Kedoshim (sagrados) comienza con el Mandamiento Divino al Pueblo de Israel: "Seréis Sagrados porque Yo, el Eterno vuestro Dios, soy Sagrado." (Levítico19:2) La mayoría de nuestros Sabios destacan que el mensaje fundamental de la Torá está plasmado en este capítulo de libro Levítico. Toda la Torá tiene que ver con ser Sagrado para estar cerca de nuestro Creador, y eso significa ser diferente. La raíz de la palabra hebrea kadosh, usualmente traducida como sagrado, significa "separado" o "aparte", y en un sentido práctico implica ser diferente. Por lo tanto Sagrado es por definición un estado separado, un mundo aparte, aquello que nos hace diferentes. Y, ¿cómo esta diferencia puede ser más real que el "resto"? La respuesta es vivir en la Verdad, lo cual es vivir en los caminos y atributos del Creador, en vez de los caminos de las ilusiones materialistas de ego.
La porción continúa repitiendo los Diez Mandamientos, enfatizando en las maneras en que debemos relacionarnos con el prójimo, que son directrices para amar, cuidar, proteger y valorar a los demás. El Talmud (Yevamot 20a) señala que también tenemos que consagrar la vida y actuar con conciencia de lo sagrado en lo que nos es permitido. No es suficiente abstenerse de lo que nos es prohibido sino también ser moderado con los placeres de nos ofrece la vida material, tal como lo sugieren Maimónides y Najmánides cuando se refieren a lo que significa ser sagrado. Como parte de los Diez Mandamientos, el Creador nos advierte acerca de caer en los deseos e ilusiones de ego: "No recurráis a los ídolos ni os hagáis dioses tallados, Yo soy el Eterno vuestro Dios." (19:4) Rashi explica el orden de este versículo diciendo que los "ídolos" al comienzo son como fantasías que deseamos pero luego se termina volviéndolas "dioses", cuando las convertimos en nuestro principal propósito o razón de ser de nuestra vida.
En los Diez Mandamientos también se nos recuerda evitar la maledicencia: "No difamarás en medio de tu pueblo. No te pararás ante la sangre de tu prójimo. Yo soy el Eterno" (19:16) No debemos ser indiferentes o indolentes ante el dolor, la miseria o la desgracia de nuestro prójimo: No te pararás ante su sangre, y ello incluye la responsabilidad de guiarlo a los caminos y atributos del Eterno: "Rebate, rebate a tu prójimo" (19:17) pues debemos confrontarlo cuando sus creencias, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos tomen una dirección negativa.
Luego la Torá presenta su principio fundamental: "No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Eterno" (19:18) Cuando amamos al prójimo y toda la Creación, amamos a Dios. Esto quiere decir estar consciente de la Unidad de la que somos parte. Amamos a todos y a todo porque ellos, al igual que nosotros, estamos hechos del mismo Amor de Dios que somos todos, y en este Amor no hay separación. Amor, como la manifestación material del Amor de Dios, une todo porque todo viene de Él y por Él es sustentado. Seguido de ese versículo está escrito: "Guardarás Mis estatutos. No Harás copular dos animales de especies diferentes. No sembrarás tu campo con una mezcla de dos clases de semillas. Tampoco te pondrás un vestido tejido con hilos de dos materiales distintos" (19:19) ¿Por qué este versículo aparece después del principio fundamental de la Torá de ama a tu prójimo como a ti mismo? En un sentido más profundo nos está diciendo que Amor no se combina o mezcla con nada diferente a sus modos y atributos. Amor es lo único que debe motivar y dirigir cada dimensión de nuestra conciencia.
Es interesante notar que la porción continúa con leyes para la agricultura, de cómo tratar la Tierra (Prometida), los árboles y sus frutos. "Cuando hayáis venido a la Tierra y plantado toda clase de árboles frutales (...)" (19:23) La tierra también representa nuestra propia vida y todos los niveles de conciencia con los que nos relacionados con nosotros mismos y los demás. Es necesario madurar nuestra conciencia ejerciendo y expresando Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. Así compartimos lo que creamos y producimos con aquellos que no tienen, con el fin de elevarlos con nuestro Amor.
"Ante las canas te pondrás de pié. Honrarás al anciano y reverenciarás a tu Dios. Yo soy el Eterno" (19:32) Tenemos que honrar la sabiduría y la el entendimiento (que también están representados por nuestros padre y madre), y consecuentemente tenemos que honrar el conocimiento, la experiencia adquirida, y los consejos valiosos de los que nos beneficiamos. Debemos honrar la sabiduría adquirida con nuestras experiencias, engranando nuestra conciencia con aquella. No debemos desechar nada de lo que hemos aprendido porque con ello ejercitamos cada día nuestro conocimiento. Recordemos que Amor es el mayor maestro de todos, lo que sustenta la Verdad en todo lo que aprendemos. Como hemos destacado en este blog, de Amor emanan todas las sabidurías.
El capítulo siguiente de la porción señala las consecuencias de vivir en idolatría y con costumbres que rechazan lo Sagrado que el Creador quiere que honremos para permanecer siempre unido a Él. La Torá menciona ciertos "castigos" que no deben ser percibidos como formas de retibución o represalia sino simplemente como las consecuencias de elegir lo que niega Amor y sus atributos. Esas consecuencias son, desde volver de piedra nuestros corazones (siendo "apedreado" por el apego a una vida materialista) hasta expulsarnos del Pueblo y la Tierra que representan la Unidad derivada de Amor, y "morir" como resultado de no vivir la verdadera vida que Amor nos ofrece cuando andamos en sus modos y atributos: "Guardad pues todos mis estatutos y todos mis decretos, y ponedlos por obra. Así no os vomitará la Tierra a la cual Yo os llevo para que habitéis en ella. No hagáis según las costumbres de la gente que Yo voy a echar de delante de vosotros, porque ellos hicieron todas estas cosas, y Yo los abominé. Pero a vosotros os He dicho: 'Vosotros poseeréis su tierra, y Yo os la daré por posesión: una Tierra que fluye leche y miel'. Yo soy el Eterno vuestro Dios que os he separado de los pueblos". (20:22-24)
La separación de las ilusiones de la oscuridad está claramente impartida en la última oración, y continúa indicándonos separar lo limpio de lo inmundo, las tinieblas de la Luz: "Y seréis Sagrados para Mí porque Yo, el Eterno, soy Sagrado y os he separado de los pueblos para que seáis Míos" (20:26) En la haftará que leemos junto con esta porción el Profeta (Ezequiel 22:1-6) advierte que la Tierra Prometida no permite o exime la impureza, y que seremos expulsados de ella si contaminamos nuestra conciencia con nada distinto a lo Sagrado que Dios quiere que seamos. Nuevamente se nos hace recordar que los caminos y atributos del Creador no coexisten con nada diferente de estos. Sabios místicos enseñan que cuando vivimos en las tinieblas del exilio aprendemos a buscar la Luz con la que regresamos a la Tierra Santa, a la conciencia superior de nuestra conexión permanente con el Creador.
La porción continúa repitiendo los Diez Mandamientos, enfatizando en las maneras en que debemos relacionarnos con el prójimo, que son directrices para amar, cuidar, proteger y valorar a los demás. El Talmud (Yevamot 20a) señala que también tenemos que consagrar la vida y actuar con conciencia de lo sagrado en lo que nos es permitido. No es suficiente abstenerse de lo que nos es prohibido sino también ser moderado con los placeres de nos ofrece la vida material, tal como lo sugieren Maimónides y Najmánides cuando se refieren a lo que significa ser sagrado. Como parte de los Diez Mandamientos, el Creador nos advierte acerca de caer en los deseos e ilusiones de ego: "No recurráis a los ídolos ni os hagáis dioses tallados, Yo soy el Eterno vuestro Dios." (19:4) Rashi explica el orden de este versículo diciendo que los "ídolos" al comienzo son como fantasías que deseamos pero luego se termina volviéndolas "dioses", cuando las convertimos en nuestro principal propósito o razón de ser de nuestra vida.
En los Diez Mandamientos también se nos recuerda evitar la maledicencia: "No difamarás en medio de tu pueblo. No te pararás ante la sangre de tu prójimo. Yo soy el Eterno" (19:16) No debemos ser indiferentes o indolentes ante el dolor, la miseria o la desgracia de nuestro prójimo: No te pararás ante su sangre, y ello incluye la responsabilidad de guiarlo a los caminos y atributos del Eterno: "Rebate, rebate a tu prójimo" (19:17) pues debemos confrontarlo cuando sus creencias, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos tomen una dirección negativa.
Luego la Torá presenta su principio fundamental: "No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Eterno" (19:18) Cuando amamos al prójimo y toda la Creación, amamos a Dios. Esto quiere decir estar consciente de la Unidad de la que somos parte. Amamos a todos y a todo porque ellos, al igual que nosotros, estamos hechos del mismo Amor de Dios que somos todos, y en este Amor no hay separación. Amor, como la manifestación material del Amor de Dios, une todo porque todo viene de Él y por Él es sustentado. Seguido de ese versículo está escrito: "Guardarás Mis estatutos. No Harás copular dos animales de especies diferentes. No sembrarás tu campo con una mezcla de dos clases de semillas. Tampoco te pondrás un vestido tejido con hilos de dos materiales distintos" (19:19) ¿Por qué este versículo aparece después del principio fundamental de la Torá de ama a tu prójimo como a ti mismo? En un sentido más profundo nos está diciendo que Amor no se combina o mezcla con nada diferente a sus modos y atributos. Amor es lo único que debe motivar y dirigir cada dimensión de nuestra conciencia.
Es interesante notar que la porción continúa con leyes para la agricultura, de cómo tratar la Tierra (Prometida), los árboles y sus frutos. "Cuando hayáis venido a la Tierra y plantado toda clase de árboles frutales (...)" (19:23) La tierra también representa nuestra propia vida y todos los niveles de conciencia con los que nos relacionados con nosotros mismos y los demás. Es necesario madurar nuestra conciencia ejerciendo y expresando Amor como nuestra Esencia y verdadera identidad. Así compartimos lo que creamos y producimos con aquellos que no tienen, con el fin de elevarlos con nuestro Amor.
"Ante las canas te pondrás de pié. Honrarás al anciano y reverenciarás a tu Dios. Yo soy el Eterno" (19:32) Tenemos que honrar la sabiduría y la el entendimiento (que también están representados por nuestros padre y madre), y consecuentemente tenemos que honrar el conocimiento, la experiencia adquirida, y los consejos valiosos de los que nos beneficiamos. Debemos honrar la sabiduría adquirida con nuestras experiencias, engranando nuestra conciencia con aquella. No debemos desechar nada de lo que hemos aprendido porque con ello ejercitamos cada día nuestro conocimiento. Recordemos que Amor es el mayor maestro de todos, lo que sustenta la Verdad en todo lo que aprendemos. Como hemos destacado en este blog, de Amor emanan todas las sabidurías.
El capítulo siguiente de la porción señala las consecuencias de vivir en idolatría y con costumbres que rechazan lo Sagrado que el Creador quiere que honremos para permanecer siempre unido a Él. La Torá menciona ciertos "castigos" que no deben ser percibidos como formas de retibución o represalia sino simplemente como las consecuencias de elegir lo que niega Amor y sus atributos. Esas consecuencias son, desde volver de piedra nuestros corazones (siendo "apedreado" por el apego a una vida materialista) hasta expulsarnos del Pueblo y la Tierra que representan la Unidad derivada de Amor, y "morir" como resultado de no vivir la verdadera vida que Amor nos ofrece cuando andamos en sus modos y atributos: "Guardad pues todos mis estatutos y todos mis decretos, y ponedlos por obra. Así no os vomitará la Tierra a la cual Yo os llevo para que habitéis en ella. No hagáis según las costumbres de la gente que Yo voy a echar de delante de vosotros, porque ellos hicieron todas estas cosas, y Yo los abominé. Pero a vosotros os He dicho: 'Vosotros poseeréis su tierra, y Yo os la daré por posesión: una Tierra que fluye leche y miel'. Yo soy el Eterno vuestro Dios que os he separado de los pueblos". (20:22-24)
La separación de las ilusiones de la oscuridad está claramente impartida en la última oración, y continúa indicándonos separar lo limpio de lo inmundo, las tinieblas de la Luz: "Y seréis Sagrados para Mí porque Yo, el Eterno, soy Sagrado y os he separado de los pueblos para que seáis Míos" (20:26) En la haftará que leemos junto con esta porción el Profeta (Ezequiel 22:1-6) advierte que la Tierra Prometida no permite o exime la impureza, y que seremos expulsados de ella si contaminamos nuestra conciencia con nada distinto a lo Sagrado que Dios quiere que seamos. Nuevamente se nos hace recordar que los caminos y atributos del Creador no coexisten con nada diferente de estos. Sabios místicos enseñan que cuando vivimos en las tinieblas del exilio aprendemos a buscar la Luz con la que regresamos a la Tierra Santa, a la conciencia superior de nuestra conexión permanente con el Creador.