“En
vez de tu vergüenza y confusión, una segunda vez cantarán debido a
su porción. Por lo tanto a su tierra por segunda vez la tomarán por
posesión, dicha eterna es para ellos.”
(61:7)
Isaías
habla al pueblo de Israel en segunda y tercera persona. Primero,
como el pueblo que ha vivido en vergüenza y confusión debido a su
separación de los caminos y atributos de Dios. La opción de
preferir vivir en las tendencias y rasgos negativos de ego resulta en
sus consecuencias, las cuales son vergüenza
y confusión. Segundo, como el pueblo que retorna a su esencia y
verdadera identidad, que son nuestra dicha y alegría (nuestro
“canto”).
Una
vez que abracemos completamente lo que realmente somos, regresaremos
por segunda vez a tomar posesión de nuestra preciosa Tierra
Prometida, la cual también es nuestra dicha que esta vez será
eterna.
“Por
que Yo soy el Eterno que ama justicia, que odia el saqueo como ofrenda de elevación. Y Yo les he dado su recompensa con lo
verdadero, y hago para ellos un Pacto eterno.”
(61:8)
El
Creador reitera las cualidades éticas de Su Amor, porque Él ama la
justicia. De ahí que a Él no le guste condonar el saqueo, robo o
pillaje de lo que no es legítimamente nuestro, y tampoco le guste
que le ofrenden tales cosas. Nos referimos aquí no sólo a posesiones
materiales sino también a cualidades y rasgos ajenos a nuestra
verdadera identidad.
Dios
no quiere arrogancia, codicia, envidia, lujuria, indiferencia,
indolencia, ira ni nada diferente al bien de los modos y atributos de
Amor. Estos últimos son nuestra verdad y recompensa que Dios nos
otorga como un Pacto eterno con Él.
“Y
conocida entre las naciones ha sido la simiente de ellos, y sus
descendientes entre los pueblos. Todos los que los vean los
reconocerán, porque ellos son una simiente que el Eterno ha
bendecido.”
(61:9)
El
bien del Amor de Dios es nuestra simiente que también es la Torá
como nuestra identidad judía, por la que somos conocidos entre las
naciones. Mencionamos a menudo que nuestros
descendientes no solamente son nuestros hijos sino también las contribuciones que hacemos al mundo. Debido a estas los hijos de Israel
han sido conocidos y reconocidos a través de la historia. El bien
que Israel otorga a las naciones es precisamente la simiente que Dios
ha bendecido en la conciencia humana.
“Yo
me regocijo grandemente en el Eterno, mi alma se deleita en mi Dios,
porque Él me viste con prendas de redención, con un manto de
rectitud me cubre. Como un novio prepara sus ornamentos, y como una
novia se engalana con sus joyas.”
(61:10)
El
bien es la razón de nuestra dicha, ya que este proviene del Amor de
Dios. Los modos y atributos de Amor son las prendas del bien con el
que Dios nos viste. Estos ciertamente son nuestra libertad y
Redención de las tendencias y rasgos negativos de las fantasías e
ilusiones de ego.
Estas vestiduras son la rectitud y justicia inherentes al bien. En estas nos regocijamos, porque son las prendas y joyas de la verdadera identidad que estamos destinados a ser, tener y manifestar.
Estas vestiduras son la rectitud y justicia inherentes al bien. En estas nos regocijamos, porque son las prendas y joyas de la verdadera identidad que estamos destinados a ser, tener y manifestar.
“Porque,
así como la tierra brota sus retoños, y como un huerto hace que su
cosecha florezca, ¡así Dios el Eterno hace que la rectitud y la
alabanza broten ante todas las naciones!”
(61:11)
Entramos
en la Redención de Dios y la era Mesiánica cuando entronizamos Amor
como el regidor y conductor natural de todas las facetas de la vida.
Los modos y atributos de Amor son las simientes que plantamos en el
campo de la vida, y Amor es lo que brota y florece para ser nuestra
rectitud y alabanza.
Esta es nuestra identidad para iluminar el mundo, y hacer que el bien de Amor también sea la semilla y la cosecha para también redimir a las naciones.
Esta es nuestra identidad para iluminar el mundo, y hacer que el bien de Amor también sea la semilla y la cosecha para también redimir a las naciones.