domingo, 29 de septiembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXIV) Isaías

El Profeta reprende a su pueblo por rechazar la Esencia e identidad que poseen. Nos referimos a este rechazo como el abandono de los modos y atributos de Amor con el fin de abrazar las fantasías e ilusiones de ego. Abandonamos las cualidades y rasgos positivos inherentes a la naturaleza humana para someternos a tendencias negativas en la conciencia.

Filósofos han debatido en torno a la naturaleza humana. Algunos creen que el hombre es bueno por naturaleza, pero corrompido por su ambiente social. Otros aseguran que nace malvado, y que su maldad se empieza a manifestar en la medida en que crece. Hay algo predominantemente real a partir de cada punto de vista. El bien y el mal de hecho definen la "naturaleza" humana, lo cual quiere decir -- como lo hemos mencionado en otros comentarios -- que el libre albedrío determina lo que eventualmente se va a manifestar en lo que somos y hacemos.

En este sentido la instrucción como educación es la clave para revelar lo que esencialmente somos. Si la premisa es que somos buenos y puros desde que nacemos, entonces deberá existir cierto camino o destino que confirme tal premisa. Un proceso mediante el cual revelamos nuestra bondad y pureza intrínsecas, a pesar de la abrasión de un entorno hostil y malvado. El camino hacia nuestro destino es la instrucción de los rasgos y cualidades que reclamamos como nuestros de nacimiento, para que podamos manifestarlos en lo que somos y hacemos. Como judíos sabemos que la instrucción de nuestro camino como destino es la Torá.

Con estas referencias podemos asimilar las palabras de nuestros Profetas. Abrazamos lo que reconocemos como nuestra Esencia y verdadera identidad, aquello intrínsecamente bueno de los modos y atributos de Amor, emanados del Amor de Dios. Esto a diferencia de los rasgos y modos que fabricamos como una falsa creencia de lo que queremos ser y hacer en el mundo material. La opción, obviamente, es sólo nuestra.

La buena noticia sobre la versión de Dios es que es la real, a pesar de las versiones que queramos hacer de nosotros. A pesar de lo que imaginemos, deseemos, fantaseemos o inventemos de nosotros mismos, seguimos siendo la emanación del Amor de Dios, a pesar de todo. Esto significa que siempre tenemos la opción de retornar a nuestra Esencia y verdadera identidad. Esta es la buena  noticia que siempre será buena.

La mala noticia es la nada de la cual elaboramos la versión de ego de lo que ansiamos o deseamos "ser", "tener" y "hacer". Estas son la emanación de lo irreal y sus derivados. La "vanidad de vanidades" que nos advirtió el rey Salomón en su sabiduría. En verdad no de su sabiduría sino de su experiencia. Ciertamente él vivió con intensidad los dominios de las fantasías e ilusiones de ego para compartirnos su verdadera naturaleza. Así podemos aprender de ellas y evitar su predicamento vano e inútil.

El Profeta también penetra estos dominios para advertirnos otra vez acerca de vivir en la falsedad de las máscaras que tallamos con nuestras propias manos. "Máscara es persona" solían decir los griegos y los romanos refiriéndose a la semántica de la personalidad. Esta como máscara que creamos individualmente para llevar los días de nuestra vida. De ahí que algunos digan que la vida es una mascarada, la confección de nuestras manos, lo que hacemos de esta. En este sentido podemos finalmente asimilar el papel del ego en el drama de la vida.

"Porque Tú has abandonado a Tu pueblo, la casa de Jacob; porque ellos se han llenado del oriente, y con adivinos de Filistea, y se complacen con la prole de extranjeros." (2:6)

El Profeta apela a Dios por abandonar a Su pueblo debido a su elección de vivir en los dominios de los deseos de ego, en el estilo de vida materialista típico del oriente en aquellos tiempos. También la ilusión obsesiva y compulsiva de controlar todos los aspectos de la vida, representada por los filisteos, y aprendida de los egipcios. Todas estas fantasías acompañadas por costumbres y hábitos ajenos a nuestra Esencia y verdadera identidad ["la prole de extranjeros"]. Comenzamos a desprendernos de lo que realmente somos cuando vendemos nuestra conciencia a algo completamente ajeno a nuestra alma y corazón.

"Su tierra también está llena de plata y oro, y son innumerables sus tesoros; su tierra está llena de caballos, y son innumerables sus carrozas." (2:7)

Vendemos nuestra conciencia por plata y oro, los valores imaginarios que damos a las posesiones materiales. Nos hacemos presa de la obsesiva ilusión de que nunca habrá suficiente espacio para tenerlas todas. La ambición nunca es satisfecha en los dominios de ego. Rápidamente se convierte en lujuria, porque ambas provienen de la misma ilusión para el mismo vano propósito. Los deseos sensuales son los medios y el fin de la ambición y la lujuria, engendradas a su vez por la invención de una falsa creencia o sentimiento de carencia.

Para esa lujuria se requiere vitalidad para desperdiciar, representada por los caballos que compramos de Egipto. Estos son el impulso sexual que sustraemos de nuestra vitalidad para someter la vida exclusivamente a los deseos y placeres sensuales. El sexo se convierte en un valor mercantil como lo son la plata y el oro, para los que no encontramos suficiente espacio para acumularlos. Así acaban volviéndose en los ídolos que son obra de nuestras manos.

"Su tierra también está llena de ídolos; cada uno adora la obra de sus propias manos, aquello que sus dedos han tallado. Y el hombre se prostra, y el hombre se rebaja; y Tú no los soportas." (2:8-9)

En este punto una vez más se nos recuerda darnos cuenta de lo que guardamos en nuestra mente, pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones e instintos. De lo que hacemos de estos y para cuál propósito. Al llenarlos con fantasías e ilusiones de ego, actúan en consecuencia. Entonces en vez de servirnos, nos volvemos sus sirvientes. Rebajamos nuestro discernimiento, intelecto y sentido común -- que están designados para conducir los demás niveles de la conciencia -- a sentimientos negativos, emociones dañinas, pasiones destructivas, e instintos fuera de control. Este predicamento es contrario a la versión de Dios de lo que somos. De ahí que Él no lo soporte, porque Dios no cohabita con lo inicuo. Pero nosotros sí.

"Entra dentro de la roca, y ocúltate en el polvo, [ocúltate] del temor del Eterno, y de la gloria de Su majestad." (2:10)

Seguimos atrapados en las fantasías e ilusiones de ego como viviendo en las tinieblas dentro de una roca. Penetramos dominios carentes de la Luz con la que nos hizo el Creador. Carentes de nuestras propia Luz, como los muertos en el polvo. Aquí nuevamente asimilamos la futilidad de las fantasías e ilusiones que hemos estado viviendo por tanto tiempo, a expensas de la Fuente de nuestra vida. Necesitamos de Dios para vivir, ya que Él nos hizo de Su Amor.

Aún así tenemos la audacia de desperdiciar Su sustento en la nada de lo que podamos presumir como algo nuestro. No podemos argüir que aprendemos de vanidades y sus fugaces placeres imaginados. Después de todo, lo que perseguimos como placeres emocionales y sensuales son previamente fabricados en nuestra imaginación, a partir de fantasías e ilusiones de ego. Sin embargo sí aprendemos del abrumador vacío que nos dejan y que clama por más. Un ejemplo para asimilar esto son los juegos de azar. Caemos en la ilusión de que tenemos algo que podríamos multiplicar fácilmente. En algún momento llegamos a creer que lo tenemos, hasta que lo perdemos todo. La emoción de creer tenerlo seguida por la desolación de haberlo perdido.

En las tinieblas del vacío que sentimos tememos regresar a la Fuente de nuestra vida. La frustración, la soledad, la depresión y el abandono de sentirse vacío se vuelven nuestros azotes. Estos son los rastros que deja a su paso la carroza que arrastra nuestra esclavitud bajo las fantasías de ego, ahora institucionalizadas como los estilos de vida reinantes en este mundo.

La antiquísima pirámide del faraón de Egipto sigue campante gobernando nuestra conciencia. Hemos vivido por siglos explotándonos unos a otros para alimentar las mismas ilusiones que todos compartimos, y soñamos vivir y poseer. Escalar la pirámide tratando de llegar a la cima. Preferimos seguir esclavos que regresar al círculo de los modos y atributos de Amor, que reverencian y honran el Amor de Dios, que es Su Gloria.

El temor de Dios reemplaza el Amor de Dios. Preferimos las ilusiones de ego, ya que mejor estamos con ellas que temerle a Dios. Nuestra culpa, resentimiento, remordimiento y vergüenza se convierten en nuestro temor de Dios. Igual como le pasó a Adán cuando eligió las ilusiones de ego, temeroso en su desnudez. La elección de Adán, que es también nuestra misma elección, nos arroja afuera del Paraíso de donde hemos pertenecido desde siempre. Este Paraíso sigue intacto dentro de nosotros, en nuestra Esencia y verdadera identidad, en el Amor de Dios que también es nuestro Amor en espera de retornar a Sus caminos y atributos. Este es nuestro verdadero hogar, la Gloria de Su Majestad.  

Una y otra vez nos toca elegir. Extendemos la interminable futilidad de las fantasías e ilusiones de ego, con sus consecuencias negativas, o decimos basta ya. De hecho ha sido un predicamento demasido prolongado de desperdicio deliberado. Ya es tiempo de abandonar para siempre la falsedad y retornar a la verdad. Este es el comienzo de todos los comienzos. El primer paso para despertar a la Conciencia Mesiánica que nos conduce a la Redención Final, la versión que Dios hizo de nosotros.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.