domingo, 8 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXI) Jeremías

"Escuchando, He oído a Efraín lamentarse [diciendo]: 'Me has castigado y castigado fui como novillo indómito; regresa Tú a mí, y yo regresaré [a Ti], porque Tú eres el Eterno mi Dios." (31:17)

Los pasajes redentores de las profecías de Jeremías hablan de Israel como el hijo de Dios, y de Efraín como Su primogénito [(...) "porque Yo soy un padre para Israel, y Efraín es Mi primogénito." (31:8)]. Esto nos hace reflexionar acerca de la línea que los conecta a todos. En nuestros comentarios sobre las últimas cuatro porciones del Génesis destacamos los significados del versículo, "Estas son las generaciones de Jacob: José (...)" (Génesis 37:2) que presenta a José como el heredero de la primogenitura. De ahí que Jacob, José y Efraín integren el mismo principio representado por el primogénito. Cuando el Creador nos dice que Israel es Su primogénito nos damos cuenta de lo que esto significa. 

Reunimos los rasgos que caracterizan a Jacob y José, y vemos que se complementan como lo bueno derivado de los modos y atributos de Amor. Estas son las cualidades heredadas por Efraín (representando aquí a todo Israel) del Creador, las cuales estamos destinados a manifestar en el mundo material.

Históricamente, Efraín caracteriza nuestra rebeldía judía que nos separa del Amor de Dios hacia nosotros. En este nos deleitamos con Sus Mandamientos, contrarios a los falsos dioses e ídolos producto de las fantasías e ilusiones de ego. Estas son las decisiones de tomamos, que a su vez se convierten en los castigos por nuestra separación de los modos y atributos de Amor. Somos los hijos rebeldes que culpan a Dios por las decisiones negativas que nosotros tomamos, los novillos indomables en espera de recibir la yunta Divina. Tras millares de años sufriendo el engaño de los ídolos creados por nuestras manos, nuevamente clamamos gritando para retornar a lo bueno que Dios es. 

En este sentido debemos dar el primer paso en esa dirección, regresando a la bondad de Amor que es el reflejo material del Amor de Dios. Tenemos que retornar a nuestra Esencia y verdadera identidad, que nos hacen imagen y semejanza del Creador de todo. No hay otra manera. Primero abrazamos lo bueno para poder abrazar lo bueno que es Dios.

"Ciertamente después que regresé me arrepentí, y después de ser instruido me golpeé mi muslo; me avergoncé, sí, me confundí porque he cargado el reproche de mi juventud." (31:18)

El retorno a Amor comienza cuando aprendemos a fondo de las fantasías de ego y las decisiones negativas que tomamos. A través de los ojos de Amor encontramos suficiente compasión para perdonarnos a nosotros mismos, y procurar vivir en sus modos y atributos. Abrazamos Amor como nuestra verdadera identidad, con la que somos y hacemos. Nos damos cuenta que Amor es el maestro que instruye nuestro discernimiento, intelecto, mente, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Aun más allá de lo que sabemos y no sabemos en nuestra conciencia.

Este versículo contiene la previsión fundamental de perdonarnos a nosotros mismos. Vergüenza, reproche y recriminación son los azotes que infligimos en nuestro sublime deseo de retornar a Amor. De ahí que la confusión tome control para que continuemos en el círculo vicioso del ir y venir de las fantasías e ilusiones de ego. 

Estas son las transgresiones y pecados que cometemos debido a la ignorancia en nuestra juventud, como estado sin refinación. Una vez asimilemos que la vida también es un proceso de aprendizaje para elegir lo bueno de sus bendiciones, nos daremos cuenta de que perdonarse a sí mismo es la puerta hacia el retorno a Amor. Nos perdonamos como el comienzo del regreso a lo que verdaderamente somos y poseemos.

"¿No es Efraín Mi hijo amado? ¿No es un niño encantador? Pues siempre que hablo contra él, lo recuerdo aun más; por eso Mis entrañas se conmueven por él, ciertamente tendré compasión de él, dice el Eterno." (31:19)

Aquí igualmente nos damos cuenta que el Amor de Dios también nos perdona, porque Él no cesa de amarnos junto a toda Su Creación. Su Amor añora nuestro Amor que es nuestro nexo con Él.  Además sabe que podemos aprender de nuestros errores y del sufrimiento que nos causan. Dios entiende nuestra rebeldía porque Él nos dio libre albedrío para aprender de nuestras decisiones. No se complace con las desgracias que cargamos en el círculo vicioso de los deseos materialistas de ego. En Su compasión siente nuestras tribulaciones, confiando en que elijamos retornar a Él.

"Establece para ti señales de camino, házte para ti orientaciones; dirige tu corazón hacia el gran camino, el camino por donde te fuiste; retorna, oh virgen de Israel, regresa a estas tus ciudades." (31:20)

Regresamos a Amor a través de sus caminos, sus señales y orientación, que son sus modos y atributos. Los conocemos porque hemos ido a ellos desde que nacimos, y andado en sus caminos. Conocemos lo que Amor es porque es la parte Esencial de lo que somos. A través de sus cualidades y atributos regresamos a todo lo que este representa, como cuidades edificadas con el conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios. Este nexo es Jerusalén, la virgen de Israel.

"Y acontecerá, que así como los he visto para arrancar y para romper, y para derrumbar y para destruir y para afligir, así también los veré para construir y para plantar, dijo el Eterno." (31:27)

Como mencionamos atrás, nuestras decisiones nos llevan a un proceso de aprendizaje desde lo malo hacia lo bueno. La compasión del Creador ofrece Su constante Redención para que la abracemos eternamente. Así como Él ve nuestras trangresiones e iniquidad con las que arrancamos, rompemos, derrumbamos, destruimos y afligimos nuestras vidas, Él también ve que lo bueno en nuestro potencial para construir y plantar. Esta es la decisión que Él quiere que tomemos como el comienzo de la próxima fase de nuestro destino. Lo que aquí llamamos la Conciencia Mesiánica en la Redención Final.

"He aquí que días vendrán, dijo el Eterno, en que Yo haré un nuevo Pacto con la casa de Israel, y con la casa de Judá; no de acuerdo al Pacto que Yo hice con sus padres en el día cuando los tomé por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; y aunque rompieron Mi Pacto, Yo fui un marido para ellos, dijo el Eterno." (31:31-32)

Esta es la profecía que nos aguarda para el final de los tiempos, en el día del Eterno, cuando la maldad será completamente erradicada de la faz de la tierra, y solamente prevalecerá el bien. Esta es la amorosa bondad de Dios que será revelada a nosotros al dedicar nuestras vidas exclusivamente para conocerlo a Él.

"Pero este es el Pacto que Yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dijo el Eterno. Yo pondré Mi ley en sus entrañas, y en su corazón la escribiré; y Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Y ellos no enseñarán más a cada hombre su prójimo, y cada hombre a su hermano, diciendo: 'Conoce al Eterno'; porque todos ellos Me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor de ellos, dijo el Eterno; porque Yo perdonaré su iniquidad, y su pecado Yo nunca más recordaré." (31:32-33)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.