domingo, 28 de julio de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XV) Ezequiel

Una declaración reiterada en las profecías de Ezequiel para Israel y las naciones es, "y sabréis que Yo soy el Eterno". Nos recuerda otras dos repetidas muchas veces en la Torá cuando el Creador presenta Sus Mandamientos, especialmente en el libro de Levítico, "(...) [porque] Yo soy el Eterno", y "Yo soy el Eterno que te sacó de la tierra de Egipto". El común denominador de estas tres declaraciones es lo que el Creador significa para nosotros. Tenemos que insistir en que el principal propósito en la vida es conocer de dónde venimos para saber quiénes somos y nuestro destino. Todo se trata de identidad. "Yo soy" es la máxima declaración existencial, y la única verdadera manera de decirlo es cuando realmente sabemos quiénes somos y lo que ello significa.

La búsqueda de nuestra Esencia y verdadera identidad comienza al descubrir y conocer de Quién venimos. Del mismo modo en que descubrimos que nuestro nombre fue dado por nuestros padres, que el ambiente social determina nuestra cultura, y que la educación forja nuestros talentos, podemos proclamar "quiénes" somos. "Soy el hijo de fulano y fulana", "soy de este país con esta lengua", "soy carpintero". Estos son los hechos circunstanciales que indican lo que somos en el mundo material. Sin embargo no estamos ligados a esos hechos. Podemos cambiarnos el nombre, tener otra nacionalidad, hablar otros idiomas, y cambiar de profesión. 

Lo que queremos destacar aquí es la búsqueda de lo que nos da vida y nos hace humanos. No nuestros padres biológicos o adoptivos, ni nuestro ambiente sociocultural, ni nuestra educación adquirida. Nos referimos al Creador de todo. Él es quien debemos conocer como primer paso para saber quiénes somos y de qué estamos hechos. Por eso nos dio la Torá, la cual es nuestra identidad. La Torá es el comienzo y el final de lo que necesitamos saber acerca de quiénes somos y para qué estamos aquí.

"Entonces Él me dijo: 'Hijo de hombre, estos huesos son la entera casa de Israel. He aquí que ellos dicen: "Nuestros huesos están secos, y nuestra esperanza perdida; estamos cortados". "(...) Y vosotros sabréis que Yo soy el Eterno cuando Yo haya abierto vuestras tumbas, y causado que vosotros salgáis de vuestras tumbas, oh pueblo Mío. Y Yo pondré Mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y Yo os pondré en vuestra tierra; y sabréis que Yo, el Eterno, he hablado, y lo hice, dijo el Eterno." (37:11, 13-14)

El Creador nos hace evidente mediante el Profeta que estamos muertos si Su Espíritu no está en nosotros. Eso ya lo sabemos. La analogía de los huesos es clara. Nuestra sangre que mantiene vivo el cuerpo proviene de la médula de los huesos. Si los huesos se secan estamos inertes. Si la fuente de nuestra vida, que es el Amor de Dios, no está en nosotros entonces estamos muertos aún si nuestro cuerpo viviese. La conclusión es consecuente: nuestra esperanza está perdida porque fuimos cortados de Quien venimos, pero Él mantiene Su promesa de Redención.

"(...) 'Yo tomaré la vara de José, que está en la mano de Efraín, y las Tribus de Israel sus acompañantes; y Yo los pondré juntos para él con la vara de Judá, y los haré una vara, y serán una [sola] en Mi mano'." (37:19)

Con esto aprendemos que debemos unificar todos los aspectos y dimensiones de la conciencia, y hacer que se manifiesten armónicamente. Tienen que estar unidos bajo el dominio de Quien los creó.

"Yo tomaré a los hijos de Israel entre las naciones, adonde se han ido, y Yo los reuniré en cada lado, y los traeré a su propia tierra. Y Yo los haré una nación en la tierra, sobre las montañas de Israel, y un rey será rey sobre todos ellos; y no serán más dos naciones, ni volverán más a estar divididos en dos reinos" (37:21-22)

Debemos unir juntos los potenciales creativos de la conciencia (representados por los hijos de Israel) fuera de sus tendencias negativas. Su propia tierra es lo bueno que hay en las motivaciones positivas y en los fines positivos. La Conciencia Mesiánica, como la regente destinada de todas las facetas de la vida, integra el poder unificador de los modos y atributos de Amor. Este no cohabita con nada distinto a sus modos y atributos, de ahí que abarque todas las dimensiones de la conciencia hacia fines positivos. Dualismo, división, substracción y separación -- como raíces de conflicto, confrontación, antagonismo y destrucción -- serán erradicados.

"Ni se contaminarán más con sus ídolos, ni con sus cosas detestables, ni con ninguna de sus transgresiones; sino que Yo los salvaré de todos sus lugares donde habitan, donde ellos han pecado, y Yo los limpiaré; para que ellos sean Mi pueblo, y Yo seré Su Dios" (37:23)

Todo tipo de maldad, pensamiento negativo o ideología destructiva, como resultado de las fantasías e ilusiones materialistas de ego, dejarán de existir cuando el Amor de Dios los elimine de nuestra conciencia. Así es como nos unimos permanentemente a Él. Esto es lo que significa que nosotros seamos Su pueblo y Él nuestro Dios.

"(...) y David Mi sirviente será su príncipe por siempre. Más aún, Yo haré un Pacto de Paz con ellos -- será un Pacto eterno con ellos; y Yo los estableceré, y los multiplicaré, y erigiré Mi Santuario en medio de ellos para siempre" (37:25-26)

Asimilamos la Conciencia Mesiánica como las cualidades investidas en el rey David. Como persona es un hombre común con padre y madre, hermanos, parientes, esposa e hijos. Como judío entiende bastante bien la Torá, y por lo tanto la identidad judía. Los Salmos son la máxima prueba de ello. Esto es primordial. Sí, cualquier judío que entienda la Torá y cumpla sus Mandamientos, tiene el potencial de ser el mesías judío. El rasgo particular que posee, anunciado por nuestros Profetas, es que el Espíritu de Dios estará sobre él. 

Ya leímos que el Espíritu de Dios dará vida otra vez a aquellos muertos por su separación de Él (36:27, 37:14). En este caso el Espíritu de Dios dirigirá al mesías para hacer cumplir Su voluntad en "el final de los tiempos", lo que llamamos la Redención Final que precede a la era Mesiánica. No es tarea fácil para una sola persona, de ahí que los Profetas hebreos se refieran al Mesías como un sirviente de Dios, como lo fue Moisés en los tiempos del Éxodo de Egipto. Al igual que Moisés, este hombre estará completamente y exclusivamente dedicado a cumplir la voluntad del Creador. 

La era Mesiánica es parte de la voluntad de Dios para el mundo material, y no parte de la agenda personal de un individuo. Innumerables veces en la Torá y las escrituras hebreas nuestro Creador es mencionado como nuestro único y exclusivo Redentor. Nadie ni más ni nada más. También leemos acá que, una vez la Conciencia Mesiánica esté completamente manifestada, viviremos por nuestra conexión permanente con Dios, la cual también es llamada Su Pacto de Paz. El nexo eterno por el que Dios multiplica y expande nuestra existencia por siempre.

"Y las naciones sabrán que Yo soy el Eterno que santifica a Israel, cuando Mi Santuario esté en medio de ellos para siempre" (37:28)

"El Eterno dará fuerza a Su Pueblo, el Eterno bendecirá a Su pueblo en paz" (Salmos 29:11)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.