domingo, 22 de enero de 2012

Bo: De la Oscuridad a la Luz


Las últimas tres plagas previas al Éxodo de Egipto vienen con un profundo conocimiento del Creador como la única causa y efecto de Su Creación. Cada plaga corresponde a un nivel particular de conciencia que debemos despertar para llegar a tener un completo conocimiento de Él en nuestra vida y en el mundo material. Somos Sus criaturas y lo que pensemos o creamos que somos o tenemos proviene de Él, y pertenece a Él: “Desnudo vine del vientre de mi madre, y desnudo partiré [moriré]. El Eterno dio y el Eterno ha quitado, alabado sea el Nombre del Eterno” (Job 1:21) y este es el primer paso para iniciar el proceso de llegar a conocerlo a Él.

La plaga de las langostas nos enseña que el Creador es el proveedor de nuestro sustento material y espiritual, y el versículo de su llegada está precedido de Su Mandamiento a Israel para que le sirva a Él: “Deja ir a Mi pueblo para [y] que ellos Me sirvan. Porque si te niegas a dejarlos ir, he aquí que Yo voy a traer langostas dentro de tus fronteras” (Éxodo 10:3-4) y el conocimiento de Su absoluta propiedad y control es una premisa para relacionarnos con Él de acuerdo a Su voluntad, la cual es que le sirvamos a Él.

El principal obstáculo para asimilar y adoptar esta premisa es ego y sus deseos, representados por el faraón y Egipto. La plaga siguiente, la oscuridad, es la experiencia material y espiritual de la ausencia total de la Presencia Divina en nuestra conciencia, la cual también es una consecuencia directa de la ceguera de ego para rendirse al Amor de Dios como el Creador y sustentador de Su Creación: “Ellos [los egipcios] no se veían entre ellos, y ninguno de paró [movió] de su lugar durante tres días; pero para los hijos de Israel había luz en sus moradas” (10:23) y esta conciencia (la Luz en las moradas de los israelitas) de la Presencia de Dios en Su Creación hace la diferencia.

En este contexto ego es una de las dimensiones de la conciencia que también debemos dirigir hacia el total conocimiento de la voluntad del Creador: “Y Moisés dijo [al faraón], 'Tú también debes dar sacrificios y ofrendas de elevación en nuestra manos, y las haremos para el Eterno nuestro Dios'.” (10:25) porque en nuestras acciones positivas (“nuestras manos”) servimos y honramos el Amor de Dios, y ego es conducido con éxito no mediante buenas intenciones sino a través de buenas acciones. Cuando actuamos en los modos y atributos de Amor, nuestros acciones positivas no dan lugar para fantasías e ilusiones materialistas que seducen al ego para tomar control de nuestra vida y llevarnos a las tinieblas. En las tinieblas no podemos ver más allá de nosotros, lo cual es el propósito del ego para hacer que el mundo gire en torno a sus deseos. La oscuridad se presenta como la peor de las plagas porque nos impide ver más allá de lo que creemos que somos. En oscuridad estamos realmente perdidos, y en ese predicamento no tenemos otra opción que buscar la Luz con el fin de ser verdaderamente redimidos. Esta fue la experiencia preordenada por el Creador para que nosotros movamos nuestra conciencia hacia la Verdad. Hemos dicho antes que nuestros Sabios enseñan que las tinieblas del exilio son el comienzo para buscar la Luz de la Redención.

La décima y última plaga es la muerte del primogénito de aquellos que niegan que el Creador sea el único dueño de Su Creación. El primogénito representa nuestra intención primaria en la vida con sus valores, principios y metas, como los diezmos y primicias de la tierra que debemos ofrendar en el Templo. Los primogénitos de los egipcios estaban inevitablemente dedicados a someter sus vidas al materialismo sin nada más allá de las ilusiones vanas de ego. El primogénito es la primera extensión (expansión) de nuestra esencia humana y reafirmación del Amor de Dios como la causa y efecto de todo, incluida la vida. En este sentido tenemos que consagrar tal extensión a los modos y atributos de Amor como manifestaciones del Amor de Dios: “Santificad para Mí todo primogénito, todo el que abra el vientre entre los hijos de Israel, entre hombre y entre animales, es Mío” (13:2) ya que todo le pertenece a Él. Cuando consagramos nuestras extensiones al dominio de ego estamos de hecho “muertos” ante el Amor de Dios.

La experiencia de nuestra cercanía al Amor de Dios es el comienzo de nuestra libertad, y es nuestro primer Mandamiento como judíos conmemorar el primero de los meses como recordatorio de nuestra liberación de la oscuridad. La consagración de la Luna Nueva como el inicio de los meses (ver comentario sobre Jánuca en diciembre 2011 en este blog) es un recordatorio de nuestra verdadera Esencia e identidad cuando revelamos Luz desde la oscuridad: “Y este día será para vosotros como un recordatorio, y lo celebraréis como un festival para el Eterno a través de todas vuestras generaciones, vosotros lo celebraréis como un estatuto eterno” (12:14) Esta es la experiencia y legado de nuestro exilio y servidumbre en la oscuridad, para llevar la bendición de revelar Luz como nuestra verdadera identidad cuando clamamos al Amor de Dios para que conduzca cada aspecto y dimensión de la conciencia en Sus caminos y atributos.

Nuestros Sabios místicos explican que el período de siete días para celebrar la Pésaj y Sucot representa un proceso continuo mediante el cual corregimos y elevamos las siete emociones primordiales que son amorosa bondad como compasión, poder como autocontrol, Verdad como iluminación, perseverancia como triunfo, honor como gloria, justicia como rectitud, y prevalencia como soberanía.

Cuando nos comprometemos a poner en práctica estas cualidades diariamente, como expresión constante de nuestra verdadera identidad, estaremos sirviendo al Creador para revelar completamente Su Presencia en el mundo material. Este conocimiento debemos tenerlo momento a momento, y no sólo como un Mandamiento: “Y será como una señal sobre tu mano (en todo lo que hagas) y como filacterias entre tus ojos (en todo lo que pienses, veas y sepas), porque con mano fuerte el Eterno te sacó de Egipto” (13:16) y también como conocimiento permanente del Amor de Dios como nuestro Creador y único dueño de todo. Esto incluye la Luz que nos da para retornar a Él cuando nos demos cuenta que no pertenecemos a la oscuridad del reino de las ilusiones, sino a Su Amor como reino de la Verdad. Como individuos debemos tener la valentía de “venir al faraón (ego)” y confrontarlo con el pleno conocimiento de que el Amor de Dios rige en toda Su Creación.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.