La Torá define la identidad judía como el pueblo que
está destinado a servir al Creador. Toda la Torá se trata de nuestro servicio
individual y colectivo y los mensajes en Behar hacen especial énfasis en los
aspectos prácticos de este servicio, ya que honramos a Dios sirviéndolo como Él
quiere que lo hagamos.
Hemos dicho muchas veces, y lo seguiremos reiterando,
que el servicio de Dios es el servicio de Amor. Lo servimos a Él siendo y
haciendo Sus caminos y atributos, los cuales emanan de Su Amor, la fuente de
Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad. Por, con y a través de
Amor realizamos la voluntad de Dios para nosotros, y lo hacemos en los modos y
medios de los atributos de Amor. Es así como nos protegemos y cuidamos unos a
otros, la manera de amarnos unos a otros.
“Y no os dañaréis unos a otros, y
reverenciaréis a Dios, porque Yo soy el Eterno, vuestro
Dios” (Levítico 25:17)
El Creador nos ama del mismo modo.
Aprendemos a amarnos unos a otros como el modo de construir, elevar y realzar
todos los aspectos y dimensiones de la conciencia con el fin de expandir la
bondad de Amor en lo que somos, tenemos y hacemos. Así volvemos a repetir que
Amor es su causa y su efecto, porque el único propósito de Amor es Amor. De ahí
que Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos. No debemos
dañamos unos a otros por el hecho de que el Creador no hace mal a nosotros.
En este contexto todos somos responsables de todos porque
desde que nacimos estamos encomendados y comprometidos unos con otros. Estamos habilitados para
cuidar unos de otros y proteger nuestra dignidad. Esa es nuestra razón y
obligación para combatir todo aquello que atente contra la dignidad e
integridad individual y colectiva. En honor a Amor y en el nombre de Amor como
nuestra Esencia e identidad debemos honrar sus modos, medios y atributos, y
repeler y eliminar lo opuesto a ellos. Tenemos que detener las creencias e
ideologías totalitarias, despóticas, denigrantes, explotadoras y opresoras,
porque es nuestra responsabilidad, deber y obligación, y no de
Dios. No podemos culparlo a Él por lo que nosotros hemos creado e infligido en
este mundo. Si hay crueldad, maldad, negatividad, etcétera, es porque los humanos las adoptamos y no
Dios. Ese es el precio que pagamos al generar malos pensamientos, emociones,
sentimientos y pasiones, y ponerlos en acción.
Ya sabemos que la maldad y la negatividad son sólo referencias para que podamos ejercer
nuestro libre albedrío, y no opciones. De ahí que estemos obligados a evitarlas
en todos los niveles de conciencia y elegir los modos y atributos de Amor como
las opciones correctas. Estamos obligados a erradicar la maldad de la
conciencia humana, y ello incluye el fascismo, racismo, totalitarismo y
fundamentalismo en todas sus formas y matices. Optar por erradicar la maldad es
el comienzo para amarnos y, por extensión, para amar a otros.
Seamos lo
suficientemente sensatos y amorosos para darnos cuenta que las fantasías de ego
y los deseos materialistas causan nuestra separación de Amor como nuestra verdadera
Esencia e identidad, y también de nuestro bienestar individual y colectivo.
Vivimos seguros y protegidos en los caminos y atributos
de Amor, porque estos abarcan la Tierra Prometida, que es también nuestra mayor
conciencia que el Amor de Dios nos da para revelar Su Presencia en el mundo,
tal como Él lo dice.
“Guardaréis Mis estatutos y mantendréis Mis
ordenanzas, y las cumpliréis; entonces viviréis en la Tierra [Prometida]
seguros.” (25:18)
Mientras lo hagamos...
“(...) la Tierra entonces dará su fruto y comeréis hasta
saciaros, y viviréis en ella seguros.” (25:19)
Cambiar o reemplazar nuestra
mayor conciencia por algo diferente es inconcebible, ya que esta emana del
Creador y es sustentada por Él,
“La Tierra no será vendida a
perpetuidad, porque la Tierra Me pertenece a Mí, ya que vosotros sois
forasteros y residentes Conmigo.” (25:23)
De hecho sólo somos
transeúntes en el mundo material. Nada nos pertenece, inclusive Amor como la
Esencia e identidad que el Creador nos da para que lo conozcamos a Él y lo
podamos revelar en lo que somos y hacemos.
“Por lo tanto, en toda la
Tierra de vuestra posesión daréis redención para la Tierra.”
(25:24)
Mediante las cualidades y modos de Amor, entendido
como la Tierra que Dios nos da, nos redimimos de las fantasías e ilusiones del
mundo material, de aquello que ego desea hacer real (¡en sus sueños!); y
también debemos redimir a Amor de las cargas del mundo material.
Los versículos
siguientes indican la dinámica de Amor y lo práctico que es en la conciencia
para hacerlo prevalecer en nuestro entorno inmediato.
“Y si tu hermano empobreciere y
acudiere a ti, tú lo ampararás, [sea él] converso o nativo, para que pueda
convivir contigo. (…) y reverenciarás a tu Dios, y harás que tu hermano
conviva contigo.” (25:35-36)
Honramos y
reverenciamos a nuestro Dios cuando compartimos nuestra porción individual de
Amor con aquellos cuya porción estuviese disminuida, para ayudarlos a que la
aumenten.
El Amor que Dios nos da como nuestra mayor conciencia
está destinado a ser manifestado en todos los aspectos, niveles y dimensiones
de nuestras vidas. Como lo hemos dicho, esa es la manera como Él quiere que lo
sirvamos, y es por ello que nos eligió entre las naciones.
“Yo soy el Eterno tu Dios que
te sacó de la tierra de Egipto para darte la tierra de Canaán, para ser tu Dios.”
(25:38)
Dicho de otro modo, Él nos redime de la casa de
esclavitud para que vivamos en Sus caminos y atributos. Mientras lo hagamos,
Él es nuestro Dios porque nos liberó de la tierra de Egipto para darnos la
Tierra de Israel. Sólo así podremos entender que nosotros somos Sus sirvientes.
“Porque los hijos de Israel son servidores para Mí, ellos son Mis servidores a
quienes Yo saqué de la tierra de Egipto. [Porque] Yo soy el Eterno.”
(25:55)
En este conocimiento no hay lugar para fantasías e
ilusiones de ego como adicciones y apegos en nuestra conciencia.
“No os haréis
ídolos para vosotros, ni levantaréis estatuas ni monumentos para vosotros. Y en
vuestra Tierra no erigiréis pedestales de piedra para postraros, porque Yo soy
el Eterno vuestro Dios.” (26:1)
Como hemos repetido,
Amor no cohabita con nada diferente a sus modos y atributos. El principio de
este conocimiento está reiterado en el último versículo de Behar,
en el que la unidad con el Creador en Su Shabat y Su Templo es la premisa para
estar a plenitud con lo que significa vivir en Sus caminos y atributos.
“Guardaréis Mis Shabats y reverenciaréis Mi
Santuario. [Porque] Yo soy el Eterno.” (26:2)
El servicio de Dios es nuestra identidad y destino, y en
este conocimiento vivimos en nuestro país, porque así es nuestra Tierra
Prometida.
“Y Tú les diste esta Tierra que a sus padres Tú
prometiste dárselas, una Tierra que emana leche y miel.” (Jeremías 32:22), la dulzura del Amor de
Dios. (Para conocer otros mensajes de esta porción de la
Torá, ver en este blog los comentarios de la Parshat Behar:
“Shabat” del 1 de mayo 2010 y “Lugar del Amor Divino” del 8 de mayo 2011).