Nos
hemos referido en varias ocasiones en este blog a
la identidad judía como la define la Torá, el libro que atestigua
el origen de los judíos. Nuestros Sabios dicen que si (no lo permita
Dios) no hubiera Torá, el libro que la reemplazaría sería el de
Ester porque contiene sucesos similares a los vividos por el pueblo
hebreo narrados por la Torá. Ambos
libros en particular comparten la definición de la identidad judía.
Nuestros Sabios señalan claras similitudes entre Moisés y Mordejai,
y aunque el Nombre del Creador nunca es mencionado en el libro de
Ester, Su Presencia es evidente en la narración. El mensaje que
tratamos de comunicar aquí es que la identidad judía es esencial
para conocer la razón de nuestras vidas y nuestro destino en el
mundo.
“Y
todos los sirvientes del rey que estaban a las puertas del rey se
inclinaron y postraron ante Hamán, porque el rey se los había
ordenado referente a él. Pero Mordejai no se inclinó ni se postró
ante él. (…) porque él [Mordejai] les dijo que era judío.”
(Ester 3:2, 4) En
algún momento de nuestra vida nos inclinamos a las fantasías e
ilusiones materiales que nos separan de nuestra verdadera Esencia e
identidad (ver en este blog nuestro
comentario “Shemot: Nuestra Verdadera Identidad como Redención”
del 8 de enero 2012). El
Creador nos puso en este mundo para vivir la experiencia de las
limitaciones y restricciones materiales. La naturaleza impone sus
leyes inmutables que nos hacen vivir sometidos a ellas por decreto
Divino. Nuestros problemas aparecen cuando las leyes y condiciones de
la naturaleza no dan suficiente espacio para que nuestro libre
albedrío tome las decisiones correctas, y nuestras dificultades se
vuelven todavía más insoportables cuando tomamos decisiones
negativas. Estas son las que aquí llamamos fantasías e ilusiones e
ego que convierten lo simple en difícil o complicado, y de lo cual
no podemos liberarnos.
Estamos
encomendados por el Creador para vivir en el mundo de acuerdo a las
condiciones y restricciones impuestas por la naturaleza, pero ello no
quiere decir que permitamos que la naturaleza forme nuestro carácter
según sus manifestaciones negativas. Esta
era la manera en la que pueblos paganos e “incivilizados” se
comportaban individual y socialmente, actuando y reaccionando ya sea
como ciertos animales o como algunos fenómenos naturales. Los
aspectos negativos de tales referencias de la “naturaleza” son
los que hacen que la vida en este mundo sea más dura y sin sentido,
y esos son los rasgos que Hamán personifica.
Nuestros
Sabios enseñan que Hamán en su tiempo representaba a Amalek, el
enemigo constante que
socava a Israel, y por ello es un Mandamiento de la Torá recordarlo
todos los días. Ellos relacionan ese nombre con una serie de
emociones tales como miedo, indecisión, duda e incertidumbre, en el
sentido de que nos desvían de las decisiones justas que debemos
hacer y de nuestro verdadero propósito en la
vida. Moredejai el judío representa
nuestra verdadera Esencia e identidad, que jamás se inclina a los
aspectos negativos de la conciencia como reflejos de las
manifestaciones destructivas de la naturaleza humana. Esto también
quiere decir que Mordejai personifica el más elevado nivel de
conciencia que nos conduce en la dirección correcta. En este
contexto, Hamán es el enemigo del judío, tal como lo es Amalek,
junto aquello que ambos representan: “Y
el rey quitó su anillo de su mano, y se lo dio a Hamán el hijo de
Hamedatá el agageo, el enemigo de
los judíos.” (3:10)
El
mayor conocimiento de nuestra verdadera identidad es el guardián en
las puertas de la conciencia como medio para conectarnos con nuestro
Creador. Este guardián no permite ningún espacio para rasgos
negativos y destructivos en la manera como nos tratamos a nosotros
mismos y a nuestro entorno: “Y añadió
Hamán: ‘También la reina Ester a
ninguno hizo venir con el rey al banquete que ella dispuso, sino a
mí. Y aun para mañana soy invitado de ella con el rey. Pero todo
esto nada me sirve cada vez que veo a Mordejai
el judío sentado a la puerta del
rey’.” (5:12-13) y en la mayor
parte de nuestro tránsito por este mundo el mayor conocimiento de
las bondades de los caminos y atributos de Amor parecen pasar
desapercibidos por aquellos a quienes damos lo mejor de nosotros:
“Y el rey dijo: ‘¿Qué
honor y dignidad han sido concedido a Mordejai por esto?’ Entonces
dijeron los consejeros del rey que le servían a él: ‘No
hay nada que se ha hecho para él’.” (6:3)
En
un nivel más elevado, el propósito de los aspectos inferiores de la
conciencia es reconocer y validar nuestro mayor conocimiento de
quiénes realmente somos, en vez de hacernos caer en el cautiverio y
muerte bajo las ilusiones negativas de ego: “Y Hamán
tomó el vestido y el caballo, y vistió a Mordejai,
y lo llevó a caballo
por la plaza de la ciudad e hizo
pregonar delante de él: ‘Así se hará al varón
cuyo honor deleita
al rey’.” (6:11) En este sentido
tenemos que eliminar los rasgos negativos de la conciencia y
subordinar aquellos que podemos dirigir hacia fines positivos:
“(...) ‘Si de la simiente de los judíos
es Mordejai, delante de quien has
comenzado a caer, no lo vencerás;
antes por cierto caerás delante de él’.” (6:13) y
nuestra simiente de judíos es Amor como la manifestación material
del Amor de Dios, y nada puede prevalecer contra Sus caminos y
atributos porque ellos son el propósito y el destino de nuestra
identidad judía.
Los
caminos y atributos del Creador definen nuestra relación y conexión
con Él, y la súplica de Ester lo asegura en estos versículos que
insinúan Su Presencia no revelada: “Entonces la reina Ester
respondió y dijo: ‘Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos y si
al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por
mi demanda. Porque vendidos estamos yo y mi pueblo, para ser
destruídos, para ser muertos y exterminados. Y si para siervos y
siervas fuéramos vendidos, callárame, bien que el enemigo no
compensara el daño del rey’.” (7:3-4) y
cuando nos hacemos plenamente conscientes de que nuestra identidad
judía está ligada a los caminos y atributos de Dios y cumplimos Su
voluntad como nuestro destino, heredamos el poder para conducir los
aspectos inferiores de la conciencia en la dirección positiva que
sólo nuestro completo conocimiento del Amor de Dios como nuestra
Esencia nos puede dar: “En ese día el
rey Ahashverosh dio a la reina Ester
la casa de Hamán, el enemigo de los judíos. Y Mordejai vino ante el
rey, porque Ester le había dicho que él estaba con ella. Y
el rey se quitó su anillo, que él le había quitado a Hamán, y se
lo dio a Mordejai. Y Ester puso a Mordejai sobre la casa de Hamán”
(8:1-2)
En
nuestro pleno conocimiento de los caminos y atributos del Creador
como nuestra identidad, verdaderamente poseemos la fortaleza para
vencer todas las amenazas, tanto inminentes como potenciales a lo
largo de nuestra existencia: “Con la
autorización que el rey concedía a los
judíos que estaban en todas la ciudades, [para]
que se juntasen y estuviesen a la
defensa de su vida, prontos a destruir
y matar, y acabar con todo ejército de pueblo o provincia que
viniese contra ellos, aun niños y mujeres, y su despojo para
presa. (…) que los judíos
estuviesen apercibidos para aquel día, para vengarse de sus
enemigos.” (8:11, 13) y esta es la manera
en que realizamos nuestro destino, siempre y cuando sepamos que
la razón y propósito de nuestra vida es reconocernos en nuestra
identidad judía: “Y los judíos
tuvieron Luz y alegría, y dicha y honor. Y en cada provincia, y en
cada ciudad donde la orden del rey y su decreto llegaron, los judíos
tuvieron dicha y felicidad, una fiesta y un buen día. Y muchos entre
los pueblos de esa tierra se convirtieron al judaísmo, porque el
temor [reverencia] a
los judíos cayó sobre ellos. (…) en
el día en que los enemigos de los judíos esperaban mandar sobre
ellos ocurrió lo contrario: que los judíos mandaron sobre aquellos
que los odiaban” (8:16-17, 9:1)
Este
es sin duda un “final feliz” que debemos procurar mediante el
conocimiento y vivencia de quiénes somos: “Y
todos los príncipes de las provincias, y los regidores, y los
gobernadores, y aquellos a cargo de los intereses del rey, ayudaron a
los judíos; porque el temor a Mordejai cayó sobre ellos. Porque
Mordejai era grande en la casa del rey, y su fama se extendió por
todas las provincias; porque el varón Mordejai seguía
engrandeciéndose más y más. Y los
judíos sometieron a todos sus enemigos con el golpe de la espada, y
con muerte y destrucción hicieron lo que harían a quienes los
odiaban” (9:3-5)
Este
es el legado que tenemos que llevar permanentemente en nuestra alma,
mente, corazón y vida, no sólo una vez al año ya que nuestra
identidad judía es la fuente de la más dulce de todas las dichas:
“(...) y que estos días sean recordados y
guardados a través de todas las generaciones, cada familia, cada
provincia, y cada cuidad; y estos días de Purim no falten entre los
judíos, ni la recordación de ellos desaparezca de su simiente”
(9:28) y Mordejai el judío, el Moisés de su
generación, nos recuerda que seamos judíos como nos lo dice la
Torá: “Porque Mordejai el judío estaba
junto al rey Ahashverosh, y grande entre
los judíos, y aceptado por las multitudes de sus hermanos;
procurando el buen para su pueblo y hablando paz a la simiente de
todos ellos” (10:3)