domingo, 15 de diciembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXXV) Isaías

"La carga de Babilonia fue vista por Isaías, el hijo de Amoz." (Isaías 13:1)

El Profeta confronta la carga de Babilonia como el producto de las fantasías e ilusiones de ego. Las consecuencias de falsas creencias y sentimientos de carencia que conllevan a envidia, avaricia, lujuria, ira, soberbia, indolencia, indiferencia, crueldad, y sus causas y efectos negativos que son la carga pesada en la conciencia humana. Babilonia como la antagonista y verdugo de Jerusalén. Egipto, Babilonia, Persia, Asiria, Grecia y Roma son las naciones que en su tiempo fueron el paradigma de los rasgos negativos que quebrantan lo bueno de los modos y atributos de Amor como nuestro nexo común con el Creador. La carga de Babilonia que la humanidad está destinada a remover cuando tomemos la decisión individual y colectiva de retornar a los caminos y atributos de Dios. Estos como nuestra Esencia y verdadera identidad, rasgos y cualidades inherentes a la Conciencia Mesiánica.

"Alzad un estandarte sobre la montaña elevada, alzad la voz para ellos, alzad la mano, para que ellos puedan venir a las puertas de los nobles. Yo he encomendado a Mis sagrados, sí, también Yo he llamado a Mis poderosos para Mi ira, a los que se alegran con Mi gloria." (13:2-3)

Hay un llamado en nuestra conciencia en algún momento de nuestras vidas, que nos convoca a reflexionar en lo que somos, de dónde venimos, y el destino al que añoramos llegar. Este llamado tiene lugar en el conocimiento de nuestra conexión permanente con Dios, entre nuestro Amor y Su Amor, ya que Amor es nuestro nexo común con Él.

Este nexo es el estandarte sobre la montaña elevada que es Jerusalén y su Templo. Desde ahí llamamos a los dispersos de Israel entre las naciones, y reunirlos para la Redención Final. Ellos también simbolizan las cualidades y rasgos positivos enredados por las tendencias negativas en la conciencia, representadas por las naciones. Estos dispersos son los nobles, los consagrados, los poderosos, los exaltantes que se alegran en los caminos y atributos del Creador. Estos son los destinados a conducir todos los aspectos y dimensiones de la conciencia en la Era Mesiánica.

"Voz de multitud de montañas, como de una multitud de pueblos. Voz de rugido de reinos de naciones unidas juntas. El Eterno de las multitudes ordena las tropas para la batalla." (13:4)

Entramos en la Era Mesiánica tras la inminente confrontación entre lo bueno de los modos y atributos de Amor, y las expresiones negativas en la conciencia humana. Estas son el tumulto de montañas, representando el carácter opresor y destructor de ideologías, creencias, adicciones, obsesiones, apegos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Estos son los reinos y naciones reunidos y juntados en guerra contra nuestra Redención Final.

"Vienen de tierra lejana, de los confines del cielo; el Eterno y las armas de Su indignación para destruir toda la tierra." (13:5)

La guerra para eliminar todo lo opuesto a lo bueno en la Tierra incluye a nuestro Creador, porque no somos capaces por nosotros mismos de erradicar las fantasías e ilusiones de ego entre sus tinieblas. La tierra como la vida debe ser transformada para dignificar y honrar su propósito de acuerdo a la voluntad de Dios.

"Aullad vosotros porque el día del Eterno está próximo, cuando vendrá la destrucción del Todopoderoso. Entonces todas las manos flaquearán y todo corazón de hombre se derretirá." (13:6-7)

A menudo decimos que la Era Mesiánica ha estado próxima desde nuestra salida de Egipto, pero elegimos vivir en la idolatría de las fantasías e ilusiones de ego que están destinadas a desaparecer, para dar camino al Plan del Creador. Así comprendemos la destrucción del Todopoderoso. Nuestras acciones negativas -- el flaquear de nuestras manos --, y los pensamientos, emociones, pasiones y sentimentos negativos que albergamos en nuestro corazón se derretirán.

"Y habrán sido afligidos, serán tomados por dolores y angustia; estarán adoloridos como mujer en el parto, se mirarán a otros espantados, sus rostros serán rostros de llamas." (13:8)

Debemos entender este y los versículos siguientes (9-10) como la aflicción que padecemos cuando luchamos para liberarnos de nuestras adicciones, obsesiones, apegos, ideas, creencias, pretensiones y patrones negativos. Seamos honestos con nosotros mismos y empecemos a reconocer los enemigos y opresores internos que subyugan nuestra conciencia y libre albedrío.

Todos sabemos que estos verdugos son más fuertes que nuestra voluntad y determinación de despojarnos de ellos. El mismo dolor que padecemos bajo su opresión es el mismo que sufrimos cuando renunciamos a ellos. Comúnmente se conocen como síntomas de abstinencia (de ellos). Por ello clamamos a la compasión y amorosa bondad del Creador para que nos ayude en nuestra guera, y Él nos responda con Su Redención Final.

"Y Yo visitaré su maldad sobre el mundo, y sobre el malvado su iniquidad; y Yo haré que desista la arrogancia del soberbio, y reduciré la soberbia de los tiranos." (13:11)

El día del Eterno lo aguardamos muchos. El momento en que finalmente estaremos completamente liberados de todo aquello que siempre fue innecesario en el mundo material. Todo lo que hemos creado y que nos hace padecer como maldad e iniquidad, producto de la arrogancia y soberbia de ego. Así nos hacemos conscientes de que las tendencias negativas de ego son los tiranos que nos condenan a vivir en sus dominios.

"Yo haré al hombre más raro que el oro fino, mucho más que el oro puro de Ofir. Por tanto haré temblar los cielos, y la tierra será sacudida de su sitio, debido a la ira del Eterno de las multitudes, y debido al día de Su ardiente ira." (13:12-13)

Amor de Dios transformará nuestra conciencia en algo aún más puro que las más sublimes cualidades que jamás hayamos conocido. Para que ello ocurra toda maldad, iniquidad e impurezas en la tierra y en la vida serán eliminadas por el Creador. Él nos hará conscientes de la Esencia de la que nos creó. Nos hará saber que Sus caminos y atributos son nuestro nexo común con Él.

Los versículos restantes (14-22) de este capítulo describen la batalla para liberarnos de la carga de Babilonia. Esta también es el escenario alegórico en el que confrontaremos aquello que hemos creado por la arrogancia y soberbia de ego, a expensas de lo bueno de los modos y atributos de Amor. La falsa belleza de reinos y naciones que desaparecerán como Babilonia, Caldea, Sodoma y Gomorra. Los lugares en los que nunca más volveremos a habitar de generación en generación.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.