Esta semana celebramos la entrada al tercer
año de este blog. Lo
empezamos con el libro de Vayikrá en
el 2010 como un
proceso de expansión de los mensajes del libro “Amor de Dios”, que fue el
resultado de notas tomadas durante cuatro años de estudio de la visión mística
del judaísmo ortodoxo a través de la tradición jasídica.
Todo esto presentado con una perspectiva
filosófica con el fin de comunicar los mensajes hacia un entendimiento concreto
y práctico de los conceptos místico judíos, y aplicarlos a la realidad
material. Lo hacemos enseñando directamente lo “espiritual” del judaísmo, lo
cual es el Amor de Dios y nuestra conexión con Él. Ese ha sido el propósito
ocultado detrás de Su Creación, escondido por nosotros y no por Él, ya que Su
Amor ya está proclamado y manifiesto; y para confirmarlo sólo tenemos que mirar
a nuestro alrededor.
En el libro explicamos que nuestros Sabios no
ocultaron el Amor de Dios deliberadamente, sino más bien se enfocaron en las
cualidades éticas y morales de Amor como sus medios y atributos, con el fin de
salvaguardar la paz y la armonía individual y colectiva. Después de todo, Amor
se trata de buenas acciones y no buenas intenciones.
Esperemos que tal vez ahora, en nuestros
tiempos, la mayoría de los humanos y judíos en particular estemos preparados en
nuestra conciencia para asumir Amor como nuestra verdadera Esencia e identidad,
como la manifestación material del Amor de Dios. Después de este preámbulo de
celebración, comentemos por tercera vez la primera porción de Vayikrá.
La mayor parte del tercer libro de la Torá se
refiere a nuestra conexión y relación directas con el Creador, definidas como
el sacerdocio, y es por ello que fuentes no judías lo llaman “Levítico”. Esta
conexión y relación con Dios ocurre primordialmente mediante el estudio de la
Torá, el cumplimiento de Sus Mandamientos, y las ofrendas (“sacrificios”) que
elevamos a Él con el propósito de estar cerca de Él.
Nuestros Sabios cuestionan el hecho de
presentar ofrendas de “alimentos” al Creador, sabiendo perfectamente que Él no
“necesita” nada de nosotros, y que somos nosotros quienes lo necesitamos a Él.
Por ello citan al rey David para reafirmarlo.
“Si Yo tuviese hambre, no te lo diría a ti,
porque Mío es el mundo y su plenitud. ¿[Acaso] tengo de comer
Yo carne de toros, o de beber sangre de machos cabríos? Eleva alabanza al
Eterno y paga tus votos al Altísimo. Y clama a Mí en el día de tribulación: Te
libraré, y tú me honrarás.” (Salmos 50:12-15)
De ahí que se trate de nosotros y de nuestra
actitud hacia el Amor de Dios para desear estar cerca de Él, tal como también
es señalado.
“Por vuestro propio deseo la ofrendaréis.” (Levítico 19:5)
Nuestras ofrendas a Él son los rasgos,
cualidades y dimensiones de nuestra Esencia común con Él, todos ellos como
expresiones de nuestro Amor como conductor y guía de todos nuestros modos. Esta
es la dulzura que vivimos y de la que nos regocijamos, así como nos deleitamos
en Su Gloria, que es Su Amor.
Nuestros Sabios también se refieren a esta
dulzura cuando dicen de un toro grande, “Una ofrenda de elevación, un dulce
sabor”; de una paloma, “Una ofrenda de elevación, un dulce sabor”; y de una
ofrenda de alimentos, “Una ofrenda de elevación, un dulce sabor”.
Nos enseñan que para el Creador esta “dulzura” es la misma, ya sea si uno ofrece mucho (un toro), o poco (una paloma) de él, siempre y cuando dirija su corazón (Amor) al Cielo (para honrar a Dios siendo y realizando Sus caminos y atributos).
Nos enseñan que para el Creador esta “dulzura” es la misma, ya sea si uno ofrece mucho (un toro), o poco (una paloma) de él, siempre y cuando dirija su corazón (Amor) al Cielo (para honrar a Dios siendo y realizando Sus caminos y atributos).
Esta dulzura es recibida a través de humildad como nuestro medio para manifestar
Amor en lo que somos y hacemos, porque humildad es la vasija vacía donde
depositamos la voluntad del Creador en nuestras vidas.
Los Sabios lo ilustran con una historia.
“Un toro era llevado a sacrificar en el
Templo pero se negaba a moverse. Un hombre pobre se acercó con un puñado de
heno en su mano y se lo dio al toro, que a su vez se lo comió. Entonces el toro
se dejó llevar al Templo. El dueño del
toro tuvo un sueño en el que se le dijo que la ofrenda del pobre al toro era
mayor que la ofrenda del toro por su dueño”.
Como hemos mencionado en otros comentarios,
el toro representa ego como la fuerza motriz que debemos elevar a la voluntad
del Creador, a través del mayor conocimiento de nuestra conexión con Él (representada
por el sacerdote en el Templo) y esto lo hacemos a través de Amor como el guía
y conductor natural de todos los niveles y dimensiones de la conciencia, ego
incluido.
El pobre representa humildad como el medio de
hacer llegar Amor (el heno) para alimentar y dirigir nuestra fuerza motriz con
el fin de servir a Dios. En este sentido, humildad y Amor son mayores que los
deseos materialistas de ego (el toro).
En este sentido la agenda de ego está
excluida de todos nuestros modos, medios y atributos para honrar el Amor de
Dios y Su voluntad.
“Ninguna ofrenda de alimentos con levadura
traerás al Eterno, porque no harás levadura ni miel para elevación de una
ofrenda quemada por fuego al Eterno.” (2:11)
En este caso levadura representa soberbia
como auto-engrandecimiento, y es una de las razones por la que nuestros
antepasados comieron pan sin levadura (matzá)
durante el Éxodo de Egipto.
Seamos conscientes de que cada nivel de conciencia debe ser una vasija vacía para llenar con los modos y atributos del Creador, y nunca olvidemos que estos no cohabitan con nada diferente de lo que son.
Seamos conscientes de que cada nivel de conciencia debe ser una vasija vacía para llenar con los modos y atributos del Creador, y nunca olvidemos que estos no cohabitan con nada diferente de lo que son.
La miel representa sensualidad bajo el
control de las fantasías e ilusiones de ego. Nuestros
Sabios también nos recuerdan que Dios no se relaciona con aquel lleno de sí
mismo, y dice que el soberbio y Él no pueden morar juntos en el mundo.
En el pleno conocimiento de nuestro Amor y el
Amor de Dios con sus caminos y atributos comunes, la paz también se vuelve
causa y efecto. Nuestros Sabios enseñan que la ofrenda de paz no tiene como fin
la expiación como ocurre con las demás ofrendas, sino exclusivamente el
regocijo y la dicha de estar cerca del Creador.
Explican que lo placentero de esta paz se
debe a que es compartida por el oferente, el sacerdote y Dios unidos. Esto la
convierte en la ofrenda perfecta, ya que no tiene otras razones excepto
deleitarse en nuestra conexión con Él, que nos da vida y todo lo que somos y
tenemos.
Este conocimiento protege nuestra libertad de
enredos en las fantasías e ilusiones de ego, y en esta libertad celebramos Su
Amor como nuestro sustento y Esencia de la que Él nos creó. En esta conexión
asimilamos que nuestro Amor es Su Amor que nos nutre, y de ahí que nuestro Amor
sea el nexo con Su Amor.
“(...) toda la
grosura es para el Eterno.” (3:16)
Nuestro entusiasmo (toda la “grasa”), como
máxima alegría y felicidad, es lo que Él quiere de nosotros: ser
felices y deleitarnos en este mundo. Nuestra mayor satisfacción es saber que el Amor de
Dios es nuestra verdadera Esencia e identidad.
La porción concluye con la expiación de
transgresiones contra el prójimo, y son definidas como traiciones al Creador.
“Si una persona peca, y comete una traición
contra el Eterno, y miente a su prójimo (...)”
(5:21)
Mentir se vuelve una violación de confianza y
fidelidad contra lo que ciertamente es nuestra Esencia e identidad. Uno de los
sinónimos de Amor es verdad, y como tal no hay espacio para
nada diferente a sus atributos, y el contexto de Amor es la manera de
relacionarnos con el prójimo.
Todos lo medios y arbitrios de Amor son
verdad, tal como lo proclama el salmista.
“Todos los caminos del Eterno son amorosa
bondad y verdad para
aquellos que observan Su Pacto y Sus testimonios [la Torá]. (…) No
retengas Tu compasión de mí, oh Eterno, que Tu amorosa bondad y verdad siempre
me protejan.” (Salmos 25:10,
40:12)
Amor y verdad son inherentes a sí mismos. Si
no hay Amor no hay verdad, y si no hay verdad no hay Amor; por lo tanto sin
ellos no hay Redención.
“Guíame en Tu verdad y
enséñame, porque Tú eres el Eterno mi Redentor, y mi esperanza está en Ti todo
el día.” (25:5)
El Amor de Dios es la verdad de Sus caminos y
atributos, y todo lo que llamamos verdad en el mundo material en cada nivel de
conciencia debe ser consonante con Su verdad. Hay un solo Amor y es el Amor de
Dios, y una verdad que es la verdad de Dios.