domingo, 4 de marzo de 2012

Ki Tisá: Los Atributos del Amor de Dios


Nuestro mayor conocimiento del Creador y Su Amor (conocimiento representado Moisés) hace posible la mayor conciencia de nuestra conexión con Él (conexión representada por Aarón, el Sumo Sacerdote) para dirigir cada aspecto y dimensión de la conciencia en los caminos y atributos de Dios. Estos se manifiestan en el mundo material como medios y arbitrios de Amor. Aarón como Sumo Sacerdote es ciertamente el enlace en nuestra relación con el Creador aunque es Moisés, como nuestro mayor conocimiento de Él, quien habilita esta conexión. Si nuestro conocimiento del Amor de Dios es menor, igual lo será nuestra conexión con Él. Este conocimiento es la premisa para concebir quiénes somos y cuál es el nuestro propósito en la vida y el mundo material. Cuando no lo tenemos las fantasías e ilusiones de ego toman control de la conciencia. Esto sucede de inmediato porque todos los niveles de conciencia deben estar ocupados todo el tiempo con lo que elijamos poner en ellos en términos de ideas, creencias, pensamientos, emociones, sentimientos, pasiones e instintos. Esta es la manera como funciona porque es parte de la naturaleza humana.

Debemos ser conscientes constantemente de nuestro conocimiento del Creador y Su Amor, ya que de ello depende no sólo nuestra conexión con Él sino nuestra identidad y destino como Sus elegidos. Esto explica el versículo, “Cuando el pueblo vio que Moisés se tardaba en descender del monte, el pueblo se congregó contra Aarón y ellos le dijeron: 'Ven, y haznos dioses [ídolos] para ir tras ellos porque este hombre, Moisés, quien nos trajo de la tierra de Egipto, no sabemos qué le pasó a él'.” (Éxodo 32:1) y el Amor de Dios anima nuestro conocimiento de Él a conducirnos en Sus caminos: “Y el Eterno dijo a Moisés: 'Ve y desciende, porque tu pueblo que trajiste de la tierra de Egipto ha actuado corrompidamente” (32:7) porque con nuestro conocimiento de los caminos del Creador podemos disipar las ilusiones que corrompen nuestra verdadera Esencia, identidad y destino. Nuestros Sabios explican que las palabras en hebreo y arameo para “ídolos” también significan “moldes” de los que se hacen “máscaras”, para enseñarnos que las máscaras que llevamos son los ídolos que seguimos en vez de los modos y atributos de Amor como nuestra verdadera Esencia.

Seamos conscientes de que las ilusiones y fantasías de ego en el mundo material, al igual que la maldad, son solamente referencias para que podamos ejercer el libre albedrío y elegir lo correcto. No están ahí para que nos apeguemos a ellas o seamos sus esclavos, no importa qué tan tercos seamos para caer en sus placeres pasajeros: “Y el Eterno dijo a Moisés, 'He visto a este pueblo y he aquí que son un pueblo de dura cerviz'.” (32:9) Los judíos somos intensamente apasionados en todos los aspectos, rasgos y niveles de la conciencia. Esta es la mayor cualidad positiva siempre y cuando la dirijamos en los caminos y atributos del Creador. Seamos tercos e inflexibles en nuestro destino de convertirnos en la bondad y las bendiciones del Amor de Dios, y tener el honor y privilegio de ser los emisarios de Sus caminos para hacer de este mundo material una morada para que Él viva entre nosotros. Ver en este blog nuestro comentario sobre la parshat Ki Tisá: “Entre las fantasías de ego y la verdad de Amor” el 13 de febrero 2011.

El Amor de Dios, de donde emana nuestra Esencia e identidad, debe ser acogido con todas nuestras fuerzas y con la pasión más intensa en todo lo que discernamos, penseamos, sintamos, expresemos y hagamos. Una vez entronizamos Amor en todas las dimensiones de la conciencia, transformamos todas las ilusiones materiales en la verdad que son sus modos y atributos. Este es uno de los significados ocultados del versículo, “Entonces él [Moisés] tomó el becerro [de oro] que ellos habían hecho, lo quemó en fuego, lo molió en un fino polvo [de oro], [lo] esparció sobre la superficie del agua, y [lo] dio [a] los hijos de Israel para que bebieran” (32:20) porque la fuerza motriz intensa y apasionada (oro) de ego (el becerro) debe ser transformada (“quemada en fuego”, sublimada por los caminos y atributos del Creador mediante el fuego de Su Amor) a través de humildad (“polvo”) en nuestra conciencia (“la superficie del agua”, y agua como pensamiento o capacidad cognitiva) con la que dirigimos todos sus rasgos y cualidades (los hijos de Israel). En este sentido, el oro representa el más intenso y apasionado impulso para estar cerca del Creador, mientras que la plata corresponde a nuestro discernimiento, y el cobre a nuestras emociones, sentimientos, tendencias e instintos.

Vivir en el plano de las ilusiones materiales tratando de hacer prevalecer los atributos de Amor entre tales ilusiones de hecho se vuelve una guerra constante, hasta que hacemos que Amor gane sobre los aspectos negativos de la conciencia: “Y Moisés vio al pueblo, que estuvieron expuestos, porque Aarón los había expuesto para caer en desgracia ante sus adversarios” (32:25) Cuando somos traicionados y caemos en desgracia por las fantasías de ego, nos apoyamos en la bondad de Amor que nos sostiene como nuestra verdadera Esencia: “Entonces Moisés se paró en la entrada del campamento y dijo, 'Quien esté por el Eterno, ¡[que venga] a mí!' Y todos los hijos de Leví se congregaron alrededor de él” (32:26) porque los levitas representan las cualidades positivas en nuestra conciencia que nunca traicionan los modos y atributos de Amor, como conexión permanente con el Amor de Dios. En este conocimiento luchamos con y por los atributos de Amor contra sus contrarios que son los rasgos destructivos de las ilusiones materialistas de ego.

Nuestros Sabios dicen que la transgresión del becerro de oro fue planeada por el Creador para enseñarnos dos cosas. Una, que sin importar las decisiones negativas que tomemos, podemos siempre retornar a Su Amor. Israel tuvo que vivir la experiencia de elegir lo peor de todo (caer en la idolatría de las ilusiones de ego y cometer las más terribles transgresiones en su nombre) para enseñarnos que podemos renunciar a ellas eligiendo retornar a Sus caminos y atributos. La otra es que Él confirmó esto al revelarnos (a través de Moisés) Sus atributos de misericordia (34:6-7) ya que en ellos aprendemos a conocerlo a Él, y mediante este conocimiento nuestra conexión con Él. Reflexionemos sobre este versículo previo a Su revelación a Moisés: “Entonces Yo quitaré Mi mano y tú verás Mi espalda, pero Mi rostro no será visto” (33:23) Nuestros Sabios explican que Su “espalda” es lo que vemos que Él ha hecho (Su Creación) y Su sustento de esta. De hecho, conocemos al Creador a través de Sus obras, aquello que deja Su mano, y que contiene Su Amor.

Cuando entronizamos Su Amor como Sus caminos y atributos en todos los niveles de conciencia, los irradiamos en nuestros rostros como reflexión de nuestra verdadera Esencia e identidad: “Entonces los hijos de Israel vieron el rostro de Moisés, que la piel del rostro de Moisés se había vuelto radiante, y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que [otra vez] entraba a hablar con Él” (34:35) porque cuando estemos llenos del conocimiento del Creador (como lo estaba Moisés) lo manifestaremos (irradiaremos) en lo que creamos, pensemos, sintamos, expresemos y hagamos.

Este es el legado de Israel, nuestro legado como judíos, nuestra herencia como el Pueblo elegido, el Pueblo de la Torá. Aun es nuestra elección abrazar ese legado. El Profeta nos lo recordó en los viejos tiempos, y nos lo recuerda ahora: “Y Elías se acercó al pueblo y dijo, '¿Hasta cuándo vais a pasar entre [sobre] dos ideas? Si el Eterno es Dios, id tras Él; y si es Baal, id tras él'. Y el pueblo no respondió palabra.” (I Reyes 18:21) ¿Tampoco nosotros respondemos ni una sola palabra? Se trata de la verdad de los modos y atributos de Amor o la falsedad de las fantasías e ilusiones de ego. La elección es nuestra.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.