“El Eterno
nuestro Dios nos habló en Joreb [Sinaí], y dijo: 'Habéis estado lo suficiente
asentados en este monte. Volteaos y dirigíos (...)'” (Deuteronomio 1:6-7)
Estas dos oraciones conforman uno de los aspectos esenciales de
la relación entre Israel y el Creador. De hecho estamos unidos al Él como lo
estuvieron nuestros antepasados en el desierto de Sinaí durante los cuarenta
años después del Éxodo de Egipto. Ellos fueron los que iniciaron esta conexión
con Él, la cual seguimos teniendo mientras querramos estar conscientes de la
misma.
Estamos lo suficiente con el Creador en nuestro estudio de la Torá, en
el que aprendemos a conocer la identidad que Él definió para nosotros, y en su
pleno conocimiento debemos salir al mundo conducidos por esta identidad. La
clave de este conocimiento es vivir la voluntad de Dios para nosotros en cada
aspecto de la conciencia. Como lo hemos reiterado frecuentemente, Su voluntad
son Sus Mandamientos que cumplimos con Sus atributos de compasión, gracia y
amorosa bondad, porque son nuestro nexo común con Su Amor.
En este conocimiento nos damos cuenta que los modos y atributos de Amor son
la manifestación material del Amor de Dios, que deben dirigir constantemente
nuestro discernimiento, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e
instintos, y también en lo que decimos y hacemos. Se trata de un proceso
práctico en el que Amor es la Luz que disipa la oscuridad de la indiferencia,
el miedo, la aprehensión, la duda, la incertidumbre, la carencia, el desamparo,
la desesperación y los demás aspectos potencialmente negativos de la conciencia
humana.
Mientras confrontemos las fantasías e ilusiones de la actitud materialista
de ego ante la vida con los atributos de Amor, aseguramos nuestra conexión con
el Amor de Dios. Vemos esta confrontación simbolizada por los hijos de Israel
en sus guerras contra las naciones corruptas asentadas en la Tierra Prometida.
Tenemos que estar en plena conciencia de nuestra unidad con el Amor de Dios
para ser capaces de subyugar los aspectos inferiores de la conciencia y
encaminarlos hacia fines positivos y constructivos. Si dudamos del Amor de Dios
y de los atributos de Amor como medios para nuestra Redención individual y
colectiva, viviremos bajo el dominio del egoísmo, la separación, la
indiferencia, la crueldad, la lujuria, la envidia, la indolencia y todo aquello
que nos aparta de la unidad integradora que es Amor. Este es uno de los
significados del siguiente versículo.
“El Eterno vuestro Dios va delante de vosotros, Él luchará por vosotros,
tal como lo hizo por vosotros en Egipto ante vuestros ojos (...)” (1:30)
A veces estamos abrumados y sometidos por fantasías e ilusiones
negativas que nos vemos incapaces de superar. Parecen como adicciones a drogas
que nos dominan completamente. En este punto crítico debemos confiar en Amor
como nuestra salida, como nuestro Redentor y liberador, porque Amor lucha y
gana nuestras guerras contra las decisiones negativas que tomamos y sus
consecuencias.
“No los temáis, porque es el Eterno vuestro Dios quien lucha por
vosotros.”(3:22)
Volvamos a referirnos a las dos oraciones indicadas arriba porque en
nuestra conexión con el Creador comprendemos el poder que experimentamos cuando
andamos en Sus caminos. Tenemos que conocer Sus caminos para asimilar
plenamente el poder de la amorosa bondad, la compasión y la gracia, como
algunos de los atributos primordiales de Amor como la manifestación material
del Amor de Dios.
La vida es una jornada y debemos vivirla abrazando lo bueno que son los
modos y atributos de Amor. Nacimos para ser amados, nutridos, cuidados y
protegidos para que igualmente podamos amar, nutrir, cuidar y proteger a otros.
Esa es la razón por la que estamos en este mundo material. Amor es su causa y
su efecto, y mientras sepamos esta Verdad estaremos listos para vivir la vida a
pesar de las ilusiones de negatividad, violencia y hostilidad que muchos viven
en este mundo.
Sin embargo muchos de nosotros preferimos vivir en las bondades de la vida
sin prestar atención a la maldad y evitando negatividad e iniquidad,
separándonos de su influencia y predicamento. Esta parece la mejor manera de
mantener nuestra armonía individual, protegiéndonos del peligro y el daño
eventual. Pero esta no es la manera que el Creador quiere para nosotros, y eso
es lo que quieren decir las dos líneas mencionadas al principio. Así lo era
entonces en el desierto y así lo es ahora.
La idea es no sólo disfrutar del Amor de Dios y Su bondad para
nosotros en los modos y atributos de Amor, sino manifestarlos donde no los encontremos.
Dicho de otro modo, el propósito de Amor – al igual que de la Luz – es disipar
las tinieblas y crear un espacio y tiempo donde sus atributos estén plenamente
manifestados.
En el desierto el Amor de Dios proveyó todo lo que nuestros ancestros
necesitaron, y en ese tiempo y espacio nada los hizo diferentes unos de otros,
porque todos ellos vivían bajo el cuidado y protección de Dios. De la misma
manera, cuando todos vivimos en los modos y atributos de Amor, nada nos
diferencia porque todos compartimos la misma visión y actitud hacia cada uno.
Nada nos hace mejores o superiores a otros porque compartimos la misma
identidad.
El desafío comienza cuando salimos a un mundo lleno de ilusiones y
fantasías materialistas que nos separan de Amor como nuestra Esencia común y
actitud entre nosotros. En este punto nos vemos obligados a confrontar tales
ilusiones con la fortaleza y el poder del conocimiento de lo que verdaderamente somos.
La rectitud, justicia, compasión, equidad, gracia y bondad de Amor son
nuestras referencias además de sus otros atributos, para confrontar los rasgos
opuestos a ellos. Si no hay justicia y equidad, debemos hacerlas prevalecer; si
hay maldad, hacemos que prevalezcan la rectitud y la bondad; y así con todo lo
demás. Amor nos hace mejores a todos, porque Amor es mejor que todo lo
diferente a sus modos y atributos. Estos nos definen la manera en que vivimos, de
la misma manera que el Amor de Dios da forma y sustenta a Su Creación.
En la libertad que Amor nos da (porque Amor es nuestra libertad), amamos a
nuestro Creador y Su voluntad hacia nosotros. Sólo en total libertad podremos
realmente amar a Dios y Sus caminos. Es por esto que debemos liberarnos de las
fantasías e ilusiones materialistas que nos mantienen cautivos en los aspectos
inferiores de la conciencia, y Amor es la llave de nuestra libertad para vivir
en la libertad que es Amor.
Esta tarea o misión comienza con nosotros individualmente, y lo hacemos
aprendiendo los caminos y atributos de Dios como los enseña Su Torá, y cómo Él
se relaciona con Su Creación. Una vez adquiramos este conocimiento, lo
integramos en todos los niveles y dimensiones de la conciencia, para luego
manifestarlo en lo que discernamos, creamos, pensemos, sintamos, hablemos y
hagamos. Es así como nos redimimos a nosotros y a aquellos en nuestro entorno,
haciendo de los modos de Amor, nuestros modos.
Cuando hacemos esto individualmente y colectivamente, surge la Redención.
Hemos señalado muchas veces que Maimónides dice que la Redención Final (la era Mesiánica) se
manifiestará cuando comencemos a amarnos unos a otros sin precondiciones ni
reservas, a lo que él se refiere como “amor gratuito” (como lo opuesto a odio
gratuito). Lo hacemos como la manera de disipar las tinieblas de todo lo
opuesto a los modos de Amor.
Para algunos esto suena como misión imposible. No se pueden imaginar que la
maldad pueda ser totalmente erradicada mediante los atributos de Amor. En otras
palabras, creen que Amor no es tan fuerte o aun más que la maldad, y prefieren
ser indiferentes y aislarse de lo que crean negativo.
Este esfuerzo no significa que tengamos que obligar a todos a
abandonar su maldad y abrazar los modos de Amor, porque Amor no se impone a
nada ni a nadie. Amor no necesita promotores ni defensores porque se presenta a
sí mismo como una opción y no como como un arma.
De la misma manera que la maldad se presenta ante nosotros como una
opción, Amor también es una opción. Sin embargo la idea es considerar la maldad
no como una opción sino como una referencia, y hacer de Amor la única y
exclusiva elección para vivir felices siempre. Y para vivir felices siempre debemos
subyugar los impulsos y deseos de ego bajo la conducción de Amor, para asegurar
todo lo bueno, paz y armonía en las decisiones que tomamos cada momento.
Esta es la tarea de Amor y al realizarla, el Amor de Dios también está
de nuestro lado ayudándonos a luchar en nuestras guerras contra los aspectos
potencialmente negativos de la conciencia, representados por las naciones que
ocupaban la Tierra Prometida. Recordemos que esta Tierra es también el espacio
y el tiempo donde y cuando Amor conduce y guía todas las dimensiones de la vida
para que vivamos felices siempre. También lo llamamos Redención.
Entonces aceptemos y ejecutemos el Mandamiento del Creador de
dirigirnos en la jornada donde confrontamos las fantasías e ilusiones del mundo
material con el conocimiento de Sus caminos. Transformemos nuestra conciencia
mediante los modos, medios, cualidades y atributos de Amor, para asentarnos permanentemente en
la Tierra Prometida que es nuestra Redención.