El conocimiento de Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad es el comienzo de nuestra propia iluminación: "Habla a Aarón y dile a él: ''Cuando enciendas (behaaloteja) las lámparas, las siete lámparas deberán resplandecer su luz hacia la cara (el centro) de la menorá [candelabro]" (Números 8:2) y el contexto es iluminarnos a nosotros mismos. Las siete lámparas contienen varios significados, al igual que los siete días de la Creación abarcan aspectos multidimensionales de la vida en su esencia material y espiritual. De la misma manera que seis días existen como preparación para el Shabat, seis lámparas están encendidas resplandeciendo hacia la del centro.
En esta "formación" no hay una "secuencia" de días porque las lámparas son extensiones del mismo candelabro hecho de una sola pieza. Igualmente cada aspecto de la vida material debe estar integrado como uno solo mirando (dirigido a) nuestra Unidad con el Creador a través de Su Amor como nexo común con Él. Esta Unidad es el resultado de un trabajo de refinación ("martillado") con el que despejamos de ilusiones materialistas todos los niveles de conciencia mediante los caminos y atributos de Amor, y hacia ellos: "(...) de su base hacia su flor era de trabajo martillado." (8:4).
Encender las lámparas es el primer paso para elevar nuestra conciencia con el propósito de cumplir la voluntad del Creador. En la iluminación de Su Amor integramos nuestros mejores pensamientos, emociones, sentimientos y pasiones para convertirlos en nuestros guías constantes cuando enfrentamos las ilusiones de los deseos materialistas de ego. "Toma a los levitas entre los hijos de Israel y límpialos." (8:6).
En este sentido tenemos que discernir lo más sublime en nosotros entre todas nuestras buenas cualidades: "Así habréis de separar a los levitas de entre los hijos de Israel, y los levitas se volverán Míos." (8:14) porque Amor, lo mejor en nosotros, pertenece a Él.
En el permanente conocimiento del Creador andamos en Sus caminos y atributos que siempre nos protegen y guardan de los peligros y contingencias de la desolación y avaricia del materialismo: "(…) y de acuerdo a la partida de la nube encima de la Tienda [Tabernáculo], y después los hijos de Israel viajarían, y en el lugar que la nube se detuviese ahí los hijos de Israel acamparían" (9:17). Esto significa que debemos estar vigilantes y advertirnos de los obstáculos y desafíos que enfrentamos en la vida que tenemos, y en la realidad material en que vivimos:
"Si vais a la guerra en vuestra tierra contra un adversario que os oprime, soplaréis una teruá (serie de soplos cortos) con las trompetas y seréis recordados ante el Eterno vuestro Dios, y así seréis salvados de vuestros enemigos" (10:9) porque en nuestro conocimiento de Amor desaparecen todos los espejismos e ilusiones: "Y era así que, cuando el Arca partía, Moisés diría 'Levántate Oh Eterno, haz que Tus enemigos sean dispersados y aquellos que Te odian huyan de Ti" (10:35).
Del mismo modo que soplamos las trompetas para mantenernos leales a los modos y atributos de Amor en tiempos de tinieblas, debemos hacer igual con los tiempos cuando celebramos nuestra conexión con el Creador: "En los días de vuestro regocijo, en vuestras festividades y en vuestras celebraciones de la luna nueva, soplaréis las trompetas por vuestras ofrendas de elevación y vuestras ofrendas de paz, y será un recordatorio ante vuestros Dios; (porque) Yo soy el Eterno vuestro Dios" (10:10).
El propósito del recordatorio en esta porción de la Torá es llamar nuestra atención sobre cómo debemos manejar los niveles inferiores de los aspectos materialistas de la vida humana: "El pueblo estaba buscando quejarse, y [aquello] era malvado en los oídos del Eterno. El Eterno oyó y Su ira ardió, y un fuego del Eterno ardió entre ellos, consumiendo los extremos del campamento" (11:1). En este contexto la añoranza de los placeres materialistas efímeros y las ilusiones de bajos deseos nos separan de la trascendencia de Amor.
Los deseos materialistas de ego no entienden las delicias de Amor, y ansían la vacuidad de aquellos: "Pero la multitud entre ellos comenzó a tener fuertes deseos. Entonces hasta los hijos de Israel otra vez comenzaron a clamar, y decían, '¿Quién nos alimentará con carne?" (11:4), "Pero ahora, nuestros cuerpos están secos, porque ya no hay nada; no tenemos nada más que ver que el maná" (11:6).
El Amor de Dios conoce la materialidad de nuestras vidas y la extensa refinación y reorientación que necesita cada aspecto de lo material para andar en Sus caminos. Esta progresión implica un proceso de experiencia con el fin de discernir entre verdad e ilusión. Esa es la razón por la que el Creador nos dotó con libre albedrío. Por lo tanto vivir en el mundo es una experiencia educativa en la que aprendemos de la "carne" del materialismo hasta que podamos diferenciar entre las tinieblas de las ilusiones de ego, y la Luz de Amor:
"Comeréis [carne] no un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes completo hasta que os salga de vuestras narices y os dé náuseas. Porque habéis despreciado al Eterno que está entre vosotros, y [porque] habéis clamado ante Él, diciendo, '¿Por qué tuvimos que salir de Egipto?'" (11:19-20).
Otra vez es nuestra elección vivir en las fantasías materialistas de ego (Egipto) o en las delicias del Amor de Dios (la Tierra Prometida), nuestra verdadera identidad. Amor conquista y supera los obstáculos y sufrimientos de la vida material. El Profeta también nos lo recuerda en la haftará para esta porción: "(…) 'Ni por fuerza militar ni por fuerza física, sino por Mi Espíritu', dice el Eterno de las multitudes." (Zacarías 4:6).
En esta "formación" no hay una "secuencia" de días porque las lámparas son extensiones del mismo candelabro hecho de una sola pieza. Igualmente cada aspecto de la vida material debe estar integrado como uno solo mirando (dirigido a) nuestra Unidad con el Creador a través de Su Amor como nexo común con Él. Esta Unidad es el resultado de un trabajo de refinación ("martillado") con el que despejamos de ilusiones materialistas todos los niveles de conciencia mediante los caminos y atributos de Amor, y hacia ellos: "(...) de su base hacia su flor era de trabajo martillado." (8:4).
Encender las lámparas es el primer paso para elevar nuestra conciencia con el propósito de cumplir la voluntad del Creador. En la iluminación de Su Amor integramos nuestros mejores pensamientos, emociones, sentimientos y pasiones para convertirlos en nuestros guías constantes cuando enfrentamos las ilusiones de los deseos materialistas de ego. "Toma a los levitas entre los hijos de Israel y límpialos." (8:6).
En este sentido tenemos que discernir lo más sublime en nosotros entre todas nuestras buenas cualidades: "Así habréis de separar a los levitas de entre los hijos de Israel, y los levitas se volverán Míos." (8:14) porque Amor, lo mejor en nosotros, pertenece a Él.
En el permanente conocimiento del Creador andamos en Sus caminos y atributos que siempre nos protegen y guardan de los peligros y contingencias de la desolación y avaricia del materialismo: "(…) y de acuerdo a la partida de la nube encima de la Tienda [Tabernáculo], y después los hijos de Israel viajarían, y en el lugar que la nube se detuviese ahí los hijos de Israel acamparían" (9:17). Esto significa que debemos estar vigilantes y advertirnos de los obstáculos y desafíos que enfrentamos en la vida que tenemos, y en la realidad material en que vivimos:
"Si vais a la guerra en vuestra tierra contra un adversario que os oprime, soplaréis una teruá (serie de soplos cortos) con las trompetas y seréis recordados ante el Eterno vuestro Dios, y así seréis salvados de vuestros enemigos" (10:9) porque en nuestro conocimiento de Amor desaparecen todos los espejismos e ilusiones: "Y era así que, cuando el Arca partía, Moisés diría 'Levántate Oh Eterno, haz que Tus enemigos sean dispersados y aquellos que Te odian huyan de Ti" (10:35).
Del mismo modo que soplamos las trompetas para mantenernos leales a los modos y atributos de Amor en tiempos de tinieblas, debemos hacer igual con los tiempos cuando celebramos nuestra conexión con el Creador: "En los días de vuestro regocijo, en vuestras festividades y en vuestras celebraciones de la luna nueva, soplaréis las trompetas por vuestras ofrendas de elevación y vuestras ofrendas de paz, y será un recordatorio ante vuestros Dios; (porque) Yo soy el Eterno vuestro Dios" (10:10).
El propósito del recordatorio en esta porción de la Torá es llamar nuestra atención sobre cómo debemos manejar los niveles inferiores de los aspectos materialistas de la vida humana: "El pueblo estaba buscando quejarse, y [aquello] era malvado en los oídos del Eterno. El Eterno oyó y Su ira ardió, y un fuego del Eterno ardió entre ellos, consumiendo los extremos del campamento" (11:1). En este contexto la añoranza de los placeres materialistas efímeros y las ilusiones de bajos deseos nos separan de la trascendencia de Amor.
Los deseos materialistas de ego no entienden las delicias de Amor, y ansían la vacuidad de aquellos: "Pero la multitud entre ellos comenzó a tener fuertes deseos. Entonces hasta los hijos de Israel otra vez comenzaron a clamar, y decían, '¿Quién nos alimentará con carne?" (11:4), "Pero ahora, nuestros cuerpos están secos, porque ya no hay nada; no tenemos nada más que ver que el maná" (11:6).
El Amor de Dios conoce la materialidad de nuestras vidas y la extensa refinación y reorientación que necesita cada aspecto de lo material para andar en Sus caminos. Esta progresión implica un proceso de experiencia con el fin de discernir entre verdad e ilusión. Esa es la razón por la que el Creador nos dotó con libre albedrío. Por lo tanto vivir en el mundo es una experiencia educativa en la que aprendemos de la "carne" del materialismo hasta que podamos diferenciar entre las tinieblas de las ilusiones de ego, y la Luz de Amor:
"Comeréis [carne] no un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes completo hasta que os salga de vuestras narices y os dé náuseas. Porque habéis despreciado al Eterno que está entre vosotros, y [porque] habéis clamado ante Él, diciendo, '¿Por qué tuvimos que salir de Egipto?'" (11:19-20).
Otra vez es nuestra elección vivir en las fantasías materialistas de ego (Egipto) o en las delicias del Amor de Dios (la Tierra Prometida), nuestra verdadera identidad. Amor conquista y supera los obstáculos y sufrimientos de la vida material. El Profeta también nos lo recuerda en la haftará para esta porción: "(…) 'Ni por fuerza militar ni por fuerza física, sino por Mi Espíritu', dice el Eterno de las multitudes." (Zacarías 4:6).