“Y
extraños han cuidado y alimentado tu rebaño, hijos de forasteros
son tus agricultores y tus viñateros.”
(61:5)
Nos
hemos referido a “extraños”
como
tendencias y rasgos “foráneos”
a
nuestra naturaleza espiritual. La conciencia es una entidad
multidimensional cuya capacidad desconocemos respecto a discernir,
percibir, concebir y pensar, o su alcance en lo referente a
sentimientos, emociones y sensaciones. Tenemos potenciales para
asimilar estas dimensiones según lo que traigamos a ellas.
Frecuentemente
decimos que nuestros Sabios místicos consideran estas dimensiones
como “vasijas” que no actúan por sí solas sino de acuerdo a lo
que vertemos en ellas. De ahí que insistamos en mantenerlas limpias
de negatividad y llenarlas permanentemente con las tendencias y
rasgos de los modos y atributos de Amor. Así nos damos
cuenta que Amor es su propia causa y efecto.
En
este contexto, los más elevados principios, valores, ideas y
creencias son aquellos que no nos son “extraños” o “foráneos”, ya que son inherentes a nuestra naturaleza espiritual.
“Extraño”
o “foráneo”
no
necesariamente implican que sean rasgos negativos, sino ciertamente
algo que no es parte de nuestra esencia e identidad espiritual.
Estos son accesorios en nuestra conciencia para sobrevivir en el mundo material, como son la intensidad emocional con la que experimentamos la vida, y los instintos que nos obligan a mantener trabajando correctamente el cuerpo físico.
Estos son accesorios en nuestra conciencia para sobrevivir en el mundo material, como son la intensidad emocional con la que experimentamos la vida, y los instintos que nos obligan a mantener trabajando correctamente el cuerpo físico.
De
ahí que estos deberían estar subordinados al más elevado propósito
que procura nuestra conciencia superior. En nuestro estado actual de
conciencia humana muchos de nosotros estamos realmente subordinando
lo más sublime de nuestra identidad espiritual a bajos instintos
y pasiones, en vez de hacer lo contrario.
El Profeta nos recuerda que en la Redención Final la conciencia Mesiánica es elevada a su destino espiritual mediante virtualmente todos los aspectos y dimensiones de nuestra existencia. Por lo tanto los “extraños” cuidan y alimentan la vida que Dios quiere que vivamos cuando la maldad sea eliminada completamente.
El Profeta nos recuerda que en la Redención Final la conciencia Mesiánica es elevada a su destino espiritual mediante virtualmente todos los aspectos y dimensiones de nuestra existencia. Por lo tanto los “extraños” cuidan y alimentan la vida que Dios quiere que vivamos cuando la maldad sea eliminada completamente.
Los
“foráneos”
sustentan
y nutren el bien que esencialmente somos y que estamos destinados a
prevalecer por toda la eternidad. Nuestros
“rebaños”
y
“viñedos”
son
todos los aspectos y dimensiones como campos de la vida donde estamos
destinados a plantar y cosechar las semillas de los modos y atributos
de Amor. Esto mismo se aplica para las “naciones”
como
veremos en el próximo versículo.
“Y
sois llamados 'Sacerdotes
del Eterno',
'Ministros
de nuestro Dios'
se
dice de vosotros.
Consumiréis
la fuerza de las naciones, y en su honor os jactaréis.”
(61:6)
La
Torá define la identidad de los hijos de Israel como su propósito
en la vida. Israel existe para cumplir su destino, el cual es ser Luz
para las naciones. Por ello se nos llama sacerdotes y ministros del
Creador para realizar Su voluntad en el mundo material. La alegoría
en este versículo se relacionada con el bien que Israel hace para
las naciones, razón por la cual Israel se jacta de ello.
En
una concepción más elevada, el bien que representa Israel remueve
(“consume”) las tendencias y rasgos
negativos que representan las naciones. De ahí que el bien al
convertirse en la causa, razón y propósito para todos los niveles y
dimensiones de nuestra conciencia, también se convierte en nuestro
honor del cual nos jactamos.