domingo, 29 de diciembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXXVII) Isaías

El Profeta nos hace reflexionar acerca de nuestra identidad en términos de vida y muerte. Todos queremos estar vivos y ello implica un propósito. La Torá define nuestra identidad judía, y el Creador nos encomienda elegir la vida y la bendición. De ahí nos damos cuenta que vida es la bendición, y bendición es lo que Dios quiere que vivamos. El propósito de la Creación es lo bueno, porque Dios es bueno: "Dad las gracias al Eterno porque Él es bueno, Su amorosa bondad es eterna." (I Crónicas 16:34).

Este es el sentido de lo que frecuentemente indicamos aquí al decir que la Creación de Dios es una emanación de Su Amor. Lo bueno proviene del Amor de Dios, de ahí que somos hechos de bondad para ser y vivir lo bueno. Lo contrario a esto es muerte y maldición, porque muerte es la maldición. La lección aquí es vivir lo bueno como el sentido de la vida. La elección es nuestra, pero Dios nos ordena elegir la vida como la bendición (Deuteronomio 11:25, 30:19). Así entendemos lo que es nuestra Esencia y verdadera identidad, y comenzamos a decidir de acuerdo a aquello que somos.

"El infierno abajo se espantó de ti; te despertó sombras que en tu venida saliesen a recibirte, se levantaron de sus sillas todos los príncipes de la tierra, todos los reyes de las naciones. Todos ellos darán voces, y te dirán: ¿Tú también enfermaste como nosotros, y como nosotros fuiste?" (Isaías 14:9-10)

Hay un lugar inferior (usualmente traducido como "infierno") donde los muertos son enterrados, de ahí que sea bajo tierra. El Profeta nos recuerda que también hay un lugar donde los vivos están muertos. Este es el sitio adonde nos conducen las maldiciones cuando rechazamos lo bueno en la vida. Nuestra debilidad es el resultado de elegir lo que nos debilita. Nos maldecimos cuando vivimos las tendencias negativas en la conciencia. Estas son los muertos que salen a recibirnos, los reyes de las naciones, las sombras en el lugar de la nada.

Nuestras elecciones negativas y sus consecuencias hablan a nuestra identidad, preguntándonos si realmente queremos convertirnos en ellas. Envidia, avaricia, lujuria, soberbia, ira, conflicto, indolencia, indiferencia, celos, odio, crueldad y violencia nos confrontan. Nos desafían para elegir aquello que somos o en lo que queramos convertirnos.

"Descendió al sepulcro tu soberbia, y el sonido de tus cánticos: gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán. ¡Cómo caíste del cielo, oh lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas las gentes." (14:11-12)

El Profeta se dirige al ángel convertido en demonio, y entendemos su caída a lo inerte como resultado de sus elecciones negativas. De este debemos aprender. La soberbia corta nuestra conexión con la Unidad del Creador, a la cual pertenecemos. La arrogancia nos hace caer de donde venimos originalmente. A menudo mencionamos que nuestros Sabios catalogan la soberbia y la ira como las peores formas de idolatría.

La soberbia es lo que ego manifiesta en su deseo de ser un dios por sí mismo. Ira es el resultado de ese deseo por la frustración en su aislamiento. La muerte aguarda al separarnos de nuestra Esencia y verdadera identidad. Las fantasías e ilusiones de ego surgen del vacío que crea en nuestra conciencia. Estas son los cánticos como gusanos en la tumba al estar muerto. La tendencia negativa que nos separa de lo bueno del Creador es comparada en estos versículos a uno caído del Cielo. Una estrella de la mañana como sol destinado a brillar eternamente, pero elige caer entre los muertos para tratar con muertos.

Estamos muertos cuando vivimos entre muertos bajo la ilusión de controlar y dirigir aquello que también es ilusión y fantasía. Debemos asimilar que las tendencias negativas en nuestra conciencia no son más que ilusiones que hemos creado a partir de una creencia o sentimiento de carencia. En este sentido todos somos estrellas mañaneras caídas cuando elegimos vivir en la maldición de aquello que nos conlleva a vivir entre lo muerto.

"Tú que decías en tu corazón: 'Subiré al cielo, en lo alto junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, y en el monte del encuentro me sentaré, a los extremos del norte. Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo'. Mas tú derribado eres en el sepulcro, a los extremos de la fosa." (14:13-15)

Las fantasías e ilusiones de ego son impulsadas por la soberbia como la mayor de las idolatrías, en directa violación al segundo Mandamiento en el Decálogo. Dios nos encomienda no separarnos de Él porque es nuestro Creador y le pertenecemos. Estamos destinados a ser, tener, y hacer lo que son nuestra Esencia y verdadera identidad. Pertenecemos al Cielo de donde provenimos. Somos todos soles para alumbrar en y para lo bueno de la vida. Nada más ni nada menos. Estamos hechos para ser y habitar en la Luz de lo que es bueno como bendición de vida. Estamos hechos para brillar como estrellas, no hechos para ser como dioses. Somos portadores de Luz del Altísimo, porque Él nos hizo para ser Luz y vida; no tinieblas o muerte.

"Inclinarse han hacia ti los que te vieren, te considerarán diciendo: ¿'Es este aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos. Que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades; que a sus prisioneros nunca abrió la cárcel'?" (14:16-17)

Nuestras propias fantasías e ilusiones en algún momento nos confrontarán preguntándonos qué hemos hecho de ellas. La envidia preguntará por qué la creamos. Avaricia y celos cuestionarán nuestros motivos. Lujuria pedirá la razón de tanta pasión del corazón hacia algo tan vano y pasajero. Ira exigirá explicaciones por vivir en la frustración de fantasías e ilusiones insatisfechas. Indolencia nos recriminará por vivir negando lo que es verdadero y trascendente. La indiferencia confrontará nuestras creencias, valores y principios.

Todo lo que nos sacude y hace temblar en sufrimiento, todo lo que niega lo bueno de los modos y atributos de Amor, se enfrentarán a lo que verdaderamente somos. Esta es una premisa fundamental para nuestra Redención Final y entrar en la Conciencia Mesiánica. No podemos traer lo contrario a los modos y atributos de Amor al lugar donde estos habitan. No podemos ascender al cielo y brillar como estrellas mientras vivamos en el bajo mundo de las fantasías e ilusiones negativas. Estas son las que convierten el mundo en un desierto, asolan las ciudades, y mantienen cautivos a los prisioneros.

Nuestra actitud egocéntrica hacia nosotros mismos y la vida destruyen lo bueno de la vida y la tierra donde vivimos. Destruye valores y principios como ciudades en las que vivimos. Nos mantiene prisioneros de las tendencias negativas que nos llevan a vivir en un bajo mundo que algunos llaman infierno.

"Todos los reyes de las gentes, todos ellos yacen en su honor cada uno en su casa. Mas tú echado eres de tu sepulcro como tronco abominable, como vestido de muertos pasados a cuchillo, que descendieron al fondo de la sepultura; como cuerpo muerto pisoteado." (14:18-19)

El Profeta nuevamente se refiere a los reyes de las naciones como opresores en sus dominios. Estos son los regidores a los que damos poder para hacernos pensar, sentir, hablar y hacer lo que ellos determinen. De ahí que la fuerza motriz que nos hace impulsar las tendencias negativas provenga de los deseos y fantasías materialistas de ego. Esta tendencia negativa es el tronco abominable que será eliminado de la conciencia humana para dar paso a nuestra Redención Final.

"No serás contado con ellos en la sepultura porque tú destruiste tu tierra, mataste tu pueblo. Nunca más será nombrada la simiente de los malignos." (14:20)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.