martes, 20 de abril de 2010

AMOR

Comentario del Rabino Abraham Isaac Kook (1865–1935) dividido en 12 partes

1 El corazón debe estar lleno de Amor por toda la Creación.

2 Amor por toda la Creación es la principal premisa, seguida por Amor a la Humanidad, y luego por Amor al Pueblo de Israel. Amor al pueblo judío abarca todos los amores, porque los judíos estamos destinados a devolver la perfección original en todas las cosas. Estos tres amores son manifestados de manera práctica hacia el bienestar y elevación de aquellos conscientes de Amor y apegados a él. Pero el más grande Amor de todos es el Amor de Dios, porque es la mayor realización y la máxima felicidad del hombre cuando su corazón está lleno de este Amor.

3 Nuestro Amor práctico hacia todo en lo que vemos la Luz de Dios es el resultado de nuestro dulce Amor por Él, un Amor imperioso del cual no podemos abstenernos de su bondad ligada a la Torá y sus Mandamientos. Esto nos apremia a amar la bondad hacia todo haciendo lo correcto y justo, de lo cual depende toda existencia. Con esta bondad nuestro corazón procura la perfección, porque es ella la voluntad de Dios en su majestad y esplendor. La voluntad de Dios es mayor que esta bondad manifestada, porque aquella sustenta la esencia de todo ser viviente, y esto es algo que nuestra mente no puede asimilar. Consecuentemente, estamos obligados a amar totalmente cada criatura porque la Luz de Dios y Su gracia están brillando en toda la Creación: "La Amorosa Bondad del Eterno llena la Tierra." (Salmos 33:5).

4 El fuego sagrado del Amor Divino está siempre ardiendo en el corazón del hombre. Este fuego sagrado ilumina la vida, mantiene la calidez del alma, y las interminables delicias que emanan de él no pueden ser comprendidas ni medidas. Cómo es concebible que el hombre sea tan malvado consigo mismo y se arroje a las tinieblas, cayendo en intereses mezquinos, olvidando lo que emana verdadera vida y que sustenta todo lo que hace la vida significante. Esta mezquindad no le permite disfrutar de la vida, y sin Luz que lo ilumine anda en este mundo llevando la pesada carga de su supervivencia material. Esto va en contra de la manera en que es la vida, y contrario a la manera en que es toda la Creación. El deleite del Amor Divino,
que es un regalo del Cielo, existe para romper todas las limitaciones con el fin de dejar que la vida siga el camino de este deleite, y poder disfrutar su fortaleza y magnificencia: "Ningún ojo ha visto lo que hará el Eterno por aquellos que confían en Él." (Isaías 64:3).

5 Amor por la Humanidad debe llenar nuestros corazones y almas hacia todos los pueblos y todas la naciones, dirigido por el deseo de procurar su progreso material y espiritual, y el odio debe ser dirigido solamente contra la maldad y lo repugnante en el mundo. Para poder elevarnos cuando en el rezo matutino recitamos "Alabar al Eterno, invocad Su Nombre, proclamad Sus obras entre las naciones" (I Crónicas 16:8) tenemos que sentir un profundo Amor interior para procurar el bienestar material de todas las naciones. Con esta disposición el pueblo judío sentirá la presencia del Mesías. Cuando vemos en la tradición judía referencias al odio, todas son contra la maldad, el mal que ha roto la cohesión de muchas naciones en estos tiempos, al igual que en la antigüedad cuando el mundo vivía en un nivel moral inferior. Debemos ser conscientes de que la vida, en su Luz natural y santidad, nunca pierde su imagen Divina que dota a cada persona y nación, según su nivel; y esta conexión con lo Sagrado las eleva a todas. Con esta visión de la vida nos empeñamos en hacer prevalecer el progreso en el mundo, al igual que la elevación de la justicia realzada con fortaleza y esplendor; todo en aras de la perfección de toda la Creación, comenzando con el hombre y su entorno. Este es el fundamento de la visión judía y, con la gracia de Dios, realizaremos esa visión tanto en lo material como en lo espiritual.

6 La conciencia de Amor en cada individuo justo abraza todas las criaturas, abarca todos los pueblos y lenguas, inclusive aquellos como el malvado Amalek cuyos nombres nos ha sido ordenado borrar "de bajo los Cielos" (Éxodo 17:14), de acuerdo a la cita bíblica. Sin embargo, estos malvados pueden ser elevados a la Fuente de Bondad que está encima del Cielo, el más grande Amor, mediante "limpieza". Y para poder lograr ese elevado tipo de unificación, se necesita tener grana gran pureza y fortaleza.

7 Cuando nuestro Amor enfrenta obstáculos, sea de la naturaleza o de las enseñanzas de la Torá, nuestro Amor es sometido a refinamiento para poder elevarse a la esencia del Amor Divino que crea toda vida y sustenta la vida todo el tiempo.

8 Nuestro Amor por todos los pueblos, aunque lo abarca todo incluyendo los malvados, no reprime nuestro odio por la maldad; y de hecho lo fortalece porque amamos a los malvados no por su maldad sino por la bondad en ellos. Y es nuestro Amor que nos dice que encontremos Amor en todo. La aversión por el malvado se vuelve absoluta e implacable cuando emana de la bondad que nos obliga a amarlo.

9 Es considerado apropiado odiar al malvado debido a su maldad, pero porque está dotado de una imagen Divina estamos precisados a amarlo. También debemos ser conscientes de que esta imagen Divina es muchísimo más real que las bajas cualidades que emanan de él debido a las circunstancias. Es por ello que el Talmud (Pesajím 49b) dice que es permitido atacar a una persona violenta por la espalda pero no de frente, ya que la "espalda" se refiere a su pasado y el "frente" es su vida que resplandece Luz Divina.

10 Se requiere un gran esfuerzo para expandir nuestro Amor por la gente a un nivel que impregne completamente y totalmente la vida. Podemos hacerlo desechando la visión estrecha adquirida por el estudio superficial de la Torá y la moral convencional que dan la impresión o sugieren que esta clase de Amor es ambiguo. El más grande Amor por la gente es por el bien de ella, como colectividad y como individuos. Este Amor tiene que abrazar a todo individuo sin distinción de religión, raza o ambiente. Es importante comprender las costumbres de las diferentes naciones y gentes para amarlos como corresponde, con las acciones correctas. Sólo una persona que es rica en Amor por las demás naciones y por cada individuo es capaz de amar a su propia nación materialmente y espiritualmente, en la dimensión más sublime de ella. La torpeza que conduce a percibir como impuro o desagradable algo de una nación particular o algo diferente del pueblo judío es un aspecto de la espantosa oscuridad que debilita todo esfuerzo para elevarse al nivel espiritual que aspira y espera lograr.

11 Es esencial poseer autodisciplina en torno al amor por la gente, particularmente el amor por aquellos que son los más honorables, los sabios, los artistas, los poetas, los líderes de las comunidades. Necesitamos reconocer la Luz del bien que existe en lo mejor de otros, porque esta Luz es expandida al mundo a través de ellos, aunque sean conscientes o no del significado de esta misión.

12 ¿Quién podría ser capaz de restringir la Luz del más grande Amor de Dios que late en los corazones de los justos que quedan, los fieles de lo Sagrado que son rectos de corazón? Esta Luz sopla como una brisa cargada de exquisitas fragancias y también resuena como las olas del mar. El alma se agita con la delicia sublime, y el Amor de este supremo éxtasis eleva toda disposición ética y espiritual de nuestra conciencia,
y con ello toda alma es santificada porque aquel que está más alejado de la Luz de las almas santas de los héroes de Dios, también es elevado. Toda la Torá, las enseñanzas éticas, los Mandamientos, las buenas acciones, y lo que aprendemos están ahí para retirar los obstáculos con el fin de permitir la expansión de este Amor universal y extenderlo a todas las dimensiones de la vida. Los frutos emanados de las raíces de este altísimo sagrado Amor abarca las buenas y rectas cualidades de todo en general y en particular, individual y colectivo, elevándonos al nivel en que el mundo es juzgado "con rectitud, y los pueblos con equidad." (Salmos 98:9).

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.