Esta porción se llama Re’eh, usualmente traducida como “ve”. Hemos dicho muchas veces que nuestros Sabios nos enseñan que ver es saber, y conocimiento es lo que necesitamos en nuestra búsqueda del Creador y Su Amor. Así nos hacemos conscientes de las decisiones que tomamos: “Ve (re'eh), yo [Moisés] pongo hoy ante vosotros [la] bendición y [la] maldición” (Deuteronomio 11:26) Elegimos basándonos en lo que sabemos. En su sabiduría la Torá nos recuerda que en la vida estamos tomando decisiones en cada momento, ya sea con o sin previo conocimiento. Aprendemos de la experiencia, mediante prueba y error, falso y verdadero, correcto e incorrecto. Los humanos somos empíricos por naturaleza. Aprendemos de las decisiones que tomamos y es así como adquirimos conocimiento y sabiduría.
Cuando concebimos y vivimos el Amor de Dios sabemos que las mejores decisiones que tomamos son las relacionadas con Sus caminos y atributos, las cuales son la bendición. Ese es el mensaje primordial de todas las Escrituras Hebreas, y en particular de Re’eh. Tenemos que elegir ser y manifestar los caminos y atributos de Amor con el fin de estar siempre apegados al Amor de Dios, y mantener el constante conocimiento de nuestra Unidad con Él. Maldición es la consecuencia de nuestra decisión de vivir en las ilusiones y fantasías del mundo material.
Elegir bendición implica erradicar completamente lo que nos separa de nuestro Creador: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las gentes que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol espeso” (12:2) Esto significa que debemos limpiar expresiones y cualidades negativas en todos los niveles de la conciencia. Esta es la guerra que debemos librar para conquistar la Tierra Prometida.
“Porque vosotros sois un pueblo sagrado para el Eterno vuestro Dios, y el Eterno os ha escogido para ser Su propio Tesoro entre todos los pueblos que están sobre la faz de la Tierra” (14:2) Una vez logramos este conocimiento nos convertimos en la bendición de Amor Divino, y todo esto comienza cuando hacemos la elección entre bendición y maldición. La porción continúa con Moisés recordándonos no comer animales inmundos, los cuales también representan los aspectos inferiores de la conciencia. No debemos traer a nuestra conciencia nada que no sea positivo, constructivo y edificante.
Nuestros Sabios místicos dicen que todas las cosas en la Creación contienen chispas de Divinidad porque todo emana del Creador, y nuestra tarea es revelar esas chispas al santificarlas. Este proceso ocurre cuando bendecimos los alimentos antes y después de comerlos. También cuando usamos cualquier cosa, inclusive piedras, como medios para santificar el Nombre de Dios. En su sabiduría nuestros Sabios enseñan que todo en la Creación existe con el único propósito de glorificar al Creador.
Cuando revelamos Amor ocultado en las tinieblas del egoísmo y la avaricia, nos damos cuenta que Amor es infinitamente abundante como la Luz que no disminuye después de haber sido compartida con otros. Entonces el momento de nuestro mayor regocijo es cuando compartimos la abundancia de Amor con aquellos en espera de revelar Amor ocultado en sus vidas: “Cuando hubiere en ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en tu tierra que el Eterno tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre: Mas abrirás a él tu mano generosamente, y en efecto le prestarás lo que basta, lo que hubiere menester” (15:7-8)
Amor es nuestra más grande necesidad y nuestra mayor satisfacción. Todo lo que somos y tenemos proviene del Creador, tal como nos lo recuerda el salmista: “Porque todo viene de Ti, y de Tu propia mano te damos” (I Crónicas 29:14)
La porción termina con este versículo: “Cada hombre traerá tanto como pueda, de acuerdo a la bendición del Eterno tu Dios, que Él te ha dado” (Deuteronomio 16:17) Nuestros Sabios se preguntan: “¿Quién es rico? Aquel que está contento [satisfecho] con su porción” (Pirké Avot 4:1), y algunos dicen que la “porción” no es necesariamente lo que somos o lo que tenemos, sino nuestra relación individual con Dios. Entre más tengamos y seamos Su Amor, más estaremos conectados con Él. Entre más amamos, más estaremos revelando Su Gloria. Por lo tanto, damos de acuerdo a la bendición que Él nos ha dado, y la más grande bendición es Su Amor.
Cuando concebimos y vivimos el Amor de Dios sabemos que las mejores decisiones que tomamos son las relacionadas con Sus caminos y atributos, las cuales son la bendición. Ese es el mensaje primordial de todas las Escrituras Hebreas, y en particular de Re’eh. Tenemos que elegir ser y manifestar los caminos y atributos de Amor con el fin de estar siempre apegados al Amor de Dios, y mantener el constante conocimiento de nuestra Unidad con Él. Maldición es la consecuencia de nuestra decisión de vivir en las ilusiones y fantasías del mundo material.
Elegir bendición implica erradicar completamente lo que nos separa de nuestro Creador: “Destruiréis enteramente todos los lugares donde las gentes que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol espeso” (12:2) Esto significa que debemos limpiar expresiones y cualidades negativas en todos los niveles de la conciencia. Esta es la guerra que debemos librar para conquistar la Tierra Prometida.
“Porque vosotros sois un pueblo sagrado para el Eterno vuestro Dios, y el Eterno os ha escogido para ser Su propio Tesoro entre todos los pueblos que están sobre la faz de la Tierra” (14:2) Una vez logramos este conocimiento nos convertimos en la bendición de Amor Divino, y todo esto comienza cuando hacemos la elección entre bendición y maldición. La porción continúa con Moisés recordándonos no comer animales inmundos, los cuales también representan los aspectos inferiores de la conciencia. No debemos traer a nuestra conciencia nada que no sea positivo, constructivo y edificante.
Nuestros Sabios místicos dicen que todas las cosas en la Creación contienen chispas de Divinidad porque todo emana del Creador, y nuestra tarea es revelar esas chispas al santificarlas. Este proceso ocurre cuando bendecimos los alimentos antes y después de comerlos. También cuando usamos cualquier cosa, inclusive piedras, como medios para santificar el Nombre de Dios. En su sabiduría nuestros Sabios enseñan que todo en la Creación existe con el único propósito de glorificar al Creador.
Cuando revelamos Amor ocultado en las tinieblas del egoísmo y la avaricia, nos damos cuenta que Amor es infinitamente abundante como la Luz que no disminuye después de haber sido compartida con otros. Entonces el momento de nuestro mayor regocijo es cuando compartimos la abundancia de Amor con aquellos en espera de revelar Amor ocultado en sus vidas: “Cuando hubiere en ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en tu tierra que el Eterno tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre: Mas abrirás a él tu mano generosamente, y en efecto le prestarás lo que basta, lo que hubiere menester” (15:7-8)
Amor es nuestra más grande necesidad y nuestra mayor satisfacción. Todo lo que somos y tenemos proviene del Creador, tal como nos lo recuerda el salmista: “Porque todo viene de Ti, y de Tu propia mano te damos” (I Crónicas 29:14)
La porción termina con este versículo: “Cada hombre traerá tanto como pueda, de acuerdo a la bendición del Eterno tu Dios, que Él te ha dado” (Deuteronomio 16:17) Nuestros Sabios se preguntan: “¿Quién es rico? Aquel que está contento [satisfecho] con su porción” (Pirké Avot 4:1), y algunos dicen que la “porción” no es necesariamente lo que somos o lo que tenemos, sino nuestra relación individual con Dios. Entre más tengamos y seamos Su Amor, más estaremos conectados con Él. Entre más amamos, más estaremos revelando Su Gloria. Por lo tanto, damos de acuerdo a la bendición que Él nos ha dado, y la más grande bendición es Su Amor.