Vayeishev es
la primera de las cuatro
últimas porciones del libro de Génesis cuyo personaje principal es
José. Hay
extensos e intensos debates en torno a los sucesos narrados en ellas,
porque sus complejidades definieron el destino de Israel como pueblo
y como Nación. Estos debates y discusiones entre nuestros Sabios
están mayormente centrados en la relación de José y sus hermanos,
y por qué los sucesos ocurrieron como tales. La conclusión general
es que, sin importar cómo pasaron las cosas y su implicación ética
y moral, ocurrieron de acuerdo a la voluntad del Creador. Todos
estamos de acuerdo en ello porque es uno de los Principios
Fundamentales del judaísmo, los cuales no tienen “peros”.
Los
eventos acontecieron para enseñarnos que el libre albedrío que el
Creador nos dio, junto con el discernimiento individual y la Torá,
tienen como propósito tomar decisiones
positivas para honrar Sus caminos y atributos como nuestra semejanza
con Él. Los hijos de Israel de hecho sabían lo suficiente bajo las
enseñanzas y dirección de su padre, y lo relacionado con bajas
pasiones y emociones como envidia, odio y
celos, es algo que debemos confrontar con nuestro mejor conocimiento
ético (de la Torá) y discernimiento para poder ejercer nuestro
libre albedrío. Hemos dicho aquí que el lado negativo de
pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos están
representados por las “naciones” que debemos conquistar, derrotar
y subyugar mediante nuestro mayor conocimiento del Amor de Dios como
nuestra Esencia y verdadera
identidad.
La
Torá nos cuenta que nuestros antepasados no eran perfectos, y
vinieron a ser una Nación bajo la conducción del Creador,
cumpliendo Su voluntad. Esta es la “perfección” de Israel, lo
cual significa que es así, siempre y cuando tratemos de ser buenos
seres humanos según lo que el Creador nos
define como tal. Esta
definición está ampliamente explicada en Su Torá, y reafirmada en
Sus atributos de compasión (Éxodo
34:6-7). El
discernimiento fue la menor de las cualidades en el acontecer de los
hechos entre José y sus hermanos, y tampoco hubo comunicación clara
y directa en aras de la verdad. De esto aprendemos que los celos y la
envidia conllevan al odio, y el odio conduce al homicidio. El mismo
predicamento viene con la codicia, lujuria, indolencia, impaciencia,
crueldad y sus derivados (ver en
este blog
nuestro comentario
“Conquistando las 'naciones' con Amor” del
26 de junio de 2010)
Reflexionemos
sobre la narración de la Torá basados en los debates y conclusiones
de nuestros Sabios. “Estas
son las generaciones de Jacob: José (...)” (Génesis 37:2) José
es todos los
descendientes de Jacob como el prototipo para Israel, porque
personifica las cualidades que Jacob quiere para sus hijos. Estas
cualidades deben regir sobre los demás rasgos de la conciencia. En
cada circunstancia vivida por José, él fue un regidor (en la casa
de Potifar, en la prisión donde estuvo recluido 12 años, en la casa
del faraón, y sobre la tierra de Egipto) tal como fue pronosticado
en sus sueños antes de ser vendido por sus hermanos. La controversia
sobre el destinado reinado de Judá como una de las razones para
asesinar a José y poner fin a sus “sueños de realeza” debe ser
esclarecida bajo una perspectiva diferente. Si José es Israel, todas
las Tribus deben conducirse cada una bajo las cualidades de aquel, ya
sean sacerdotes, reyes, guerreros, académicos, jueces, artistas,
etc.
Nuestros
Sabios nos recuerdan las similitudes que solamente Jacob y José
compartían en sus vidas y experiencias para entender que su parecido
físico no era lo único que tenían en común y que los
hacía iguales.
Esta es también la razón de por qué Jacob consideró como suyos
los hijos de José, y los convirtió en dos Tribus. En este sentido
entendemos por qué José se convirtió en el Primogénito de Israel:
“E Israel amaba
a José más que a todos sus hijos” (37:3), “Y sus hermanos
vieron que su padre lo amaba más a él que a todos sus hermanos”
(37:4), “Entonces sus hermanos lo envidiaban” (37:11)
Estos
versículos nos hacen recordar el episodio de Caín y Abel, y también
el diálogo entre el Creador y Caín que nos enseña a esforzarnos a
ser mejores, particularmente cuando estamos destinados a ser el
Primogénito. Como Israel, estamos destinados a ser Luz de las
naciones, Nación de sacerdotes, y Pueblo Sagrado, simplemente porque
nuestro Creador es Sagrado. Si elegimos ser los herederos de Sus
caminos y atributos, tenemos que ser y manifestarlos para honrar
nuestra herencia. No lo hacemos con envidia, celos o codicia, y mucho
menos con crueldad, odio y rasgos negativos que asesinan los caminos
y atributos de Amor. Debemos discernir acerca de lo correcto e
incorrecto, verdadero y falso, útil e inútil, y elegir Amor porque
es el legado del Creador, tangible y vivido en toda Su Creación.
Nuestro trabajo es disipar las tinieblas que hemos creado en nuestra
realidad material, y reemplazarlas con la Luz original con la que fue
hecho el mundo. Esta Luz es el Amor de Dios, y como nuestra verdadera
Esencia debemos hacerla prevalecer.
Nuestros
Sabios dicen que Jacob amó a José como este tipo de Amor: “Amor
es tan fuerte como la muerte” (Cantar de los Cantares 8:6), y
que sus hermanos lo envidiaron como “La envidia es rígida como una
tumba” (8:6) Entonces
los Sabios preguntan, ¿Qué puede lograr el Amor ante la cara de la
envidia? De esto nos damos cuenta de lo que conduce a la vida y lo
que lleva a la muerte, de lo que conduce a la Luz y lo que lleva a
las tinieblas.
Sabemos
que en el futuro que es hoy Judá es Israel, por eso somos judíos y
la realización del destino que nos depara el Creador como los
mensajeros para proclamar Su Soberanía: “Porque Judá prevaleció
sobre sus hermanos, y de él viene el príncipe; pero la
primogenitura es de José” (I Crónicas 5:2) Como Judá somos el
cetro y la corona; y José es la esencia de Israel como nuestra
verdadera identidad. No podemos realizar nuestro destino como pueblo
y Nación sin honrar el Amor de Dios que nos creó.