domingo, 20 de mayo de 2012

Bamidbar: Ante la Presencia Divina

La Torá hace evidente que el Creador guía y dirige nuestros pasos cuando elegimos abrazar Sus caminos y atributos. También es evidente que Él dirige toda Su Creación, y nos damos cuenta de ello al contemplar el mundo y el universo. Como hemos dicho antes, es lo que los agnósticos llaman “diseño inteligente” pero con el Amor de Dios como su causa, ya que todo lo que existe es sustentado por Él.

Este conocimiento se hace aún más evidente para Israel en su relación con Dios, ya que Él ha estado con nosotros desde cuando sacó a nuestros antepasados de la esclavitud en Egipto y moró con ellos en el desierto (Bamidbar).

En esta porción acontece otro censo de los hijos de Israel, y recordemos que el conteo (lit. alzar las cabezas) es fundamental para asimilar la manera primordial en la que el Creador se relaciona con nosotros: Él nos cuenta porque contamos para Él, porque Él nos ama. 

El Creador conoce nuestros nombres así como también cada parte de Su Creación. Dios ama Su Creación y eligió a los hijos de Israel para proclamar y establecer en el mundo material esta verdad trascendental.

¿Qué es el Amor de Dios? Sabemos que no podemos concebirlo a Él ni Su Esencia, ni Su Amor, ni nada que es de Él y amana de Él. Sin embargo sí podemos ver Su Creación (visible y tangible para nosotros) y aprender mediante la Torá cómo Él se relaciona con Su Creación.

Sabemos que Él la ama porque la nutre y sustenta, y esto quiere decir que la cuenta como Él cuenta a los hijos de Israel.

Es así como deducimos y concluimos que Sus modos son los modos de Su Amor, y Amor también es el modo en que nos relacionamos con Él, porque es nuestro nexo común con Él.

En este nuevo censo aprendemos que cada individuo del pueblo judío es único y especial, y que Dios no tiene preferencias simplemente porque Su Amor no está condicionado por la manera en que somos individualmente. Él quiere que seamos diferentes y diversos, con rasgos y cualidades que nos hacen como somos.

Hemos dicho repetidas veces que el judaísmo no crea ni establece diferencias discriminantes ni niveles, castas, categorías o rangos entre la gente, ya que esa es la manera típica en que lo conciben las otras naciones. Sin embargo debemos admitir que la mayoría de nosotros judíos no vivimos según lo que la Torá define ser judío.

Como seres humanos tenemos la identidad más envidiable de todo el mundo, pero la mayoría de nosotros no abraza nuestra identidad como la define la Torá. Es irónico que el Creador nos cuente a cada uno de nosotros como Su pueblo, y no reciproquemos Su Amor contándolo a Él en lo que somos, tenemos y hacemos.

En este censo particular aprendemos que Dios quiere que seamos contados para recibir Su Torá y Sus Mandamientos. Al conocernos individualmente con nuestro potencial y cualidades, Él desea darnos nuestra porción en Su Plan, nuestra porción de Su Amor por nosotros para transformar la oscuridad en el mundo en el lugar radiante donde Él pueda habitar entre nosotros.

Dios nos hace conscientes de Su Amor al darnos la Torá como medio para conocer Sus modos y atributos, y entronizarlos como los medios, arbitrios, rasgos y cualidades que deben conducir todos los niveles y dimensiones de la conciencia.

Es así es como revelamos y proclamamos Su Presencia y Su Reino sobre la Tierra. Él nos cuenta para decirnos que nos ama, y conociendo Su Amor conocemos nuestra Esencia y verdadera identidad.

Somos capaces de amarnos unos a otros porque Dios nos ama. Hemos mencionado aquí en comentarios previos sobre esta porción (Parshat Bemidbar: “En el Desiertodel 8 de Mayo, 2010 y “Uniendo Nuestra Conciencia en el Amor de Diosdel 2 de Mayo, 2011) que las Tribus de Israel representan rasgos y cualidades particulares destinados a estar unidos en su misión de crear un lugar en el mundo donde el Creador more entre (en) nosotros.

Las Tribus integran todo el potencial de amorosa bondad que podemos llegar a ser y manifestar en todos los aspectos de la vida. Al ser y hacer esto realizamos la identidad y el destino que el Creador quiere para nosotros, como nos lo dice en la Torá. Todos contamos ante Él. Desde el más talentoso, el más poderoso, y el más capaz hasta el más insignificante, el más débil, el más necesitado, y el más limitado; porque, prescindiendo de nuestra condición humana, cada uno somos parte de los planes de Dios en Su Creación. 

Esta concepción podría no ser fácil de asimilar si tenemos la mentalidad no judía de que los seres humanos están divididos en niveles, clases, categorías, etc. en la que están plenamente justificados la esclavitud, explotación, opresión, subyugación, despotismo y discriminación.

Esta mentalidad no existe en el judaísmo porque la Torá nos encomienda y destina a amarnos unos a otros, y a vivir en cooperación mutua con el propósito común de cumplir la voluntad de Dios para nosotros, la cual es hacer prevalecer en la conciencia humana los modos y atributos de Amor.

Este es el legado de la Torá para el mundo y la principal contribución del pueblo judío a la humanidad. De esto es lo que se trata la Redención y la era Mesiánica en el judaísmo.

Realizamos esta misión como nuestro destino, y comenzamos a hacerlo transformando los aspectos negativos de la conciencia, dirigiéndolos en los caminos y atributos de Amor. Lo hacemos erradicando las fantasías e ilusiones de ego como ídolos que son y que nos separan de Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad.

Una vez nos hacemos conscientes del Amor del Creador como la fuente y sustento de toda Su Creación, debemos elegir seguir Sus caminos, y en esta realización nos damos cuenta que Él siempre ha sido, es y será nuestro único Redentor.

Y Yo quitaré los nombres de los baalim [ídolos] de la boca de ella [Jerusalén, como nuestra conciencia de Amor producto del mayor conocimiento del Amor de Dios], y nunca más serán llamados por su nombre [los ídolos nunca más serán seguidos]. Y Yo haré en ese día un Pacto con las bestias del campo, y con las aves del cielo, y con las cosas que reptan sobre la tierra; y [con] el arco, la espada y la guerra, y [que] Yo quebraré de la tierra; y Yo los dejaré recostar en seguridad. Y Yo te desposaré para Mí por toda la eternidad, y Yo te desposaré con rectitud y con justicia, y con amorosa bondad, y con compasión. Y Yo te desposaré para Mí en fidelidad, y conocerás al Eterno(Oseas 2:19-22)

Conocemos al Eterno a través de Sus caminos y atributos, y llegamos a hacerlo mientras los sigamos también como nuestros. El Rey David nos lo recuerda.

“Conócelo a Él en todos tus modos [caminos], y Él dirigirá tus caminos.” (Proverbios 3:6)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.