Nuestros Sabios místicos explican que el máximo conocimiento de nuestra conexión con el Amor de Dios (representado por el sumo sacerdocio judío) está más allá de toda comprensión, porque trasciende tanto la realidad material como la espiritual. En este máximo conocimiento, nuestra conciencia no deja que nada cuestione o amenace esta conexión. Este nivel de percepción implica un "celo" que tampoco permite nuestra separación del Amor de Dios: "Pinjas el hijo de Eleazar el hijo de Aarón ha alejado Mi ira de los hijos de Israel, por su celo de vengarme entre ellos, para que Yo no destruya a los hijos de Israel bebido a Mi celo" (Números 25:11). Este "celo" asegura nuestra conexión con Él, la cual es y siempre debe ser permanente.
En este sentido la consecuencia de este conocimiento permanente es ser y estar íntegro, completo, eterno, en paz: "Por lo tanto, diles, 'He aquí que Yo le doy [a Pinjas] Mi Pacto de Paz'. Y será para él y para la simiente procedente de él un sacerdocio eterno; porque él fue celoso de su Dios, e [y con ello] hizo expiación por los hijos de Israel." (25:12).
En nuestro constante conocimiento del Amor de Dios transformamos (hacemos expiación por) cada nivel y dimensión de la conciencia, con el fin de crear un espacio para que Él more entre (en) nosotros. Esta transformación ocurre cuando Amor dirige nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, y acciones. Con y mediante Amor toda clase de conflictos y sufrimientos desaparecen: "Acosad a los medianitas, y habréis de someterlos" (25:17), "Porque ellos os acosan con sus maquinaciones que ellos fraguaron contra vosotros en el incidente de (Baal) Peor (…)" (25:18).
En este sentido la consecuencia de este conocimiento permanente es ser y estar íntegro, completo, eterno, en paz: "Por lo tanto, diles, 'He aquí que Yo le doy [a Pinjas] Mi Pacto de Paz'. Y será para él y para la simiente procedente de él un sacerdocio eterno; porque él fue celoso de su Dios, e [y con ello] hizo expiación por los hijos de Israel." (25:12).
En nuestro constante conocimiento del Amor de Dios transformamos (hacemos expiación por) cada nivel y dimensión de la conciencia, con el fin de crear un espacio para que Él more entre (en) nosotros. Esta transformación ocurre cuando Amor dirige nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, y acciones. Con y mediante Amor toda clase de conflictos y sufrimientos desaparecen: "Acosad a los medianitas, y habréis de someterlos" (25:17), "Porque ellos os acosan con sus maquinaciones que ellos fraguaron contra vosotros en el incidente de (Baal) Peor (…)" (25:18).
Nuestros tratos con la realidad material ponen a prueba las maneras en que abordamos cada situación, y en particular las buenas cualidades que definen quiénes somos. Estas cualidades son las que debemos siempre dirigir de la mejor manera posible, por lo tanto tenemos que cuidarlas realzándolas y elevándolas hacia el más alto propósito que tenemos en la vida, que es revelar el Amor de Dios en Su Creación, incluyendo las dimensiones de nuestra conciencia y el mundo en que vivimos.
"Toma un censo de toda la congregación de los hijos de Israel (…)" (26:2), ya que es importante contar, distinguir, y apreciar cada rasgo y cualidad que se mantenga firme y decidido para conquistar los aspectos negativos (las naciones de Canaán) que nos separan de la Tierra Prometida, la cual representa nuestra vida en los caminos y atributos de Dios. Entonces dedicación y devoción en la manera como nos cuidamos a nosotros y a otros, paciencia y perseverancia para transformar situaciones negativas, alegría y entusiasmo para ser y haber el bien, figuran entre las cualidades positivas que debemos expandir en nuestro conocimiento del Amor Divino en nuestra vida (la Tierra Prometida): "A la (tribu) más numerosa daréis una mayor herencia (porción), y a la tribu menor daréis una menor herencia, a cada persona se le dará una herencia de acuerdo a su número." (26:54).
Los últimos dos largos capítulos de esta porción (28 y 29) se refieren a nuestras ofrendas al Creador, las diarias y las designadas [festivales], comenzando con: "Ordena a los hijos de Israel y diles a ellos: 'Mi ofrenda, Mi alimento para Mis ofrendas de fuego, un espíritu de satisfacción para Mí, vosotros procuraréis la ofrenda para Mí en su tiempo designado'." (28:2) y termina con: "Estas vosotros las ofreceréis [elevaréis] al Eterno en vuestros festivales, además de vuestras promesas y ofrendas voluntarias, para vuestras ofrendas de fuego, para vuestras ofrendas de alimentos, para vuestras [ofrendas de] libaciones, y para vuestras ofrendas de paz." (29:39).
Es importante destacar que el episodio de Pinjas con Zimri está yuxtapuesto con las ofrendas, porque al elevar constantemente cada aspecto de nuestra conciencia al Amor de Dios, estamos expresando nuestro celo de estar siempre cerca de Él.
Nuestros Sabios reflexionan sobre la soledad que experimentamos individualmente al querer alcanzar el Amor de Dios. Especialmente cuando todos los niveles de conciencia parecen abandonarnos en nuestro propósito de revelar Su Presencia entre las tinieblas de las ilusiones del mundo material. Sin embargo, el nivel de mantenernos siempre conscientes de nuestra conexión con el Creador (el sumo sacerdocio) y nuestro celo por protegerlo (Pinjas y el Profeta Elías) deben ser permanentes.
Así nos lo recuerda la haftará para esta porción: "La palabra del Eterno vino a él. Y Él le dijo: '¿Qué estás haciendo aquí, Elías?' Y él le dijo: 'He estado siendo celoso del Eterno, el Dios de las Multitudes, porque los hijos de Israel han abandonado Tu Pacto. Ellos han destruido Tus altares, y ellos han asesinado a Tus profetas por la espada; y yo he permanecido solo, y ellos persiguen mi vida para tomarla'." (I Reyes 19:9-10).
No importa qué tan dispersas estén nuestras buenas cualidades, pero es esencial que nunca perdamos la conciencia de que fuimos creados por el Amor de Dios, y que Su Amor nos sustenta.