lana y lino juntos” (22:10-11), no debemos mezclar ego y humildad, por el simple hecho de que no combinan.
Como ya hemos indicado antes, hay rasgos y cualidades que conforman nuestra conciencia. Es nuestro deber llenarlos todos con los modos y atributos de Amor, como la única manera de hacerlos trabajar en armonía. Pensamientos buenos y positivos son los mejores guías de nuestras emociones. Regocijo, júbilo y felicidad son la mejor motivación para hacer buenos actos con nuestras palabras y acciones. En cualquier cosa que concibamos, pensemos, sintamos, hablemos y actuemos, solamente usemos las semillas correctas, los animales apropiados, y las vestiduras adecuadas.
Es precisamente la ética de Amor no mezclarse con nada diferente a sus caminos y atributos. En este sentido no dar ninguna oportunidad a las fantasías e ilusiones de ego: “No procurarás su paz ni su prosperidad jamás en ninguno de tus días” (23:7), “porque el Eterno tu Dios camina en medio de tu campo para salvarte, y para entregarte tus enemigos ante ti; por lo tanto tu campo será sagrado, para que Él no vea nada indigno en ti y no te dé la espalda” (23:15) También se nos recuerda acerca de los efectos de la maledicencia: “Recordarás lo que el Eterno tu Dios hizo a Miriam en el camino cuando saliste de Egipto” (24:9)
La porción termina con más enseñanzas éticas: “No tendrás en tu casa medidas diversas, una grande y una pequeña. Pesas perfectas y justas tendrás; una medida justa y perfecta tendrás, para que tus días se prolonguen en la Tierra que el Eterno tu Dios te da” (25:14-15) Amor no permite dobles medidas porque Amor es su medida justa y perfecta, la Esencia que nos sustenta y prolonga nuestros días en la vida que el Eterno nos da con Su Amor. Amor es la verdadera medida de todas las cosas, porque el Amor de Dios las crea y las sustenta a todas. Y es esta la ética de Amor.
Aquí los llamamos las vasijas vacías en espera de ser llenadas con los modos y atributos de Amor, los cuales son su propia ética. Esto quiere decir que, cuando confrontamos el mundo y sus ilusiones materiales, tenemos que hacerlo a través de Amor. Con esa percepción estamos conectados al Amor de Dios que es lo que nos crea y nos sustenta. Es en este contexto que el Eterno entrega nuestros enemigos en nuestras manos. Toda la Torá y las escrituras hebreas que definen el judaísmo tratan de ética, porque es ética lo que define los caminos y atributos de nuestro Creador. Nuestros Sabios dicen que Dios pasa por alto nuestros pecados contra Él, pero no aquellos contra nuestro prójimo, cuando citan los versículos: “Si pecas, ¿cómo le perjudicas a Él? Si tus transgresiones aumentasen, ¿qué le harás tú a Él? Si eres justo, ¿con ello qué le das a Él? ¿Qué podría Él recibir de tu mano?” (Job 35:6-7) Es en el mundo material donde cumplimos Su voluntad a través de la manera como nos relacionamos unos con otros, y con toda la Creación.
En esta porción leemos muchos de los Mandamientos de la Torá, todos relacionados a la manera como enfrentamos a nuestros enemigos y como tratamos al prójimo. “No verás el buey de tu hermano o su cordero perdidos, ni te retirarás de ellos: precisamente los devolverás a tu hermano” (Deuteronomio 22:1) Esto claramente se refiere no sólo a proteger las posesiones materiales de nuestro prójimo, sino también a nuestra responsabilidad de hacerlo consciente de las consecuencias de su descuido al dejar que sus deseos y emociones estén fuera de control. “No ararás con buey y asno juntos. No vestirás tejidos combinados, lana y lino juntos” (22:10-11), no debemos mezclar ego y humildad, por el simple hecho de que no combinan.
Como ya hemos indicado antes, hay rasgos y cualidades que conforman nuestra conciencia. Es nuestro deber llenarlos todos con los modos y atributos de Amor, como la única manera de hacerlos trabajar en armonía. Pensamientos buenos y positivos son los mejores guías de nuestras emociones. Regocijo, júbilo y felicidad son la mejor motivación para hacer buenos actos con nuestras palabras y acciones. En cualquier cosa que concibamos, pensemos, sintamos, hablemos y actuemos, solamente usemos las semillas correctas, los animales apropiados, y las vestiduras adecuadas.
Es precisamente la ética de Amor no mezclarse con nada diferente a sus caminos y atributos. En este sentido no dar ninguna oportunidad a las fantasías e ilusiones de ego: “No procurarás su paz ni su prosperidad jamás en ninguno de tus días” (23:7), “porque el Eterno tu Dios camina en medio de tu campo para salvarte, y para entregarte tus enemigos ante ti; por lo tanto tu campo será sagrado, para que Él no vea nada indigno en ti y no te dé la espalda” (23:15) También se nos recuerda acerca de los efectos de la maledicencia: “Recordarás lo que el Eterno tu Dios hizo a Miriam en el camino cuando saliste de Egipto” (24:9)
La porción termina con más enseñanzas éticas: “No tendrás en tu casa medidas diversas, una grande y una pequeña. Pesas perfectas y justas tendrás; una medida justa y perfecta tendrás, para que tus días se prolonguen en la Tierra que el Eterno tu Dios te da” (25:14-15) Amor no permite dobles medidas porque Amor es su medida justa y perfecta, la Esencia que nos sustenta y prolonga nuestros días en la vida que el Eterno nos da con Su Amor. Amor es la verdadera medida de todas las cosas, porque el Amor de Dios las crea y las sustenta a todas. Y es esta la ética de Amor.