domingo, 18 de abril de 2010

Parshat Ajarei: ¡Seamos diferentes!

La búsqueda de lo sagrado como conexión permanente con el Creador continúa en Ajarei señalando el día en que nos unimos a Él después de limpiar la conciencia de hábitos negativos. Esto como premisa para una expiación dirigida a lograr esa unidad: "Porque en este día será de expiación para vosotros, para limpiaros de todas vuestras transgresiones seréis limpiados ante el Eterno." (Levítico 16:30) Maimónides nos enseña que "en Yom Kipur el día mismo expía, tal como está escrito: 'Porque en este día será de expiación para vosotros'." (Mishné Torá, Leyes del Retorno 1:3), y este exégeta se refiere claramente al momento particular en que esa acción tiene lugar.

Ya hemos aprendido que la revelación de la Torá en Sinaí ocurre el mismo día en que conmemoramos Yom Kipur, lo cual nos hace conscientes de que este es el día en que somos Uno con nuestro Creador. También nos recuerda que antes de recibir la Torá realizamos una purificación de siete semanas para separar nuestra conciencia de sus hábitos y apegos materialistas para convertirnos en la vasija apta para los caminos y atributos de Dios. Él nos pide que seamos sagrados, porque Él es Sagrado y con esto aprendemos que para estar con Él debemos despojarnos de todo aquello contrario a Sus atributos. Todas nuestras ofrendas (cualidades, pensamientos, emociones, deseos, pasiones e instintos) deben estar dirigidas a hacer lo que es sagrado para honrar y celebrar nuestra Unidad con Él. Estas ofrendas no pueden ser presentadas a nada más: "Y no ofrendarán sus sacrificios ante sátiros, tras los cuales se desvían. Este será un estatuto para siempre sobre ellos a través de sus generaciones." (17:7) y esto significa una conexión permanente, constante y contínua con el Amor de Dios.

La parshá luego se refiere a la prohibición Divina para Israel de no comer la sangre de ninguna criatura viviente: "Porque la vida de la carne está en la sangre y Yo os la he dado a vosotros sobre el Altar como expiación para que podáis vivir." (17:11) En nuestro comentario sobre Metzorá dijimos que el agua también representa vida y la renovación de la vida. Es por ello que la Torá enfatiza en limpiarnos con aguas vivas para limpiar las impurezas derivadas de las transgresiones contra la voluntad del Creador, y contra nuestro prójimo. En un sentido más profundo, el Amor de Dios sustenta la vida y la sangre representa tanto la vida como lo que la sustenta. De ahí que el acto de ingerir sangre contamine nuestra propia vida y conciencia debido a que la sangre representa la Esencia emanada de Dios, cuyo propósito es consagrar la vida y no profanarla o reducirla con tendencias negativas y bajos deseos. La vida existe para ser elevada, exaltada y consagrada a lo que por Esencia proviene del Amor de Dios. Ese es nuestro propósito en la vida y en este mundo, revelar Amor como la manifestación material del Amor de Dios que crea vida y la sustenta.

Con esto aprendemos que no debemos abusar, dañar, destruir ni usar erróneamente la vida ni su sustento Divino. Con aguas vivas limpiamos nuestras transgresiones contra la vida, incluyendo ingerir sangre: "(…) él deberá lavar sus vestiduras, bañarse en agua, y estará inmundo hasta la noche, luego estará limpio. Pero si no las lava ni baña su carne, luego cargará con su iniquidad." (17:15-16) En este contexto, la indisposición a retornar a los modos y atributos de Amor lo mantendrá separado de el Creador.

El proceso de limpieza continúa en esta parshá enfatizando lo que Dios quiere de nosotros para estar permanentemente unidos a Él. El Creador quiere que seamos diferentes a las "naciones" y sus costumbres. Nuestros Sabios explican que el Pueblo de Israel hereda la Tierra Prometida para ser una Nación Sagrada y un Reino de Sacerdotes, donde el Sacerdocio es nuestra conciencia de constante conexión con el Amor de Dios. Llegar a ser esa Nación exige abandonar las costumbres y tendencias de Egipto y las naciones cananeas que representan pensamientos, emociones, pasiones e instintos bajos y negativos: "Y el Eterno dijo a Moisés: 'habla a los hijos de Israel y diles: Yo soy el Eterno, vuestro Dios. Como hacen en la tierra de Egipto donde habitásteis no haréis; y como hacen en la tierra de Canaán adonde os traeré no haréis; y tampoco seguiréis sus estatutos. Mis ordenanzas haréis y Mis estatutos seguiréis: Yo soy el Eterno vuestro Dios. Por lo tanto seguiréis Mis estatutos y Mis ordenanzas, que si las sigue el hombre vivirá por ellos: Yo soy el Eterno'." (18:1-5)

El conocimiento constante de que lo que la Torá exige de nosotros es aquello que nos hace diferentes de las demás naciones y nos da nuestra verdadera identidad como el Pueblo Elegido, el pueblo consciente del Amor Divino como la causa y el efecto de toda la Creación. También consciente de que su misión es manifestar esta eterna Verdad e igualmente revelar ese Amor ocultado en la oscuridad de las ilusiones del mundo material. Logramos esa misión cuando seguimos los caminos y atributos de Dios y vivimos por ellos: "que si las sigue el hombre vivirá por ellos". Nuestros Sabios destacan que "vivir por ellos" sugiere no morir por ellos, y uno de los significados de esto es ser conscientes de que vivimos por y para lo sagrado que es la vida; y lo sagrado consiste en ser y hacer los caminos y atributos de Dios, y no aquello que denigra lo que hace sagrada la vida.


La parshá enumera lo que las naciones cananeas hacían en sus relaciones sexuales, lo cual está probibido para los hijos de Israel con el propósito de vivir cercanos al Creador: "porque todas estas abominaciones han hecho los hombres de la tierra antes que vosotros, y la tierra está impura; para que la tierra no os vomite a vosotros también cuando la contaminéis, como vomitó a la nación que estaba antes que vosotros en ella. Por lo tanto seguiréis Mi designio de que no haréis aquellas costumbres abominables que fueron hechas antes de vosotros y con las cuales os contaminaréis: Yo soy el Eterno vuestro Dios." (18:27-28, 30)

Ser diferente de las "naciones" es el destino que Dios quiere para el Pueblo de Israel. Como hemos dicho, esa diferencia radica en estar siempre al tanto de Su Amor en todos los niveles de nuestra conciencia, y actuar de acuerdo a Sus Mandamientos, y Sus caminos y atributos.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.