"Así dijo el Eterno, el Dios de Israel: 'Maldito sea el hombre que no escuchó las palabras de este Pacto, (...) Para que confirme el juramento que hice a vuestros padres, que les daría la tierra que emana leche y miel, como este día." (Jeremías 11:3, 5)
El Pacto de Dios e Israel es uno de los pilares del Plan del Creador para el mundo material. Reflexionemos en torno a este Pacto. Comienza en un lugar y tiempo que Dios llama una tierra que emana leche y miel como en este día, que significan lo permanentemente bueno en el permanente hoy. Esta es la tierra como la vida que estamos destinados a vivir de acuerdo al Plan Divino. Comenzamos a habitar en su bendición, su leche y su miel, cuando vivimos oyendo, entendiendo e implementando las palabras de nuestro Pacto. Este en realidad es una alianza que convierte en Uno las partes del pacto, el Creador e Israel.
Nos hacemos enteramente conscientes de nuestro nexo y conexión permanente con Dios al darnos cuenta de qué se trata este Pacto. Esto ocurre viviendo lo bueno en el constante aquí y ahora. Lo bueno derivado de los modos y atributos de Amor son las palabras de este Pacto prometido por el Amor de Dios a nuestros padres para nosotros, sus descendientes. Como hebreos somos los herederos de este legado eterno que se revela y manifiesta completamente como la Conciencia Mesiánica.
"Ellos retornaron a las iniquidades de sus antepasados, que se negaron a oír Mis palabras; y se fueron tras otros dioses para servirles a estos, la casa de Israel y la casa de Judá han roto Mi Pacto que Yo hice con sus padres." (11:10)
Nuestro Creador nos recuerda una y otra vez mediante Su Tora y Sus Profetas las decisiones que nos hacen rechazar Sus palabras. Estas decisiones son los deseos de fantasías e ilusiones de ego, los otros dioses a los que servimos, por los que rompemos nuestro nexo con los modos y atributos de Amor como manifestación material de los modos y atributos del Amor de Dios. Al quebrar este vínculo nos separamos de nuestra Esencia y verdadera identidad, y del destino que Dios nos prometió para vivir solamente en lo bueno de la vida.
Estos recordatorios son repetidos en los capítulos siguientes, indicando las consecuencias de vivir para ídolos que creamos con la vanidad y futilidad de nuestros apegos, obsesiones, adicciones y patrones negativos, que convierten nuestra vida en un sonido fugaz, "(...) que son sólo afán y futilidad, iéndose en vuelo como un sonido fugaz." (Salmos 90:10); y el Profeta apela valientemente a Dios para erradicar las tendencias negativas en la conciencia humana, como la causa y efecto de todos los males e iniquidades que infligimos en nosotros y nuestro entorno.
"¿Por qué prospera el camino de los malvados? ¿Por qué viven seguros los que tratan con traición? (...) ¿Por cuánto tiempo se lamentará la tierra, y se marchita el campo entero? Por la maldad de ellos que vive en este, las bestias son consumidas, y las aves; porque ellos dijeron: 'Él [el Eterno] no ve nuestro fin'." (Jeremías 12:1, 4)
Pero sabemos en nuestro libre albedrío que elegimos tendencias negativas. Si imploramos a Dios completa libertad en nuestra conciencia, Él crea el mal para que elijamos lo bueno. Ahora nos quejamos a Él rogándole que elimine el mal y la iniquidad de la vida, la tierra que asolamos con fantasías e ilusiones de ego que son ídolos y falsos dioses. Dios responde el mismo mensaje que proclaman todos nuestros Profetas.
"Y acontecerá, después que los haya dispersado, que Yo tendré otra vez compasión de ellos; y Yo los traeré de vuelta, cada hombre a su heredad, y cada hombre a su tierra." (12:15)
La eliminación de la maldad de la faz de la tierra es uno de los cimientos de la Redención Final en el judaísmo. En Su Amor eterno y compasión por toda Su Creación, Dios dice en la Torá y a través de Sus Profetas que es Él quien nos castiga. Sabemos perfectamente que somos quienes nos castigamos con las consecuencias de nuestras decisiones negativas. Solamente el más grande Amor de todos se apresta a cargar el peso de nuestras transgresiones contra lo bueno que Él hace de la vida.
En los capítulos que siguen el Profeta nos refiere más alegorías sobre nuestra separación del Creador (el cinto ocultado, la vasija llena de vino), el exilio en Babilonia y la sequía en ciernes, la ira como celo de Dios por las transgresiones de Israel incluyendo la profanación del Shabat, y la dulce metáfora redentora del alfarero, "Oh casa de Israel, ¿acaso no soy Yo para ti como este alfarero? dijo el Eterno. He aquí que, como la arcilla en la mano del alfarero, así eres tú en Mi mano, oh casa de Israel." (18:6) para hacernos conscientes de que Él es nuestro Creador, que todo lo que somos y tenemos es de Él, y que estamos destinados a vivir de acuerdo a Su Amor por nosotros.
Más admoniciones contra la idolatría y la corrupción de reyes son traídas entre profecías que anuncian la destrucción de Jerusalén y el consecuente exilio. Esto hace que Jeremías repudie su misión como Profeta del desastre. Estos capítulos (13 al 30) preceden al mensaje de Redención con el retorno de los cautivos a su tierra.
"¡Celebrad! porque ese día es grandioso, porque ningún otro es como este; y es un tiempo de tribulación para Jacob, pero de este será él redimido. Y acontecerá que en ese día, dijo el Eterno de las multitudes, que Yo quebraré la yunta de tu cuello, y romperé tus ataduras, y extraños nunca más te harán cautivo de ellos. Sino que ellos servirán al Eterno su Dios, y a David su rey, a quien elevaré para ellos." (30:7-9)
Ciertamente es un día grandioso y único cuando veamos en nuestra conciencia y entorno desaparecer todas las formas del mal. El día en que no habrá más seducción de las fantasías e ilusiones de ego, y abracemos los modos y atributos de Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. El día que abandonemos para siempre millares de años de miseria y entremos al comienzo de la vida eterna, conducida exclusivamente por el Amor de Dios, hacia dimensiones sin fin donde nuestro único propósito será el conocimiento del Creador.
"(...) Yo haré que ellos caminen sobre ríos de agua, en un sendero recto donde no resbalarán, porque Yo he sido un padre para Israel, y Efraín es Mi primogénito. (...) Porque el Eterno ha rescatado a Jacob, y Él lo redimió de una mano más fuerte que él. (...) Y ellos vendrán y cantarán en la cumbre de Sión, y se llenarán de la bondad del Eterno (...). (...) y Mi pueblo se saciará con Mi amorosa bondad, dijo el Eterno." (31:8, 10, 11, 13)
No tenemos que esperar a que se manifiesten completamente las profecías hebreas, porque nosotros podemos y tenemos que hacerlo iniciando nuestra propia entrada a la Redención Final, abrazando la bondad del Creador, la cual estamos destinados a manifestar mediante los modos y atributos de Amor. Permitamos que Amor sea el maestro, el guía, la intención, la motivación, la razón y el propósito en todo lo que discernamos, pensemos, sintamos, expresemos y creemos, en el aquí y ahora de la vida.
Esta es la amorosa bondad que Dios quiere que vivamos. Esta son los ríos de aguas donde no resbalamos, porque somos llevados por la mano de nuestro Padre que nos redime. Somos Su primógenito con quien Él selló Su Pacto. Entonces cantaremos en las alturas de Sión, en la cumbre del conocimiento de nuestra conexión permanente con la bondad de Dios, que es Su Amor.