domingo, 29 de enero de 2012

El Desierto como Espacio de Vida

La experiencia de nuestros ancestros en el desierto de Sinaí luego del Éxodo de Egipto establece un principio para nosotros individualmente como judíos y colectivamente como Nación. Entendemos el tránsito por el desierto como proceso de transición entre esclavitud en Egipto y libertad en la Tierra Prometida, oscuridad y Luz, exilio y Redención, ignorancia y conocimiento. Suena como un proceso en el que muchos elementos están involucrados teniendo la libertad como propósito común. La vida misma abarca un proceso similar como el vehículo que supone ser tanto el medio como el fin para la libertad. Hemos dicho muchas veces que la libertad es inherente a la vida, en el sentido de que la libertad es igualmente el medio para vivir de manera significante. Para esto tenemos que definir "libertad" y "significante".

Aunque ambos términos parecen complementarse, podrían querer decir algo diferente dependiendo de quién los define, y esto a su vez depende de las circunstancias y límites dentro de los que vivimos. También hemos dicho frecuentemente que Amor es lo que da sentido y propósito a la vida, mientras que aquello contrario a los caminos y atributos de Amor niega cualquier sentido o propósito para la misma. Con estas premisas en mente vamos a evaluar "desierto" y "tránsito", al igual que "transición" y "propósito" entre otros términos relevantes en el mensaje que queremos comunicar aquí. El desierto es un lugar relacionado con aridez, desolación y algo inhóspito e incapaz de sustentar vida. No podemos vivir en un desierto a menos que traigamos con nosotros lo necesario para sobrevivir ahí. El mundo material ofrece mejores lugares y en el que menos queremos o necesitamos ir es a un desierto, excepto si encontramos en él un oasis o una versión prominente como aquella que llaman Las Vegas.

Es impresionante lo que pueden llegar a lograr los deseos materialistas de ego, al punto de construir una ciudad dedicada a fantasías e ilusiones en medio de un desierto. Da la impresión de que desafiaran el propósito fundamental que la Torá quiere enseñarnos sobre el tránsito de Israel en el desierto, el cual era estar más cerca del Creador y no más cerca de los deseos de ego. El desierto es la ausencia de nada que invite a nuestra conciencia a desear o poseer, simplemente porque no hay nada en él. Dejamos atrás los accesorios para una vida cómoda con el fin de encontrar algo que dé significado a cualquier posesión material que nos lleve a vivir la vida de la mejor manera concebible. El desierto como la tierra de nada, del no tener y no desear, se convierte en el escenario como prerrequisito para comenzar a conocer a Aquel que creó todo y es dueño de todo. Mientras reflexionamos en esto, comenzamos a darnos cuenta de que como humanos realmente no poseemos nada, ni en el mundo material ni en el espiritual.

Esto es fácil de confirmar al saber que no nos llevamos nada cuando morimos. Dicho de otro modo, debemos tener en cuenta que la única "posesión" es nuestra conciencia siempre y cuando vivamos con ella en libertad. Esta es una de las lecciones acerca de conocer al Creador cuando nos "encontramos" con Él en el desierto de Sinaí. Podemos pararnos ante Él cuando nuestra conciencia esté libre de las ataduras de ilusiones materiales que llamamos "posesiones" y otras fantasías creadas por los deseos de ego.

Nuestros Sabios místicos dicen que tenemos que vaciar la conciencia para dar espacio a las bendiciones de Dios, las cuales son Sus caminos y atributos para que debemos vivir y manifestar en lo que pensamos, sentimos, hablamos y hacemos. Esta conclusión se basa en la cita talmúdica, "El Eterno no está con aquel lleno de sí mismo", ya que no deja espacio para Él. De ahí que la mayor obstrucción para acercarnos a Él es la manera en que nos concebimos individualmente, y lo que hacemos con nuestra vida según esa concepción. Aquí comenzamos a hacernos las preguntas existenciales clásicas relacionadas con quiénes o qué somos, por qué estamos aquí, etc. En las respuestas suponemos encontrar de lo que se trata.

La mayoría de la gente cree que somos el resultado de nuestras circunstancias, y que actuamos de acuerdo a ellas sin poner objeciones ya que "eso es lo que hay". Si no estamos contentos con ello, tratamos lo más que podamos de cambiar las cosas y hacer nuestras circunstancias de acuerdo a lo que creemos que somos o que "deberíamos" ser. El otro día un periódico mencionó un nuevo libro acerca de un personaje religioso cuya vida y hechos están basados en leyendas modificadas o transformadas según los intereses de una religión en particular. Este libro pretende dar una perspectiva o visión diferente sobre este personaje en particular, basándose en otras leyendas y en la propia interpretación del autor, tratando de cambiar un mito a partir de su propia versión del mismo mito: una mentira a partir de otra. La mayoría de nosotros hacemos lo mismo respecto a creencias, costumbres, hábitos, y concepciones acerca de cosas y gente; y estamos (no todos) cambiando a través de nuestras vidas según las circunstancias y los tiempos.

Debemos asimilar el "desierto" como un estado de conciencia en el que creamos un espacio para encontrarnos con el Creador. Para poder entrar en este espacio debemos reflexionar sobre todas nuestras necesidades en cada aspecto de la vida, y llegar al conocimiento de que todas ellas son satisfechas por Dios. Si no asimilamos esto, estaremos de regreso al cautiverio de una actitud ante la vida que nos subyuga a vivir de acuerdo a las reglas de juego de ego o al "vive y deja vivir" en el mundo material. Esto es cuando preferimos retornar a la conciencia de "Egipto" en vez de emprender el tránsito en el desierto con muchas paradas y giros hasta que vaciemos todos los niveles de la conciencias para dejar que Dios los llene con la Esencia de lo que realmente somos.

En este proceso el Amor de Dios nos es revelado en proporción directa al espacio que dejamos para Él en nuestra conciencia. Entre más vivimos Amor y manifestamos Amor, más podemos transformar oscuridad en Luz. Nuestros Sabios dicen que una buena acción es premiada con la oportunidad de hacer otra buena acción, y tiene sentido porque una vez vemos la Luz y la sostenemos en nuestras manos podemos iluminar lugares oscuros. También se refieren a la luz del fuego como algo que damos o compartimos sin perderlo, y ocurre lo mismo con los caminos y atributos de Amor. Damos Amor sin perderlo.

Entendemos Amor como algo infinito e inagotable como el Amor de Dios, porque es nuestra Esencia e identidad, además de ser la fuente y sustento de la vida. Nos damos cuenta de esto cuando nos encomendamos a dejar atrás espejismos, fantasías e ilusiones de lo que no somos, y el "desierto" es el espacio vacío en la conciencia donde este esfuerzo tiene lugar. Aquí es donde estamos ante el Creador, quien nos dice que somos Suyos y le pertenecemos a Él, y no a las ilusiones de ego. No a Egipto, no a Las Vegas, no a la sociedad de consumo, no a la cultura "light", no a la vanidad ni al glamor, no a la futilidad, no a una vida sin significado.

En el desierto nos encontramos con nuestro Creador y en el desierto construimos un Santuario para Él, un lugar en lo más elevado de la conciencia donde tanto nuestro mayor conocimiento de Él como nuestro mayor conocimiento de nuestra conexión con Él son las principales fuerzas motrices para afrontar la vida y el mundo material como emanaciones del Amor de Dios. Para entender y asimilar el conocimiento de la vida y el mundo, primero tenemos que conocer a su Creador y a Su Amor; y lo hacemos a través de Amor como nuestro nexo común con Él.

Dejemos atrás nuestro cautiverio bajo las ilusiones materiales de ego y emprender nuestro viaje individual interior al lugar donde sólo mora la Verdad de quiénes somos, y que vivamos siempre en esta Verdad. Este es el legado, herencia y destino de Israel como el estado de conciencia en el que el Amor de Dios llena cada espacio de quiénes somos como Sus hijos y pueblo elegido, porque nosotros lo elegimos a Él como nuestro Padre y como nuestro Rey. Esta es nuestra verdadera Esencia e identidad, ya sea en el desierto o en cualquier otro lugar, para transformar el desierto en un campo de vida tal como Él la concibe para nosotros.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.