viernes, 2 de abril de 2010

Parshat Sheminí: Consagrar la Vida al Amor de Dios

Después que fueron ofrecidos los primeros sacrificios en el Altar del Mishkán (Tabernáculo), Moisés y Aarón “bendijeron al pueblo y la Gloria del Eterno se apareció [fue vista] a [sobre] todo el pueblo” (Levítico 9:23) El verbo hebreo traducido como "apareció" significa originalmente "veremos" o "visto", que es el término usado en la Mishna para los tres peregrinajes a Jerusalén (Pésaj, Shavuot y Sucot) para "ver" al Eterno. Y la preposición hebrea en el texto no es "a" sino usualmente traducida como "sobre" o "en". Consecuentemente, el versículo debe entenderse como diciendo que, después de elevar nuestra naturaleza inferior (simbolizada por los animales quemados [transformados] por el Fuego Divino en el Altar) para servir al Creador, y cumplir Su voluntad, veremos Su Gloria, Su Majestad sobre nosotros, en nuestra conciencia.

Posteriormente leemos en el texto: "A través de aquellos cercanos a Mí, Yo seré santificado y ante todo el pueblo seré glorificado" (10:3), y esa cercanía es nuestro permanente conocimiento de que Amor guía todos los aspectos de nuestra conciencia. Y por ello tenemos que "discernir entre lo sagrado y lo profano, entre lo inmundo y lo limpio" (10:10) Sabemos que somos vasijas sustentadas y nutridas por el Amor de Dios. Y que somos no una sino muchas vasijas porque tenemos una conciencia multidimensional que abarca intelecto, mente, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Todos son vasijas que debemos llenar con los caminos y atributos de Dios y Sus Mandamientos: "cualquier vasija que sea, usada para cualquier obra, deberá ser sumergida en agua, y estará inmunda hasta la noche, y después será limpia" (11:32)

En el judaísmo los cuatro elementos que sostienen la vida tienen muchas funciones y significados. Agua y fuego tienen atributos de limpieza, entre otras cualidades y propósitos. En el texto que comentamos, agua es el medio para limpiarnos como vasijas terrenales que somos. Sabios místicos hebreos se refieren a la Torá como el agua viva que nos purifica de la suciedad del materialismo y las ilusiones derivadas de la oscuridad. Agua también representa humildad porque se inclina con la gravedad. En el texto significa no sólo la acción de limpieza sino también renovación, despejando el espacio en nuestros cuerpos para ser llenados nuevamente con el Amor de Dios y poder realizar Servicio Divino.

Para mantener nuestras vidas (todos los niveles de conciencia) limpios, el Creador nos ordena no comer ciertos animales debido a su naturaleza inferior o destructiva. Por lo tanto no sólo sacrificamos nuestras cualidades destructivas y conducta negativa representadas por esos animales, sino que también debemos evitar el consumo de aquellos que también reflejan las peores características que no queremos en nuestra conciencia: "No ensuciéis vuestras personas con ningún reptil que anda arrastrándose, ni os contaminéis con ellos, ni seáis inmundos por ellos" (10:43), "porque Yo soy el Eterno vuestro Dios, por lo tanto santificaos, y seréis sagrados porque Yo soy Sagrado; ni tampoco ensuciéis vuestras personas con ningún reptil que anduviere arrastrándose sobre la tierra" (10:44), y la santidad es destacada otra vez: "Porque Yo soy el Eterno que os elevé de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios, por lo tanto sed sagrados, porque Yo soy Sagrado" (10:45)

La parshá concluye diciendo otra vez: "haced diferencia entre lo inmundo y lo limpio, entre lo viviente que puede ser comido y lo viviente que no puede ser comido" (10:47) Aquí el Eterno nos recuerda varias cosas. Primero, que Él es nuestro Creador que nos eleva de la esclavitud de las ilusiones del mundo (Egipto); que Él nos ordena que seamos conscientes de que Su Santidad es nuestra Santidad, que Su Amor es nuestro Amor. Para hacerlo debemos hacer diferencia entre las creencias, pensamientos, emociones, pasiones y acciones que nos mantienen cerca de Él, y aquello que nos separa de Él. Esto está representado por las cualidades crueles y destructivas de los animales inmundos indicados en la Torá. En cada momento debemos elegir entre abrazar los caminos y atributos del Creador, y las ilusiones de los deseos materialistas negativos de ego.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.