domingo, 29 de agosto de 2010

Parshat Nitzavim-Vayalej: La Redención de Amor

Maimónides decía que el Primer Templo fue destruido por el asesinato, el incesto y la idolatría; que el Segundo Templo fue destruido por el odio gratuito, y que el Tercer Templo será construido cuando nos amemos unos a otros. Somos verdaderamente redimidos cuando cuidamos unos de otros como nos ha sido encomendado: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, [porque] Yo soy el Eterno” (Levítico 19:18)

Aquí hemos dicho que toda la Creación es una emanación del Amor de Dios y sustentada por Él. También decimos que, siendo una emanación de Amor Divino y mantenida por Él, la Creación consecuentemente es una manifestación del Amor de Dios. Por lo tanto tenemos que entender la Creación, incluidos nosotros, como una manifestación Divina. Esto es lo que somos, nada más y nada menos. Sólo tenemos que asimilar esa Verdad en todos los niveles de nuestra conciencia. Amor es lo que somos y Amor es lo que manifestamos cuando estamos completamente conscientes de esa Verdad.


Esta doble porción de la Torá comienza con el versículo “Vosotros estáis todos de pié (nitzavim) hoy ante el Eterno vuestro Dios (…)” (Deuteronomio 29:9) y el mensaje es enfatizado en todos los aspectos del Pueblo Escogido, “cada hombre de Israel” (29:9) Nuestros Sabios enseñan que Israel tiene una identidad multifacética que virtualmente abarca cada cualidad potencialmente positiva, y posee esta diversidad no como cualidades que nos hacen diferentes unos de otros (ricos, pobres, artistas, pastores, sabios, ignorantes, forasteros, leñadores, aguateros, etc., etc.) sino como cualidades que nos unen para cuidar unos de otros: “Todo Israel es garante para cada uno" (Talmud, Shavuot 39a) simplemente por el hecho de que somos hijos del mismo Padre que nos ordena amarnos unos a otros así como Él nos ama a nosotros y a toda Su Creación. 

Redención es la invitación a amarnos unos a otros, porque cuando todos cuidamos de todos de hecho estamos redimidos. Así entendemos la Creación como un acto de Amor, y con Amor nos relacionamos con el Creador, con Su Creación, y unos con otros. Esto lo hacemos en la Unidad evocada cuando estamos de pié todos ante nuestro Padre para abrazar Su Pacto (Deuteronomio 29:11) Esta Redención es completamente entendida con relación a nuestro exilio en las tinieblas de las ilusiones de ego: “Porque sabéis cómo vivimos en la tierra de Egipto, y cómo atravesamos entre las naciones por las que pasamos” (29:15), y debemos tener en cuenta que los caminos y atributos de Amor no conviven con fantasías ni ilusiones materialistas.


Una vez más se nos recuerda que vivimos por las decisiones que tomamos (29:18-19) y sus consecuencias: “Porque fueron y sirvieron a otros dioses, prostrándose ante ellos, dioses que no conocían y que ninguna cosa les habían dado” (29:25) Podemos aprender de este versículo que lo que verdaderamente conocemos es el Amor de nuestro Padre que nos creó y nos sustenta, porque esa es nuestra Verdad. Lo que no conocemos realmente es la oscuridad de las ilusiones de ego, los “dioses” que el Amor de Dios no nos ofrece porque no son parte de Su Verdad. Y lo que desconocemos es asunto del Creador: “Las cosas ocultas pertenecen al Eterno nuestro Dios, pero las reveladas se aplican a nosotros y a nuestros hijos para siempre: porque debemos cumplir todas las palabras de esta Torá” (29:28)


En el momento más oscuro sabemos que podemos volver a nuestro Creador, a nuestra Esencia, porque Él siempre está aquí y ahora para nosotros como el mismo aire que respiramos: “y volverás al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y escucharás Su voz (…), entonces el Eterno tu Dios traerá tus exiliados, y tendrá compasión de ti. Él una vez más te recogerá de todas las naciones” (30:2) Amor es nuestra Redención porque como manifestación material del Amor de Dios es nuestra Esencia y verdadera identidad. Necesitamos esta Verdad para dispersar todas las tinieblas, el prepucio que no nos deja verla: “el Eterno tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus hijos, [para que tú puedas] amar al Eterno tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, por amor a tu vida” (30:6) Así es, por amor a nuestra vida, porque el Amor de Dios crea y sustenta la vida con todas Sus bendiciones (30:9)

En la oscuridad de las ilusiones materialistas perecemos, y en las bendiciones de Amor vivimos: “He puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; y escogerás la vida para que tú y tus descendientes vivan, para amar al Eterno tu Dios, para escuchar Su voz, y apegarse a Él. Porque Él es tu vida y la largura de tus días (…)” (30:19-20) porque el Creador es nuestra vida.


“En toda su aflicción [de Israel] Él se ha afligido, y el Ángel de Su Presencia los salvó; en Su Amor y en Su compasión Él los redimió; y Él los concibió, y los cargó a todos hasta su vejez” (Isaías 63:9) y estas palabras solamente pueden venir del más grande Amor de todos, el Amor de Dios. El Único que puede redimirnos de las tinieblas que hemos creado en el mundo. Y aún sigue a la espera de que retornemos a Él.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.