miércoles, 28 de julio de 2010

Una reflexión sobre la debilidad y el dolor

Este pasado 15 de julio fui sometido a una operación de cuádruple puente coronario en el hospital Rambam de Haifa. Todo ocurrió muy, muy rápido, lo cual debería considerar como una bendición; aunque tuve suficiente tiempo "lento" para reflexionar sobre toda esa experiencia. La principal reflexión surgió de la abrumadora debilidad como resultado de la operación. Es en esta debilidad en la que verdaderamente asimilé algunos de los principios del judaísmo que creemos entender, pero no tanto como deberíamos.

En la debilidad nos damos cuenta que la fuerza es la que nos mantiene vivos y no en el desamparo ni en la carencia. La debilidad se convirtió para mí en el catalizador para darme cuenta que la vasija que soy estaba casi vacía; y consecuentemente comencé a pensar sobre quién creó la vasija, cómo la llena, y con qué la llena. Reflexionar sobre esto me hizo vivir, no sólo en carne propia sino en todos los niveles de la conciencia,
que yo era una ilusión creada por una ilusión de mí mismo. No importa cuánto intente o trate de acercarme a quien me creó, lo hago en medio de la ilusión que me separa de Él.

Se trató más de debilidad que de dolor. A pesar de lo agobiante que puede llegar a ser, el dolor sacude; pero es la ausencia de fuerza la que nos hace conscientes de que la vida y toda la Creación están sustentadas
por nuestro Creador y por nada más. En esto incluyo todas las dimensiones y niveles de la conciencia: nada es resultado de nuestra creación sino sólo de Él. La reflexión no necesariamente me llevaba a nada en particular, sino a la realización de que sólo Dios es. Esta realización abarca todas las posibles concepciones éticas de la vida y la Creación, incluyendo la conciencia de humildad que nos conduce a aceptar Su voluntad, la Única que es. Toda esta reflexión fue sorprendentemente igualada por un correo que recibí después de la operación enviado por mi rabino en Chicago, donde vivía antes de hacer aliá, que me siento obligado a compartir con ustedes:

Querido Ariel,

Está escrito en el libro de Isaías: "Mis pensamientos no son tus pensamientos y Mis caminos no son tus caminos"
(1). En últimas, la persona religiosa acepta la realidad de que somos nosotros los creados y que Él es el Creador. Somos nosotros los finitos y que Él es infinito. Vivimos dentro de nuestro tiempo, mientras que Él conoce el tiempo de principio a fin. Debemos aceptar esto como lo hizo Moisés; somos nosotros los reverentes, los sirvientes de Dios. Yo he enfrentado la muerte en mi propia vida. Me sometieron a una operación que los médicos creían que no iba a sobrevivir. A mis hijos les dijeron que avisaran a mi familia extensa que yo no sobreviviría. Recuerdo con nitidez cuando me llevaban en silla de ruedas al quirófano. Estaba sereno. Me puse en las manos de Dios y simplemente me calmé. Dios, EL BIEN, determinaría mi destino.

El judaísmo exige que vivamos como si no existiera Dios. Debemos dirigir nuestras vidas y no simplemente rezar pidiendo la intervención Divina. Aun así, hay momentos en que hemos hecho lo mejor en nuestro nivel, y no hay nada más que podamos hacer. En esos momentos caemos en las manos de Dios sabiendo que Él hará con nosotros lo que crea conveniente de acuerdo a Su plan eterno de Creación. Ariel, cálmate. Dios en Su sabiduría determinará tu futuro. "El Eterno es mi pastor, nada me ha de faltar"
(2). Esto es verdad, yo lo sé en mi corazón y en mi alma. Deja que el Pastor te cuide a Su manera.

Refuah Shlema.

Rabino Phil Lefkowitz


Como lo dijo el rabino, somos la invención del Creador, no la nuestra. Y nuestras vidas, ya sea en debilidad o fortaleza, están en Sus amorosas manos.
(1) Isaías 55:8
(2) Salmos 23:1

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.