domingo, 15 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXII) Isaías

Nuestros Sabios llaman a Isaías el Profeta del consuelo, a pesar de las admoniciones y recriminaciones en la mayoría de sus mensajes. La razón parece obvia ya que sus palabras de Redención resuenan y abruman nuestra conciencia por dentro y por fuera. Dicho de otra manera, el Plan de Dios para Su Creación sobrepasa todo aquello que nos atrevamos a pensar o creer que es más fuerte que Su voluntad. "Muchos son los pensamientos en el corazón del hombre, más el consejo del Eterno es aquel que perdurará." (Proverbios 19:21).

No importa lo que deseemos ser, tener y hacer en el mundo material -- aquello que el ego nos dicte -- jamás impedirán el Plan Divino, simplemente porque nosotros fuimos hechos por Dios y de Él dependemos. Todo lo que creamos que somos y tenemos le pertenece a Él. Tener esto claro en todos los niveles y dimensiones de la conciencia es el comienzo para conocer quiénes somos realmente, nuestra Esencia y verdadera identidad. La Torá es el Plan Divino, y nuestros Profetas nos lo recuerdan. Eso es lo que somos aquí como el pueblo hebreo, los herederos de la Torá.

La Redención Final en el judaísmo es el propósito del Plan de Dios, la culminación de Su Creación. Pudimos haber alcanzado este destino más pronto que tarde, pero depende de nosotros. La premisa o precondición para cumplir ese destino es el libre albedrío. Así como tomamos decisiones momento a momento, ciertamente tendremos que elegir ya sea vivir en las vanidades y futilidad de las fantasías e ilusiones de ego -- incluyendo su predicamento y consecuencias -- o vivir en los modos y atributos de Amor con lo bueno que tienen, que transciende las limitaciones del mundo material. En este sentido debemos entender y asimilar que la Redención Final y la Era Mesiánica pertenecen a una conciencia que trasciende los rasgos y cualidades impuestos por las limitaciones que implica vivir en una conciencia dualista.

Una vez superemos la opción limitada al bien y el mal, y dejemos atrás las "tentaciones" de vivir fantasías e ilusiones materialistas, seremos capaces de penetrar dimensiones sin fin. Esto nos lo presentó y propuso el Creador desde el comienzo de los tiempos. Dios nos ofreció la opción, pero elegimos las fantasías e ilusiones de nuestro propio ego, basadas en una falsa creencia o sentimiento de carencia.

El Jardín del Edén fue el punto de partida para el trayecto dentro de las dimensiones infinitas del Amor de Dios. Entonces elegimos entrar en las limitaciones del mundo tridimensional, restringido por tiempo y espacio. La buena noticia es que Dios nos dio la Torá como la salida y también como el retorno a lo que éramos, adonde verdaderamente pertenecemos.

Comenzamos a aprender que este retorno a nuestra Esencia y verdadera identidad es Amor como el nexo que nos une al Amor de Dios. Este es el conocimiento de Unidad con nuestro Creador, la cual proclamamos al menos dos veces todos los días. Aprendemos que el Amor de Dios está siempre con nosotros, y que debemos reciprocarlo siendo y haciendo Sus caminos y atributos. Dios se comunica con nosotros a través de Su Torá, que también es Su Plan. De ahí que debemos escuchar y entender lo que Él nos encomienda. Así reconocemos que Amor es la manifestación material del Amor de Dios. 

Mediante el poder y la fuerza de Amor nacemos y sobrevivimos las limitaciones de lo material. No podemos vivir sin Amor y tampoco sin el Amor de Dios. Él es de donde proviene todo lo que existe. No podemos vivir sin Él. La Torá también nos recuerda esto diciéndonos que Él es nuestra vida. Por lo tanto debemos elegir los modos y atributos de Amor, como medios para conocer el Amor de Dios y las infinitas dimensiones que Él nos ha prometido desde el principio al entrar en la Redención Final.

A su propio tiempo Isaías y otros Profetas judíos nos lo dicen, cuando señalan que en la Era Mesiánica nuestro único y exclusivo interés será el conocimiento del Creador. Y Él es Eterno. Con este preámbulo reflexionemos en torno a los mensajes que Dios nos presenta mediante el Profeta, quien comienza llamando por testigos a los cielos y la tierra de las palabras del Creador.

"Oíd oh cielos, y escuchad oh tierra, porque el Eterno ha hablado: Hijos crié y los engrandecí, y ellos se han revelado contra Mí." (Isaías 1:2)

Estas palabras fácilmente pueden ser aplicadas a Adán y Eva en el Jardín del Edén. Lo mínimo que Dios espera de nosotros es usar el sentido común, tras habernos dotado con libre albedrío, y también con conocimiento acerca de lo bueno de Amor y la futilidad de las creencias y sentimientos de carencia de ego.

En Amor no hay carencia, porque este abarca e impregna todo. Amor es su causa y su efecto. ¿Por qué entonces rebelarnos contra lo que es nuestra satisfacción y plenitud, la fuente de nuestra vida de principio a fin? Aquí entendemos que rebelarnos contra Dios es separarnos de Su Amor, de donde proviene todo. En consecuencia nos separamos también de los modos y atributos de Amor cuando abrazamos nuestras fantasías e ilusiones de ego.

"(...) La cabeza entera está enferma, y el corazón entero desmaya. Desde la planta de los pies y aún hasta la cabeza no hay coherencia en este; sino heridas y moretones, y llagas abiertas que no han sido curadas, ni vendadas, ni aliviados con bálsamo." (1:5-6)

Dios las llama (a nuestras fantasías e ilusiones) la enfermedad de la cabeza, y con ella nuestro discernimiento, creencias, ideas y pensamientos. Al dejar que nos controlen con sus tendencias negativas, las emociones y sentimientos en nuestro corazón hacen que este desmaye. Repetidamente citamos a nuestros Sabios místicos jasídicos diciendo que todos los niveles de la conciencia (discernimiento, intelecto, mente, sentimientos, emociones, pasiones e instintos) son vasijas en espera de ser llenadas. También enseñan que debemos llenarlas con la voluntad de Dios, aquello que Él nos encomienda ser y hacer.

Si llenamos nuestros pensamientos con fantasías e ilusiones materialistas, estos también llenarán con lo mismo a nuestros sentimientos y emociones, al igual que a nuestras pasiones e instintos. Entonces acabamos poniendo en acción dentro de nosotros y nuestro entorno aquello que creemos y sentimos producto de envidia, lujuria, codicia, soberbia, ira, indolencia e indiferencia. Estas crean las heridas, los golpes y los dolores que sólo son curados y aliviados por el bálsamo de los modos de Amor. Así nos damos cuenta que los atributos de Amor se oponen a la agenda de ego, y que Amor no cohabita con nada diferente a lo inherente a este.

"Tu tierra está desolada, tus ciudades quemadas con fuego; tu tierra extraños la devoran en tu presencia, y está desolada como [si hubiese sido] arrasada por inundaciones. Y la hija de Sión dejada como una cabaña en un viñedo, como una choza en un huerto de pepinos, como ciudad sitiada." (1:7-8)

Hemos dicho que la vida es nuestra tierra, ciudades nuestros valores éticos y principios morales, y extraños o extranjeros las fantasías e ilusiones a las que damos poder para controlar nuestro intelecto, mente, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. Todos estos acaban desolados por el predicamento de ego. Obsesiones, apegos y adicciones que generan angustia, ansiedad, depresión y frustración son las inundaciones y las aguas agitadas. Este escenario es el actual estado de conciencia que vemos alrededor del mundo.

Este es el resultado de seguir los falsos dioses e ídolos de la sociedad de consumo y el capitalismo salvaje, con sus vanidades impuestas al eterno sentimiento de carencia del ego, dejando muy poco espacio para Amor en nuestras vidas. Terminamos sometiendo Amor a la agenda de ego. Hacemos de Amor lo nos dictan nuestras fantasías e ilusiones materialistas. Este es el cautiverio de Jerusalén, el sitio de Sión en medio de un huerto de pepinos que representan la sensualidad en la que quedamos atrapados por nuestros deseos materialistas.

"Excepto que el Eterno de las multitudes ha dejado en nosotros un pequeño remanente, debimos haber sido como Sodoma, debimos haber sido como Gomorra. Oíd la palabra del Eterno, vosotros gobernantes de Sodoma; escuchad en la Torá de nuestro Dios, vosotros pueblo de Gomorra." (1:9-10)

Si elegimos retornar al Creador para cumplir Su Redención Final, tenemos que oír Su voz que nos habla cada momento, porque Él siempre está con nosotros en Su Amor por toda Su Creación. Debemos reiterar que regresamos al Amor de Dios mediante nuestro Amor. Ya sabemos bien que Amor es nuestro sustento y también nuestra verdadera identidad. Amamos porque somos Amor, es parte de nosotros. Existe un Amor más grande, el más grande Amor de todos, que es el Amor de Dios.

Se trata de nuestra Esencia y lo que verdaderamente somos. De ahí que nuestra liberación de los deseos sensuales y la lujuria como ambición de ego -- los gobernantes de Sodoma y Gomorra -- dependa del retorno a los modos de Amor como manifestación material de los caminos de Dios, de la ley de nuestro Dios que es la Torá. El Plan Divino para la humanidad es la Redención total y permanente en la Era Mesiánica.

El Creador prosigue confrontándonos por las decisiones negativas que hemos tomado a lo largo del tiempo, y aún peor ya que hemos tenido el descaro de ofrecérselas a Él. Hemos vivido en el espejismo de que nuestras fantasías e ilusiones de ego complacen a Dios. Él creó la realidad trascendente de Amor como causa y motivación para amarlo a Él, Sus caminos y atributos. Esto es lo que Él también quiere que le ofrendemos y elevemos a Él. Lo bueno que somos y que también manifestemos en lo que pensamos, decimos y hacemos.

Nuestras buenas acciones y las primicias de sus frutos son las maneras como honramos al Creador. La amorosa bondad de Su gloria, Su Amor que cubre la Tierra y toda Su Creación. Por ello también tenemos que cubrir nuestra vida y actos con la misma amorosa bondad. Debemos ser conscientes de que no podemos amar, honrar ni glorificar a Dios con nada diferente de lo que Él es y hace para nosotros y Su Creación.

"Vuestros novilunios y festivales designados aborrece Mi Alma. Ellos son una carga en Mí, cansado Estoy de soportarlas." (1:14) "Laváros vosotros, limpiáros vosotros, quitad la maldad de vuestros actos de ante Mis ojos, cesad de hacer maldad. Aprended a hacer bien, procurad hacer justicia, aliviad al oprimido, haced lo [que es] correcto para el huérfano, amparad a la viuda." (1:16-17)

Comenzamos nuestro retorno a Dios cuando eliminamos las tendencias negativas en la conciencia. Sabemos que no podemos mantener fantasías de ego ante el Amor de Dios, y esperar que Él sea partícipe de aquellas. Regresamos al Creador cuando reclamamos y abrazamos los modos de Amor como nuestro nexo común con Él. Esto significa ser y hacer bondad, haciendo prevalecer lo que es justo y correcto. Traemos esto a la vida liberando a aquellos cautivos en su miseria y oprimidos en su desgracia.

En este sentido tenemos que comenzar con nosotros individualmente. No podemos liberar a otros estando prisioneros en nuestra propia miseria. Al acercarnos a la verdad de quienes realmente somos y nuestro propósito en el Plan Divino, podremos traer otros al destino común colectivo que el Creador quiere para nosotros. Estos otros son aquellos que sufren la opresión de no tener la dirección amorosa hacia nuestro destino, como huérfanos sin padres y viudas sin esposos.

"Venid ahora, razonemos juntos, dice el Eterno; aunque vuestros pecados sean como escarlata, ellos serán blancos como la nieve; aunque sean rojos como el carmesí, serán [blancos] como la lana. Si quisiéreis y oyereis, comeréis de lo bueno de la tierra." (1:18-19)

Elegimos el Amor de Dios eligiendo nuestro propio Amor. Este es el resultado de poner nuestro intelecto y discernimiento en consonancia con el sentido común que Dios nos dio. Este es nuestro razonamiento juntos con Él. Como ya hemos dicho, Amor es nuestro nexo común con Dios. Su Amor y nuestro Amor juntos, razonando y actuando en mutuo acuerdo.

En este acuerdo mutuo lo que no pertenece es transformado para que pertenezca. Nuestras transgresiones derivadas de los falsos sentimientos de carencia de ego son transmutados en atributos de Amor. Dejamos de ser egoístas y comenzamos a ser generosos con este Amor unido permanentemente al Amor de Dios. Así comenzamos a vivir en la bondad de Amor, que también es lo bueno de la tierra, lo bueno de la vida.

Los últimos versículos del primer capítulo en el libro de Isaías reiteran el llamado incesante de Dios para que despertemos de las ilusiones y espejismos que hemos creado en el mundo material. El Creador denuncia una y otra vez nuestra terquedad de estar apegados a obsesiones, adicciones, falsas creencias, sentimientos negativos y bajas pasiones. Estos son la espada que devora la felicidad en la abundancia de lo bueno (1:22-25). El capítulo termina con la promesa de restaurar nuestra conciencia como era originalmente antes de tomar la decisión de separarse de Él.

"Y Yo restauraré a vuestros jueces como antes, y a vuestros consejeros como al principio. Entonces tú serás llamada la ciudad de rectitud, la ciudad de fidelidad. Sión será redimida con justicia, y aquellos de ella que retornen con rectitud. Y la destrucción de los transgresores y los pecadores será toda junta, y aquellos que abandonan al Eterno serán consumidos." (1:26-28)

Esta es la promesa de Dios cuando tomemos la decisión de retornar a Sus caminos: las infinitas dimensiones que descubriremos en Su Amor. Descubriremos y viviremos plenamente en nuestro conocimiento de Él, al elevar nuestro Amor a Él en nuestras buenas acciones. Estas son nuestros jueces y consejeros que nos condujeron cuando sólo bondad era la ley de la tierra, el Paraíso que una vez perdimos.

Los modos y atributos de Amor dirigirán e inspirarán lo que somos y hagamos en nuestra conciencia, en su conexión permanente con el Creador. Este tipo de conciencia es la ciudad de rectitud y fidelidad que es redimida en los medios y arbitrios de la bondad de Amor. En esta conciencia no hay espacio para nada diferente de los modos y atributos de Amor, porque todas las tendencias negativas serán consumidas por el fuego del Amor de Dios.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.