domingo, 2 de noviembre de 2014

La Conciencia Mesiánica en la Profecía Judía (LXXXI) Isaías

Cuán hermosos sobre las montañas han estado los pies de Quien proclama buenos augurios, sonando paz, proclamando buenas nuevas, sonando redención; diciendo a Sión: '¡Tu Dios ha reinado'!” (52:7)

Dios anuncia Sus buenas nuevas, paz y Redención en las alturas de nuestra conciencia. Estas son las montañas donde Sus pies (Sus caminos y atributos) descansan. En estas elevadas alturas Él habla a Sión como nuestro nexo eterno con Él, confortándonos al decirnos que Él siempre ha sido el Rey. El nombre de Su reinado es el bien.

¡La voz de tus vigías! Ellos levantan la voz, cantando juntos. Porque ojo a ojo ellos ven en el Eterno retornando a Sión.” (52:8)

Nuestros vigías son las cualidades, tendencias y rasgos positivos que se alegran al reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador. El bien es la torre desde la cual vemos la vida y cada aspecto, dimensión y expresión de la conciencia. En esta referencia y actitud también vemos el Amor de Dios revelándose en nuestro interior.

Nuestro Amor y el Amor de Dios se encuentran en Sión, y ambos amores se ven tras su largamente esperado y añorado encuentro final. Esta es la culminación de nuestra Redención Final y comienzo de la Era Mesiánica. Con nuestro Amor regresamos al Amor de Dios, y lo veremos retornando a nosotros en Sión.

Regocijáos en júbilo, cantad juntos, oh lugares desolados de Jerusalén. Porque el Eterno ha confortado a Su pueblo, Él ha redimido a Jerusalén. El Eterno ha descubierto Su sagrado brazo ante los ojos de todas las naciones. Y todos los rincones de la tierra han visto la redención de nuestro Dios.” (52:9-10)

Todos los aspectos y dimensiones de la conciencia serán una unidad armónica funcional, expresándose con el júbilo de cantar ante la revelada Presencia de Dios entre (en) nosotros. En este conocimiento nos damos cuenta que Su Amor es nuestro consolador y redención de las fantasías e ilusiones que hemos creado en este mundo material.

El brazo de Dios es Su voluntad que toda Su Creación aceptará como la absoluta verdad que es, y todo lo que existe verá Su Redención.

“Apartaos, apartaos, salid de allí, nada inmundo toquéis. Salid de en medio de ella, purificaos, vosotros que lleváis las vasijas del Eterno. ¡Pues no saldréis precipitadamente, ni con apuro iréis, porque delante de vosotros está el Eterno, y aquel que os recoge es el Dios de Israel!” (52:11-12)

A través del Profeta, Dios nos insta a abandonar lo impuro que contamina nuestra Esencia y verdadera identidad como los cimientos de nuestro nexo con Él. Estas son las vasijas en las que Él derrama Sus bendiciones. Confiar en el Amor de Dios es más importante que nuestro apuro para ser redimidos de siglos en fantasías e ilusiones negativas.

Primero debemos hacernos conscientes de que Dios es nuestro Creador, y que no pertenecemos a nosotros sino a Él. De este modo entendemos que es Él quien está delante de nosotros. Dios nos recoge desde los confines de la tierra para revelar Su Redención ante los ojos de las naciones. Estas sabrán que el único Dios es el Dios de Israel.

He aquí que Mi servidor [Israel] actúa sabiamente, él es enaltecido y ha sido elevado, y ha sido grandemente exaltado. Sorprendidos ante ti han estado muchos, tan estropeada su apariencia por hombre, y su aspecto por hijos de hombres.” (52:13-14)

Nuevamente Dios nos recuerda que Israel es Su servidor desde que Él nos sacó de Egipto para ser Su pueblo elegido. Nos hizo sabios con Su Torá, y nos elevó con el fin de ser Luz para las naciones. En Su Redención Final nos recoge de vuelta a nuestra tierra, tras haber sido asimilados y nuestra apariencia estropeada por las naciones.

Debemos iniciar nuestra recogida individual y colectiva de entre las naciones y retornar a nuestra tierra, la cual representa el bien que Dios quiere que vivamos y hagamos prevalecer en todos los aspectos y dimensiones de la vida.

Así él rocía muchas naciones. En lo que a él concierne, reyes cierran sus bocas. ¡Porque ven lo que nunca antes les fue contado, y entienden lo que antes no habían oído!” (52:15)


En su dispersión en todo el mundo, los hijos de Israel han iluminado muchas naciones con las enseñanzas de la Torá, esforzándose por hacer prevalecer el bien. Desde Abraham y Moisés, a través de los reyes David y Salomón, y hasta nuestros tiempos, las contribuciones del pueblo hebreo a las naciones han sido esenciales e indispensables. Todo ello a pesar de las constantes persecuciones, acosos, humillaciones, opresión y exterminio. Las contribuciones hebreas a la humanidad son incuestionables e indiscutibles.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.