domingo, 6 de mayo de 2012

Parshat Behar: Sirviendo al Amor de Dios

La Torá define la identidad judía como el pueblo que está destinado a servir al Creador. Toda la Torá se trata de nuestro servicio individual y colectivo y los mensajes en Behar hacen especial énfasis en los aspectos prácticos de este servicio, ya que honramos a Dios sirviéndolo como Él quiere que lo hagamos.

Hemos dicho muchas veces, y lo seguiremos reiterando, que el servicio de Dios es el servicio de Amor. Lo servimos a Él siendo y haciendo Sus caminos y atributos, los cuales emanan de Su Amor, la fuente de Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad. Por, con y a través de Amor realizamos la voluntad de Dios para nosotros, y lo hacemos en los modos y medios de los atributos de Amor. Es así como nos protegemos y cuidamos unos a otros, la manera de amarnos unos a otros.

“Y no os dañaréis unos a otros, y reverenciaréis a Dios, porque Yo soy el Eterno, vuestro Dios” (Levítico 25:17)

El Creador nos ama del mismo modo. Aprendemos a amarnos unos a otros como el modo de construir, elevar y realzar todos los aspectos y dimensiones de la conciencia con el fin de expandir la bondad de Amor en lo que somos, tenemos y hacemos. Así volvemos a repetir que Amor es su causa y su efecto, porque el único propósito de Amor es Amor. De ahí que Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos. No debemos dañamos unos a otros por el hecho de que el Creador no hace mal a nosotros.

En este contexto todos somos responsables de todos porque desde que nacimos estamos encomendados y comprometidos unos con otrosEstamos habilitados para cuidar unos de otros y proteger nuestra dignidad. Esa es nuestra razón y obligación para combatir todo aquello que atente contra la dignidad e integridad individual y colectiva. En honor a Amor y en el nombre de Amor como nuestra Esencia e identidad debemos honrar sus modos, medios y atributos, y repeler y eliminar lo opuesto a ellos. Tenemos que detener las creencias e ideologías totalitarias, despóticas, denigrantes, explotadoras y opresoras, porque es nuestra responsabilidad, deber y obligación, y no de Dios. No podemos culparlo a Él por lo que nosotros hemos creado e infligido en este mundo. Si hay crueldad, maldad, negatividad, etcétera, es porque los humanos las adoptamos y no Dios. Ese es el precio que pagamos al generar malos pensamientos, emociones, sentimientos y pasiones, y ponerlos en acción.

Ya sabemos que la maldad y la negatividad son sólo referencias para que podamos ejercer nuestro libre albedrío, y no opciones. De ahí que estemos obligados a evitarlas en todos los niveles de conciencia y elegir los modos y atributos de Amor como las opciones correctas. Estamos obligados a erradicar la maldad de la conciencia humana, y ello incluye el fascismo, racismo, totalitarismo y fundamentalismo en todas sus formas y matices. Optar por erradicar la maldad es el comienzo para amarnos y, por extensión, para amar a otros.

Seamos lo suficientemente sensatos y amorosos para darnos cuenta que las fantasías de ego y los deseos materialistas causan nuestra separación de Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad, y también de nuestro bienestar individual y colectivo.

Vivimos seguros y protegidos en los caminos y atributos de Amor, porque estos abarcan la Tierra Prometida, que es también nuestra mayor conciencia que el Amor de Dios nos da para revelar Su Presencia en el mundo, tal como Él lo dice.

Guardaréis Mis estatutos y mantendréis Mis ordenanzas, y las cumpliréis; entonces viviréis en la Tierra [Prometida] seguros.” (25:18)

Mientras lo hagamos...

“(...) la Tierra entonces dará su fruto y comeréis hasta saciaros, y viviréis en ella seguros.” (25:19)

Cambiar o reemplazar nuestra mayor conciencia por algo diferente es inconcebible, ya que esta emana del Creador y es sustentada por Él,

La Tierra no será vendida a perpetuidad, porque la Tierra Me pertenece a Mí, ya que vosotros sois forasteros y residentes Conmigo.” (25:23)

De hecho sólo somos transeúntes en el mundo material. Nada nos pertenece, inclusive Amor como la Esencia e identidad que el Creador nos da para que lo conozcamos a Él y lo podamos revelar en lo que somos y hacemos.

Por lo tanto, en toda la Tierra de vuestra posesión daréis redención para la Tierra.” (25:24)

Mediante las cualidades y modos de Amor, entendido como la Tierra que Dios nos da, nos redimimos de las fantasías e ilusiones del mundo material, de aquello que ego desea hacer real (¡en sus sueños!); y también debemos redimir a Amor de las cargas del mundo material.

Los versículos siguientes indican la dinámica de Amor y lo práctico que es en la conciencia para hacerlo prevalecer en nuestro entorno inmediato.

Y si tu hermano empobreciere y acudiere a ti, tú lo ampararás, [sea él] converso o nativo, para que pueda convivir contigo. (…) y reverenciarás a tu Dios, y harás que tu hermano conviva contigo.” (25:35-36)

Honramos y reverenciamos a nuestro Dios cuando compartimos nuestra porción individual de Amor con aquellos cuya porción estuviese disminuida, para ayudarlos a que la aumenten.

El Amor que Dios nos da como nuestra mayor conciencia está destinado a ser manifestado en todos los aspectos, niveles y dimensiones de nuestras vidas. Como lo hemos dicho, esa es la manera como Él quiere que lo sirvamos, y es por ello que nos eligió entre las naciones.

Yo soy el Eterno tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto para darte la tierra de Canaán, para ser tu Dios.” (25:38)

Dicho de otro modo, Él nos redime de la casa de esclavitud para que vivamos en Sus caminos y atributos. Mientras lo hagamos, Él es nuestro Dios porque nos liberó de la tierra de Egipto para darnos la Tierra de Israel. Sólo así podremos entender que nosotros somos Sus sirvientes.

“Porque los hijos de Israel son servidores para Mí, ellos son Mis servidores a quienes Yo saqué de la tierra de Egipto. [PorqueYo soy el Eterno.” (25:55)

En este conocimiento no hay lugar para fantasías e ilusiones de ego como adicciones y apegos en nuestra conciencia.

“No os haréis ídolos para vosotros, ni levantaréis estatuas ni monumentos para vosotros. Y en vuestra Tierra no erigiréis pedestales de piedra para postraros, porque Yo soy el Eterno vuestro Dios.” (26:1)

Como hemos repetido, Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos. El principio de este conocimiento está reiterado en el último versículo de Behar, en el que la unidad con el Creador en Su Shabat y Su Templo es la premisa para estar a plenitud con lo que significa vivir en Sus caminos y atributos.

Guardaréis Mis Shabats y reverenciaréis Mi Santuario. [PorqueYo soy el Eterno.” (26:2)


El servicio de Dios es nuestra identidad y destino, y en este conocimiento vivimos en nuestro país, porque así es nuestra Tierra Prometida.

Y Tú les diste esta Tierra que a sus padres Tú prometiste dárselas, una Tierra que emana leche y miel.” (Jeremías 32:22), la dulzura del Amor de Dios. (Para conocer otros mensajes de esta porción de la Torá, ver en este blog los comentarios de la Parshat Behar: “Shabat” del 1 de mayo 2010 y “Lugar del Amor Divino” del 8 de mayo 2011).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.