domingo, 18 de diciembre de 2011

Jánuca y la Luz de Redención

Reflexionemos sobre dos cosas que aparentemente no está relacionadas pero su denominador común es que ambas desafían nuestro entendimiento. Una es el primer Mandamiento que el Creador ordena a Israel en su nacimiento como Nación, la consagración de la Luna Nueva como el inicio de los meses y Nisán como el primero de ellos cuando comenzó la libertad de Israel. La otra se trata de la Redención Final como la predicen nuestros Profetas.

Podríamos cuestionar por qué comenzamos los meses con la Luna Nueva y no con la Luna Llena, arguyendo que podríamos comenzar con su luz totalmente revelada y terminar también con ella después de pasar por días menguantes y oscuros para luego emerger en brillo total. Sin embargo el Creador nos encomienda iniciar los meses cuando la Luna está completamente oscura. Sabios de la tradición jasídica nos enseñan uno de los principios más complejos relacionados con este asunto, y debemos romper los límites de nuestro discernimiento para comprenderlo enteramente. De hecho es uno de los muchos principios místicos judíos que sólo podemos asimilar más allá del entendimiento humano, tales como los círculos o esferas concéntricas que al mismo tiempo están separadas entre sí. ¿Cómo podrían estar separadas si están contenidas unas dentro de las otras? Este es un ejemplo para dirigir nuestra mente hacia asimilar más allá de los límites del razonamiento. El principio que los jasídicos presentan es que la luz ocultada es más ponderosa o intensa que la luz revelada, bajo la premisa de que lo que no sabemos o vamos a saber es más importante que lo que ya sabemos. El álgebra es más útil que la aritmética, el cálculo es más importante que la trigonometría, y lo menos relevante es la base para asimilar lo más relevante. De ahí que lo que llegaremos a conocer sea más trascendente que lo que ya sabemos.

De igual manera, se nos enseña en la escuela elemental que la luz del sol es más intensa durante un eclipse total, por lo cual no debemos verla porque esa luz más fuerte puede afectar nuestros ojos. Este fenómeno tal vez no explique con claridad cómo es posible que haya más luz en un eclipse de sol que en un sol despejado, ya que en nuestra percepción hay más luz en un sol no eclipsado. La astrofísica podría explicar el caso, pero ante nuestros ojos seguimos percibiéndolo diferente. La física quántica también explica planos o universos paralelos invisibles y otros fenómenos que una mente simple no puede entender, y es cuestión de creerlo o no. Todas estas referencias nos invitan a expandir nuestra mente simple más allá de sus supuestos límites, y en ese sentido nuestros antiguos Sabios saben más y explican que la Luna Nueva es la luz no revelada que se nos encomienda revelar.

Esto significa que como individuos somos lunas cuya luz está parcialmente revelada, y tenemos que hacernos conscientes de nuestra luz total cuando en apariencia no hay ninguna visible. Entonces consecuentemente dicen que en la oscuridad buscamos la Luz, porque es en las tinieblas donde está ocultada con toda su intensidad como nunca antes la hemos visto, comparada como la que ya conocemos. Es por ello que afirman que en la oscuridad del exilio debemos revelar la Luz de la Redención. En este sentido, la oscuridad como exilio es la condición previa para la Luz como Redención.

¿Cómo sabemos que en nuestros más tenebrosos momentos es cuando más poderosa está la Luz ocultada? Podríamos decir simplemente que oscuridad es lo que es, y que la luz está ausente en aquella. El problema es que con esta percepción no hay Redención posible, y nos lleva a reflexionar con un discernimiento mayor acerca de quiénes somos, qué somos, y cuál es nuestra verdadera Esencia e identidad. En la dinámica de la identidad resolvemos todas nuestras confusiones, comenzando con la "razón" de la Creación en su totalidad, su causa y su efecto, y el Creador detrás de ella. Él es la Luz intensa "ocultada" detrás de lo que vemos oscuro o eclipsado con nuestros ojos, la Luna Nueva que estamos encomendados consagrar como el comienzo de los meses, como el comienzo de todo.

El exilio como oscuridad es la actual situación que padecemos cuando elegimos vivir en los aspectos negativos de la conciencia que imponen intereses individuales a expensas del bienestar colectivo. Nuestra tradición oral cuenta que en la Plaga de la Oscuridad previa al Éxodo de Egipto, el 80% de los israelitas murieron porque no podían "ver" más allá de sus propios interesas personales. El 20% eligió cuidarse unos a otros en medio de la más densa oscuridad, amándose unos a otros y protegiéndose ante la adversidad. Estos son quienes después fueron eximidos de la plaga final del primogénito y sacados de su esclavitud en Egipto. De ellos debemos aprender que Amor es nuestro verdadero y único Redentor cuando vivimos en la oscuridad de las fantasías e ilusiones de ego. El Amor de Dios es la Luz ocultada que nos sustenta y libera de nuestros momentos más tenebrosos. Cada situación negativa que enfrentamos es disipada cuando Amor se manifiesta totalmente como la más intensa Luz detrás de las tinieblas.

Maimónides cita las palabras del Profeta (Mishné Torá, Leyes de los Reyes 12:5): "En aquellos tiempos no habrá hambruna ni guerra, ni envidia ni rivalidad; porque la bondad fluirá en abundancia, y las delicias estarán disponibles sin costo. Todos estarán completamente inmersos en el conocimiento de Dios, tal como está escrito: 'porque la Tierra estará llena del conocimiento del Eterno, como las aguas llenan el mar' (Isaías 11:9)'." ¿Podemos expandir nuestro discernimiento y conciencia para poder concebir el mundo material sin hambrunas, conflictos, avaricia, envidia, celos, lujuria, indolencia ni odio? Maimónides prosigue señalando bondad en abundancia como la respuesta, y toda bondad proviene de Amor. También indica la causa de la bondad en su próxima oración, porque nuestra bondad es el resultado de nuestra entrega total al conocimiento del Creador.

Ahora quizá podamos discernir la conexión entre la consagración de la Luna Nueva y nuestra Redención Final. Resumamos: La oscuridad como exilio nos conduce a la libertad como Redención cuando somos guiados por el Creador y Su Amor, y lo emulamos amándonos unos a otros. La Luna Nueva es el recordatorio de que la Luz no revelada es más ponderosa que la revelada, de ahí que se nos encomiende y obligue a reconocer que el Amor de Dios precede a Su Creación. Superamos las tinieblas como aspectos negativos de la conciencia cuando entronizamos Amor como la Luz que disipa la negatividad mediante lo bueno derivado de los caminos y atributos de Amor. Finalmente, vivimos en abundante bondad cuando nos dedicamos enteramente al conocimiento del Amor de Dios como causa y efecto de Su Creación, y también como nuestra verdadera Esencia e identidad.

En Jánuca encendemos ocho velas en los días más oscuros de año, alrededor del solsticio de invierno. Aprendemos que en los momentos más tenebrosos la Luz más intensa está en espera de ser revelada, y esa es la Luz de la Redención. Revelamos esta Luz en cada uno de los siete días que representan la Creación de los Cielos y la Tierra por Dios, y en un día adicional que simboliza nuestra unión permanente con Él, en la que la Redención Final acontece, el día en que es completamente revelada con toda la intensidad de Su Luz.

Podemos concluir que nuestro limitado intelecto y discernimiento sigue sin poder asimilar cómo es que la luz puede estar ocultada en la oscuridad, pero algo que sí podemos asimilar sin dificultad es que Amor es la Luz más potente capaz de transformar cualquier cosa negativa en positiva, porque Amor es la fuente de bondad como el Amor de Dios es la fuente de Su Creación y el sustento de toda vida. La Luna Nueva y Jánuca nos recuerdan que tenemos que iluminar cada día de nuestra vida hasta que lleguemos al día en que nuestra Luz y la Luz de Dios sean Una, de la misma manera que nuestro Amor y Su Amor se convierten en Uno. Este es el momento en que estaremos totalmente inmersos en el conocimiento del Creador.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.