domingo, 22 de diciembre de 2013

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (XXXVI) Isaías

Hemos indicado que necesitamos la abundante amorosa bondad y compasión del Creador para ayudarnos a romper las cadenas de las fantasías e ilusiones de ego, y sus efectos negativos en la vida. Si fuésemos capaces de liberarnos de ellas, ya lo hubiéramos hecho desde hace tiempo. A nadie le gusta vivir en cautiverio y atrapado en vanidades inútiles por las que tenemos que trabajar duro para vivir su futilidad. Como hemos señalado en comentarios anteriores, las adicciones, apegos, obsesiones y deseos que hemos creado a partir de las creencias y sentimientos de carencia de ego, se vuelven más grandes y poderosas que nuestra voluntad y determinación para liberarnos de ellos.

Estos son los ídolos que alimentamos con la obra de nuestras manos, en los que terminados convertidos. Así es como nos volvemos la personificación de la codicia, soberbia, envidia, lujuria, indiferencia, indolencia y crueldad. Estos son los nombres de las naciones que necesitamos ya sea destruir, conquistar o subyugar para ocupar la Tierra Prometida.

La Torá nos recuerda que las batallas de nuestros antepasados para derrotar tales naciones, todas fueron peleadas por nuestro Dios. Fue así simplemente porque nosotros no fuimos capaces entonces ni tampoco lo somos ahora para dominar nuestras propias fantasías e ilusiones negativas. Estas son los gigantes ante los que nos sentimos como insectos. De ahí que necesitemos de la mano fuerte y brazo extendido de Dios -- Su amorosa bondad y compasión -- para luchar y ganar todas las batallas contra nuestros enemigos y opresores.

"Porque el Eterno tendrá compasión de Jacob, y todavía elegirá a Israel, y los asentará en su propia tierra; y el extranjero se unirá él a ellos, y ellos se adherirán a la casa de Jacob." (Isaías 14:1)

No podemos hacerlo sin el Amor de Dios con nosotros luchando con nuestro Amor. Estos son los dos fuegos que se unen cuando elevamos al Creador lo bueno en la vida como nuestra ofrenda cotidiana a Él. Lo bueno de los modos y atributos de Amor es el aroma placentero  en el que Dios se deleita. El Profeta nos recuerda que Dios tiene compasión de nosotros, porque Él elige a Israel como lo bueno que Él quiere hacer prevalecer en el mundo. Israel tiene una morada, la Tierra Prometida que es la manifestación material de lo bueno en la vida. Los extranjeros que también procuran lo bueno en la vida se unen a nuestro pueblo para adherirse juntos al destino que Dios quiere que realicemos, y hagamos prevalecer en el mundo material.

"Y los pueblos los tomarán, y los traerán a su lugar; y la casa de Israel los poseerá en la tierra del Eterno como sirvientes y sirvientas; y ellos los harán cautivos, como cautivos que fueron de aquellos; y ellos regirán sobre sus opresores." (14:2)

La Redención Final comienza cuando las tendencias negativas en la conciencia dejan de serlo para subordinarse a las cualidades positivas de los modos y atributos de Amor. Nuestras tendencias negativas y sus resultados eventualmente nos conducen a las cosas positivas que queremos vivir y disfrutar en la vida. La oscuridad es la premisa para reconocer la Luz.

Esclavitud y cautiverio son el preámbulo de la liberación y la libertad. Estas condiciones claramente obvias no están completamente asimiladas en nuestra conciencia, no importa cuanto de sentido común tengan. Como dijimos arriba, nuestra adicción a estados de conciencia negativos es difícil de romper. Somos indefensos contra el masoquismo si es ello lo que hayamos elegido.

En esta vaguedad y estancamiento clamamos a nuestro Creador, pidiéndole que rompa el círculo vicioso de vivir en las fantasías e ilusiones de ego. Le pedimos que sea nuestro Único y exclusivo Dios. Queremos dejar de ser los esclavos del faraón -- esclavos del ego -- y convertirnos en los sirvientes de Dios. Preferimos ser sirvientes de los caminos y atributos de Dios que esclavos de las tendencias negativas en la conciencia. Dios quiere saber si verdaderamente queremos vivir en Su Tierra Prometida -- Su Redención Final ahora -- para ayudarnos a pelear nuestra última batalla contra las naciones. Entonces Él hará que estas se vuelvan nuestras aliadas.

Nuestros constantes enemigos interiores y exteriores no solamente se nos unirán sino que también nos traerán a nuestro lugar, la tierra de Dios como lo bueno en la vida. Lo que una vez fueron tendencias y aspectos negativos en la conciencia -- de los que fuimos cautivos -- se volverán nuestros cautivos, los sirvientes y sirvientas que fueron nuestros opresores. Así entendemos lo que nos referíamos cuando señalamos que la oscuridad es la premisa para reconocer la Luz, y el exilio como preludio de la Redención. Así mismo asimilamos la proclamación del Creador cuando comunicó a nuestra Matriarca Rebeca que dos naciones estaban en su vientre, y que el mayor servirá al menor.

"Y acontecerá el día en que el Eterno te dará descanso de tu afán, y de tu tribulación, y del duro trabajo al que fuiste obligado a servir, para que lleves esta alegoría contra el rey de Babilonia, y digas: ¡Cuánto ha cesado de serlo el opresor! ¡el cobrador de oro ha cesado!" (14:3-4)

La Redención Final comienza el día cuando el Creador convierta lo que hemos percibido y vivido como oscuro y negativo en Luz y lo bueno. Seremos los eternos servidores del mayor propósito que Dios tiene para Su Creación, el cual es vivir en lo bueno de Sus caminos y atributos. Este conocimiento y realización serán el yugo para el ego como fuerza motriz y motivación para vivir. Este es el conocimiento contra el rey de Babilonia como personificación del predicamento negativo de ego, el cual dejará de existir.

"El Eterno romperá la vara del malvado, el cetro de los regidores que golpeó a los pueblos en ira e incesante golpe, que dominó las naciones en ira, con una persecución que nadie detuvo." (14:5-6)

La Conciencia Mesiánica es el cetro y estandarte que prevalecerán eternamente cuando el Creador nos libere del dominio negativo de nuestras creencias, ideologías, hábitos, apegos, adicciones, obsesiones y actitudes, y de su constante opresión. Estos son los rasgos negativos que rigen en ira, soberbia, codicia, envidia, lujuria, indiferencia, indolencia y crueldad, sin que nada los detenga y sin posibilidad de escapar de ellos.

Cuando buscamos la eterna amorosa bondad y compasión de Dios, mediante nuestra propia amorosa bondad y compasión, encontramos la Redención que hemos estado añorando. Cuando comenzamos a dejar que los modos y atributos de Amor rijan cada aspecto y dimensión de la conciencia, comenzamos a vivir en verdadera libertad. Entonces el aspecto opresor en conciencia habrá perecido para siempre, y en ella reinará sólo paz y tranquilidad con canto de felicidad. Los árboles, que representan nuestros principios y valores como nexos permanentes con Dios, sabrán que nada contrario a ellos los afligirá.

"Toda la tierra está en descanso y tranquila; todos entonan su canto. Sí, los cipreses se regocijan en ti, y los cedros del Lebanón dicen: 'Desde que tú [rey de Babilonia] pereciste ningún talador ha venido contra nosotros'." (14:7-8)

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.