domingo, 28 de septiembre de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXXVI) Isaías

Así dijo el Eterno: '¿Dónde está este, el papel del divorcio de tu madre, a quien Yo repudié? ¿O a cuáles de Mis acreedores Te he vendido? He aquí que por vuestras iniquidades os habéis vendido, y por vuestras transgresiones tu madre ha sido repudiada.” (Isaías 50:1)

Este versículo no solamente es un recordatorio de nuestro nexo y relación con el Creador, sino también es un espejo para que nos demos cuenta de la profundidad de nuestro exilio en las tinieblas de las fantasías e ilusiones de ego. Dios nos recuerda otra vez  esta vez con una muy amorosa metáfora  que nuestra separación proviene de nosotros, no de Él. Somos los únicos responsables de las decisiones que tomamos, y de sus resultados.

Dios no nos repudia para que vivamos en las fantasías e ilusiones (“nuestros acreedores que Él llama Suyos). Somos nosotros quienes nos hemos vendido a nuestras propias iniquidades, alejando a nuestra conciencia (“nuestra madre”) de los modos y atributos de Amor como la manifestación material del Amor de Dios.

“¿Por qué cuando Yo vine no había nadie, y cuando llamé no había quien respondiera? ¿Acaso es tan corta Mi mano que no puede rescatar, o no tengo poder para liberar? He aquí, con Mi reprensión seco el mar, convierto los ríos en desierto; sus peces hieden por falta de agua, mueren de sed.” (50:2)

El Creador revela Su Redención Final y no hay nadie que responda. Él nos hace reflexionar sobre esto, inclusive preguntando si Su Redención no es acaso suficiente. O que Su poder de redimir no se hace evidente. De ahí que reafirme Su total control sobre todo lo existente.

“Visto de oscuridad los cielos, y torno como saco de cilicio su cobertura [declara el Eterno]. Dios el Eterno me ha dado lengua de sabio, para que yo sepa sostener con una palabra al fatigado. Mañana tras mañana me despierta, despierta mi oído para escuchar como los sabios.” (50:3-4)

Dios continúa revelando la transformación que le espera al mundo material y la conciencia humana, en particular a nuestro conocimiento más elevado (“los cielos”) de Su Presencia. El Profeta no quiere dejar sin responder por nadie las preguntas del Creador, y reitera su disposición para ser el portador de Sus mensajes respecto a la Redención Final, tal como lo declaró Isaías en el comienzo de su libro (6:8-9).

Dios el Eterno me ha abierto el oído, y no fui desobediente, ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi rostro de agravios y salivazos.” (50:5-6)

Debemos encontrar el conocimiento de Isaías en nosotros, y lo que el Profeta representa en nuestra conciencia. Entendámoslo como el implacable e indomable deseo de estar apegado al Creador, para el cual no hay agravio, humillación o sufrimiento capaces de romper nuestro nexo con Él.

Y Dios el Eterno me da ayuda, por lo tanto no he sido avergonzado. Por lo tanto he puesto mi rostro como un pedernal, y sé que no estoy agraviado. Cerca está Él, que me justifica. ¿Quién podría contrariarme? Estamos parados juntos [Él y yo], ¿quién es mi oponente? El que sea que venga a mí.” (50:7-8)

El Profeta hace reflexionar sobre los significados del agravio, contrario a vivir en el conocimiento de que el Amor de Dios es nuestra Esencia y verdadera identidad. Su Amor sustenta, ayuda y alimenta cada aspecto y dimensión de la vida. Somos agraviados viviendo en las fantasías e ilusiones de ego, con sus tendencias y rasgos negativos, a diferencia de vivir en los modos y atributos de Amor. Estos últimos nos llenan y conducen a vivir lo bueno de los atributos de Dios que Él quiere que emulemos. Esto es que bueno nos hace tan humildes como un pedernal, y la humildad es la ausencia de agravio o vergüenza.

Mientras vivamos en los modos del Creador, Él justifica nuestro discernimiento, pensamientos, sentimientos, emociones, palabras y acciones. De ahí que nada pueda ser justificado excepto Amor. Mientras estemos conscientes de la Presencia de Dios en nuestras vidas, nada podría contrariarnos. En este conocimiento podemos enfrentar y eliminar toda tendencia o rasgo negativo que pueda amenazar nuestra Esencia y verdadera identidad, con la que estamos permanentemente unidos a Dios.

“He aquí, Dios el Eterno me ayuda, ¿quién es el que me condena? He aquí, todos ellos son como un vestido que se gasta, la polilla se los come.” (50:9)

Al asimilar que Amor como la manifestación material del Amor de Dios es nuestra intención, motivación y causa para todas las expresiones de la vida, no hay mal de ninguna clase que pueda venir a nosotros y contaminar nuestra conciencia. Todos los males se convierten en viejos recuerdos similares a un vestido gastado y devorado por la polilla.

“¿Quién hay entre vosotros que reverencie al Eterno, que oiga la voz de su siervo, que ande en tinieblas y no haya luz para él? Que él confíe en el Nombre del Eterno y se apoye en su Dios.” (50:10)

El Profeta nos invita a oír los mensajes que el Creador le ha dado, en particular aquellos de nosotros que hemos estado andando en las tinieblas de las fantasías e ilusiones de ego. Isaías nos pide creer que la Luz que necesitamos para liberar nuestra conciencia es retornar a los caminos y atributos de Dios, en los que debemos apoyarnos.

“He aquí, todos vosotros que encendéis fuego, que os rodeáis de teas, andad a la lumbre de vuestro fuego, y entre las teas que habéis encendido. Esto os vendrá de Mi mano: ¡en aflicción yaceréis!” (50:11)


Dios llama nuevamente nuestra atención sobre los fuegos que creamos en todos los niveles de conciencia. Nos quemamos por nuestras tendencias y rasgos negativos, y Él nos recuerda que somos los únicos responsables por nuestras decisiones y acciones, las cuales nos hacen yacer en aflicción. Esto en últimas rebotará en nuestra conciencia forzándonos a buscar la Luz redentora de lo bueno en los modos y atributos de Amor, que estamos destinados a ser, tener y manifestar.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.