domingo, 11 de marzo de 2012

Vayajel-Pekudei: El Santuario compartido con el Creador

Podemos decir que el libro del Éxodo narra nuestro cautiverio y liberación de Egipto con un propósito primordial que estos versículos sintetizan.

“Tú los traerás [a los hijos de Israel de su esclavitud] y los plantarás en el monte de Tu heredad, el Lugar que oh Eterno, Tú has hecho para morada Tuya, el Santuario oh Eterno que Tus manos han establecido. [Porque es nuestro destino proclamar que el Eterno ha reinado, reina y] El Eterno reinará por siempre jamás” (Éxodo 15:17-18)

Nos regocijamos en nuestro destino.

“Dichosos son aquellos que residen en Tu Casa, [ya que] ellos te alaban por siempre. Dichoso el pueblo cuyo destino es este. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Eterno” (Salmos 84:5, 144:15)

Este también es el propósito primordial de Israel en toda la Torá, desde el Pacto con Abraham hasta nuestro asentamiento permanente en la Tierra Prometida, como el hogar desde donde realizamos nuestro destino.

Tenemos que revelar en todos los niveles de conciencia quiénes somos como hijos de Israel, el significado de nuestra liberación Divina de la esclavitud en Egipto, y qué es ese Lugar construido con las manos del Creador como Su Casa en el mundo material. Todos estos definen nuestra verdadera Esencia e identidad, mediante las que nos hacemos conscientes de nuestra dicha permanente como el pueblo cuyo Dios es el Eterno.

El versículo de arriba claramente indica que nosotros, Israel, estamos destinados a vivir en la misma Casa donde el Creador quiere morar en la Tierra. De hecho es una ubicación geográfica en la tierra de Israel y está en su capital eternindivisible, Jerusalén.

“¡Bendito es el Eterno desde Sión, Él que mora en Jerusalén!” (135:21)

Esta es la ciudad que Él también construyó en nuestra conciencia, porque Su dominio reina en todo tiempo y espacio.

“Y [el rey] David bendijo al Eterno ante toda la congregación [Israel], y dijo David: 'Bendito eres Tú, Eterno, el Dios de nuestro padre Israel en todos los mundos y tiempos. Tuyos son, Eterno, la grandeza, el poder, la gloria, la victoria, y la majestad. Porque todo en los Cielos y todo en la Tierra Tuyo es. Tuyo es el reinado, Eterno, y Tú eres exaltado [gobernando] por encima de todo” (I Crónicas 29:10-11)

El conocimiento de que todo pertenece al Creador nos obliga a reducir nuestro vano egoísmo como premisa para cumplir incondicionalmente Sus caminos y atributos, que son también nuestra verdadera identidad y destino.

“Seis días trabajo será hecho, y el séptimo día será sagrado para ti, un Shabat de solemne descanso para el Eterno. Quien haga cualquier trabajo en él será sometido a la pena de muerte.” (35:2)

Nuestros Sabios señalan que “trabajo será hecho” implica que trabajo es el medio y no el fin de la vida, y ello explica por qué la oración no dice “tu harás trabajo”. ¿Cuál es el tipo de trabajo que tiene que hacerse o necesita hacerse? Nuevamente los Sabios no se refieren al tipo de trabajo a realizarse sino a la manera en la que estamos supuestos a hacerlo. Esto significa que, lo que tengamos que hacer o elejamos hacer, debe realizarse en consonancia con los caminos y atributos del Creador.

Dicho de otra manera, mediante los modos y atributos de Amor porque de lo que se trata la vida es de Amor como la manifestación del Amor de Dios en Su Creación. Hemos mencionado antes (ver en este blog nuestro comentario “Parshat Vayajel-Pekudei: El Santuario del Amor de Dios” del 20 de febrero, 2010) que en este sentido el Shabat es una culminación o finalización de la manera en la que trabajamos los seis días anteriores.

Nuestros Sabios enseñan que debemos emular al Creador en Sus medios y arbitrios que Él aplicó en los seis días de Su Creación, con la misma magnanimidad, atención y amorosa bondad, con los que Él se relaciona con Sus criaturas. El Shabat es el tiempo y el espacio más allá de la Creación material, y por lo mismo lejos de nuestra comprensión. La mayoría de los judíos no asimilamos la trascendencia de este “día” que es más acerca de quietud que de descanso. Quietud en el sentido de pertenecer a algo completamente imposible de describir. Si hay más de 39 “cercos” para “defender” y “proteger” el Shabat, reflexionemos por un instante lo que tan celosamente está cercado, guardado y protegido.

Muchos de nosotros quedamos atrapados observando los cercos en vez de ver lo que están protegiendo, al extremo que terminamos olvidando lo que es y de lo que se trata. La Torá nos advierte que cualquier pensamiento o ilusión material que nos lleva a transgredir el Shabat nos conduce a la pena de muerte.

La Torá es clara acerca de los castigos por nuestras transgresiones, y hemos dicho repetidas veces que esos castigos simplemente son las consecuencias de la separación de nuestra verdadera Esencia e identidad. Ya sabemos que somos nosotros quienes elegimos entre los caminos y atributos de Amor y las fantasías es ilusiones materialistas de ego, y ambas elecciones tienen sus respectivas consecuencias.

Podemos elegir los modos de Amor con la misma intensidad con la que podríamos elegir nuestra lujuria, avaricia, indiferencia, envidia, desvergüenza, ira e impaciencia, ya que con esa misma pasión podemos dar para construir el Santuario de Dios con nosotros, tal como lo hicieron nuestros ancestros.

“Y ellos hablaron a Moisés diciendo: 'El pueblo trajo [donó] más que suficiente para el servicio del trabajo [de construcción del Santuario] que el Eterno ordenó hacer'.” (Éxodo 36:5)

Otro ejemplo en el siguiente versículo.

“Y él hizo el lavatorio de cobre y su base [también] de cobre de los espejos de las mujeres [israelitas] que había establecido multitudes, y que se congregaban en la entrada de la tienda de asamblea.” (38:8)

Nuestros Sabios dicen que las mujeres israelitas tenían espejos (de cobre) en los que se miraban para adornarse, y Moisés los rechazó porque habían sido usados para despertar la lujuria. Cuentan que el Eterno dijo a Moisés que los aceptara porque eran queridos para Él más que nada, ya que con esos espejos las mujeres concibieron muchos hijos israelitas en Egipto. Cuando sus esposos estaban exhaustos por los trabajos forzados, las mujeres les traían de comer y beber, y usaban los espejos para despertar el deseo de sus esposos para cohabitar con ellas y así concebían y daban a luz bajo la opresión de la esclavitud.

“Cuando la nube [del Eterno] se elevaba sobre el Santuario, los hijos de Israel emprendían su camino. Pero si la nube no se elevaba, no partían hasta que se elevara. Porque la nube del Eterno estaba sobre el Santuario por el día, y había fuego dentro de ella por la noche, ante los ojos de la entera Casa de Israel en todos sus desplazamientos” (40:36-38)

El libro del concluye así para indicarnos que el Creador, en Sus caminos y atributos, mora siempre en nuestro más alto nivel de conciencia para protegernos y guiarnos al afrontar la vida y el mundo material en todos sus aspectos y dimensiones.

Si este conocimiento está separado de nosotros, debemos esperar hasta reconectarnos con él. Esta es la manera en la que hacemos trabajo seis días porque en el séptimo somos recompensados con la morada permanente de Su Lugar, la morada en el Santuario que Sus manos han establecido, y donde somos dichosos de ser el pueblo cuyo destino es es así.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.