Hemos
mencionado en comentarios anteriores que la guerra contra las
tendencias negativas en nuestra conciencia debe ser dirigida por
nuestra sublime conexión con el Creador y Su Amor, simbolizada por
el Sumo Sacerdote; y en esta batalla en particular acontecida
en Matot,
por Pinjas. Tenemos
que enfatizar nuevamente que cuando elegimos separarnos de nuestra
conexión con el Amor de Dios, acarreamos las consecuencias de esa
elección.
Las fantasías e ilusiones de ego, como objetos de nuestra propia invención, provienen todas de concepciones erróneas y sentimientos de carencia que nos hacen dudar de nuestra conexión con el Creador mediante Sus caminos y atributos. En el momento en que ego nos hace creer que estamos separados y no unidos al Amor de Dios, y por extensión a los modos y atributos de Amor, estamos a merced de fantasías e ilusiones como ídolos fabricados por nosotros.
“(...) el producto de manos humanas. Tienen boca pero no pueden hablar, tienen ojos pero no pueden ver, tienen orejas pero no pueden oír (…). Aquellos que los fabrican se convertirán como ellos, todos los que confían en ellos.” (Salmos 135:15-18)
Seamos conscientes de que somos nosotros los que creamos ídolos y un mundo ilusorio basado en lo que pensamos o creemos que carecemos, aquello que de verdad nos mantiene vivos: el Amor de Dios. ¡La mayoría de nosotros no sabemos que Dios nos sustenta al igual que a toda Su Creación! Debemos recordar que nuestra “caída” del Paraíso fue el resultado de un falso sentido de carencia, basado en la ilusión de que nosotros también podemos convertirnos en un dios, que es precisamente la proyección negativa de ego en el mundo material, porque nos creemos dioses de nuestra propia vida. Mientras vivimos en tal ilusión nos sentimos separados, divididos y en últimas aislados de la unidad que es Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad.
Amor es lo que nos une y nos mantiene unidos con los demás humanos, con nuestro entorno y con nuestras circunstancias individuales. Amor es nuestro denominador común, el nexo común con el Creador porque fuimos creados por Su Amor que también nos sostiene.
Las fantasías e ilusiones de ego, como objetos de nuestra propia invención, provienen todas de concepciones erróneas y sentimientos de carencia que nos hacen dudar de nuestra conexión con el Creador mediante Sus caminos y atributos. En el momento en que ego nos hace creer que estamos separados y no unidos al Amor de Dios, y por extensión a los modos y atributos de Amor, estamos a merced de fantasías e ilusiones como ídolos fabricados por nosotros.
“(...) el producto de manos humanas. Tienen boca pero no pueden hablar, tienen ojos pero no pueden ver, tienen orejas pero no pueden oír (…). Aquellos que los fabrican se convertirán como ellos, todos los que confían en ellos.” (Salmos 135:15-18)
Seamos conscientes de que somos nosotros los que creamos ídolos y un mundo ilusorio basado en lo que pensamos o creemos que carecemos, aquello que de verdad nos mantiene vivos: el Amor de Dios. ¡La mayoría de nosotros no sabemos que Dios nos sustenta al igual que a toda Su Creación! Debemos recordar que nuestra “caída” del Paraíso fue el resultado de un falso sentido de carencia, basado en la ilusión de que nosotros también podemos convertirnos en un dios, que es precisamente la proyección negativa de ego en el mundo material, porque nos creemos dioses de nuestra propia vida. Mientras vivimos en tal ilusión nos sentimos separados, divididos y en últimas aislados de la unidad que es Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad.
Amor es lo que nos une y nos mantiene unidos con los demás humanos, con nuestro entorno y con nuestras circunstancias individuales. Amor es nuestro denominador común, el nexo común con el Creador porque fuimos creados por Su Amor que también nos sostiene.
El más elevado
conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios es el que pelea
nuestras guerras y batallas contra lo que nos separa de Él. Es por
ello que Moisés, nuestro mayor conocimiento del Creador y Su Amor,
envía a Pinjas al campo de batalla donde estamos abocados a derrotar
todo lo que divide la unidad de nuestra conciencia, y que crea
conflicto dentro de nosotros.
Nuestros Sabios enseñan que la raíz semántica de la palabra hebrea Midián (la nación que se unió a Moab para tratar de destruir a Israel) quiere decir conflicto y división (ver nuestros comentarios sobre la Parshat Matot-Masei: “Amor Vence el Conflicto del 3 de julio, 2010 y “Amor como la Fundación de la Vida” del 17 de julio, 2011).
Nuestros Sabios enseñan que la raíz semántica de la palabra hebrea Midián (la nación que se unió a Moab para tratar de destruir a Israel) quiere decir conflicto y división (ver nuestros comentarios sobre la Parshat Matot-Masei: “Amor Vence el Conflicto del 3 de julio, 2010 y “Amor como la Fundación de la Vida” del 17 de julio, 2011).
“Y
Moisés los envió, mil por cada Tribu para la legión; a ellos y a
Pinjas el hijo de Eleazar el
sacerdote a la legión, y en su mano las vasijas sagradas y las
trompetas para sonar.” (Números 31:6)
Las vasijas son elementos esenciales del Santuario porque mediante ellas honramos y renovamos nuestra conexión permanente con el Amor de Dios. Estas vasijas están para contener las ofrendas sin tacha, nuestros más puros pensamientos, emociones, sentimientos, palabras y acciones, que elevamos al Creador para honrarlo con la pureza que es Amor, la fragancia que Él insufló en nosotros.
En esto nos regocijamos y proclamamos nuestras alabanzas a Él, completamente liberados de aquello diferente a Sus modos y atributos. Esta es la felicidad sublime que vivimos al hacer resonar las trompetas de nuestra dicha. Las vasijas y las trompetas pertenecen al Santuario, y son usadas y tocadas por los sacerdotes y levitas respectivamente, quienes ofician permanentemente en el tiempo y espacio que son uno solo en nuestra unidad con el Creador, en el Santuario que Él construyó para nosotros.
Las vasijas son elementos esenciales del Santuario porque mediante ellas honramos y renovamos nuestra conexión permanente con el Amor de Dios. Estas vasijas están para contener las ofrendas sin tacha, nuestros más puros pensamientos, emociones, sentimientos, palabras y acciones, que elevamos al Creador para honrarlo con la pureza que es Amor, la fragancia que Él insufló en nosotros.
En esto nos regocijamos y proclamamos nuestras alabanzas a Él, completamente liberados de aquello diferente a Sus modos y atributos. Esta es la felicidad sublime que vivimos al hacer resonar las trompetas de nuestra dicha. Las vasijas y las trompetas pertenecen al Santuario, y son usadas y tocadas por los sacerdotes y levitas respectivamente, quienes ofician permanentemente en el tiempo y espacio que son uno solo en nuestra unidad con el Creador, en el Santuario que Él construyó para nosotros.
El
Profeta nos recuerda los deberes respecto a limpiar la conciencia de
los aspectos potencialmente negativos derivados de las fantasías e
ilusiones materialistas, representados por las naciones y sus
gobernantes.
“He aquí que Yo te he nombrado a ti [Israel] sobre las naciones y sobre reinos para desarraigar y quebrantar, y para destruir y demoler, para construir y para plantar.” (Jeremías 1:10)
La guerra contra la negatividad y la maldad tiene como único propósito construir y plantar sobre las cualidades de los modos y atributos de Amor. Combatimos el mal con bondad, derrotamos la negatividad con buenas acciones, disipamos las tinieblas con Luz. Vencemos y prevalecemos sobre las fantasías e ilusiones de ego cuando abrazamos los modos y atributos de Amor.
“He aquí que Yo te he nombrado a ti [Israel] sobre las naciones y sobre reinos para desarraigar y quebrantar, y para destruir y demoler, para construir y para plantar.” (Jeremías 1:10)
La guerra contra la negatividad y la maldad tiene como único propósito construir y plantar sobre las cualidades de los modos y atributos de Amor. Combatimos el mal con bondad, derrotamos la negatividad con buenas acciones, disipamos las tinieblas con Luz. Vencemos y prevalecemos sobre las fantasías e ilusiones de ego cuando abrazamos los modos y atributos de Amor.
La
parte central de nuestros rezos judíos diarios contenía
originalmente dieciocho bendiciones, y a raíz del constante asedio a
Israel por otros pueblos nuestros Sabios instituyeron otra bendición
para el Creador, pidiéndole que nos ayude a vencer a todos nuestros
enemigos. Su texto se basa en las batallas en que Él ayudó a
nuestros antepasados.
“Que no haya esperanza para los difamadores [delatadores], y que todos los herejes y todos los malvados perezcan instantáneamente. Que todos los enemigos de Tu pueblo sean rápidamente exterminados, y que desarraigues, rompas, quebrantes y subyugues el reinado de la iniquidad rápidamente y en nuestros días. Bendito este Tú, Eterno, que quebranta a los enemigos y subyuga a los malvados”. (De los rezos diarios judíos)
“Que no haya esperanza para los difamadores [delatadores], y que todos los herejes y todos los malvados perezcan instantáneamente. Que todos los enemigos de Tu pueblo sean rápidamente exterminados, y que desarraigues, rompas, quebrantes y subyugues el reinado de la iniquidad rápidamente y en nuestros días. Bendito este Tú, Eterno, que quebranta a los enemigos y subyuga a los malvados”. (De los rezos diarios judíos)
Reiteremos
nuevamente que todos nuestros enemigos también habitan dentro de
nuestra conciencia, y que las guerras que libramos para proteger a
nuestro pueblo y nuestra tierra también se libran dentro de
nosotros. Este es el significado
primordial de las guerras peleadas por nuestros antepasados para
asentarse en la Tierra Prometida. Ellos
primero tuvieron que pelear, vencer, subyugar y destruir las naciones
y pueblos que la ocupaban para que pudiéramos nosotros habitar en
ella permanentemente. Así fue entonces y así es ahora.
No seremos merecedores de esta tierra si no retiramos primero a aquellos que no pertenecen a ella. La Tierra Prometida no sólo es la tierra de Israel que Dios nos dio en Su Torá, sino también el conocimiento en nuestra conciencia de las bendiciones que Él nos dio como Su pueblo elegido para entronizar Sus caminos y atributos en todos los aspectos de la vida.
No seremos merecedores de esta tierra si no retiramos primero a aquellos que no pertenecen a ella. La Tierra Prometida no sólo es la tierra de Israel que Dios nos dio en Su Torá, sino también el conocimiento en nuestra conciencia de las bendiciones que Él nos dio como Su pueblo elegido para entronizar Sus caminos y atributos en todos los aspectos de la vida.
Nuestra
tierra es el lugar donde vivimos la plena libertad de nuestra
conciencia cuando abrazamos Amor como nuestra Esencia e identidad. En
este conocimiento no hay más espacio para compartir con enemigos,
tanto dentro como fuera de nuestro país, o dentro de nuestra
conciencia. Pinjas representa nuestra aproximación al Amor de Dios y
nuestra conexión con Él. También es nuestra aproximación al mundo
material y nuestra altitud y actitud hacia todo lo que amenaza los
modos y atributos de Amor.