La experiencia de nuestros ancestros en el desierto
de Sinaí luego del Éxodo de Egipto establece un principio para nosotros
individualmente como judíos y colectivamente como Nación. Entendemos el
tránsito por el desierto como proceso de transición entre esclavitud en Egipto
y libertad en la Tierra Prometida, oscuridad y Luz, exilio y Redención,
ignorancia y conocimiento. Suena como un proceso en el que muchos elementos
están involucrados teniendo la libertad como propósito común. La vida misma
abarca un proceso similar como el vehículo que supone ser tanto el medio como
el fin para la libertad. Hemos dicho muchas veces que la libertad es inherente
a la vida, en el sentido de que la libertad es igualmente el medio para vivir
de manera significante. Para esto tenemos que definir "libertad" y
"significante".
Aunque ambos términos parecen complementarse, podrían querer decir
algo diferente dependiendo de quién los define, y esto a su vez depende de las
circunstancias y límites dentro de los que vivimos. También hemos dicho
frecuentemente que Amor es lo que da sentido y propósito a la vida, mientras
que aquello contrario a los caminos y atributos de Amor niega cualquier
sentido o propósito para la misma. Con estas premisas en mente vamos a evaluar "desierto"
y "tránsito", al igual que "transición" y
"propósito" entre otros términos relevantes en el mensaje que
queremos comunicar aquí. El desierto es un lugar relacionado con aridez,
desolación y algo inhóspito e incapaz de sustentar vida. No podemos vivir en un
desierto a menos que traigamos con nosotros lo necesario para sobrevivir ahí.
El mundo material ofrece mejores lugares y en el que menos queremos o
necesitamos ir es a un desierto, excepto si encontramos en él un oasis o una
versión prominente como aquella que llaman Las Vegas.
Es impresionante lo que pueden
llegar a lograr los deseos materialistas de ego, al punto de construir una
ciudad dedicada a fantasías e ilusiones en medio de un desierto. Da la
impresión de que desafiaran el propósito fundamental que la Torá quiere enseñarnos
sobre el tránsito de Israel en el desierto, el cual era estar más cerca del
Creador y no más cerca de los deseos de ego. El desierto es la ausencia de nada
que invite a nuestra conciencia a desear o poseer, simplemente porque no hay
nada en él. Dejamos atrás los accesorios para una vida cómoda con el fin de
encontrar algo que dé significado a cualquier posesión material que nos
lleve a vivir la vida de la mejor manera concebible. El desierto como la tierra
de nada, del no tener y no desear, se convierte en el escenario como
prerrequisito para comenzar a conocer a Aquel que creó todo y es dueño de todo.
Mientras reflexionamos en esto, comenzamos a darnos cuenta de que como humanos
realmente no poseemos nada, ni en el mundo material ni en el espiritual.
Esto
es fácil de confirmar al saber que no nos llevamos
nada cuando morimos. Dicho de otro modo, debemos tener en cuenta que la única "posesión" es nuestra conciencia siempre y cuando
vivamos con ella en libertad. Esta es una de las lecciones acerca de conocer al
Creador cuando nos "encontramos" con Él en el desierto de Sinaí.
Podemos pararnos ante Él cuando nuestra conciencia esté libre de las ataduras
de ilusiones materiales que llamamos "posesiones" y otras fantasías
creadas por los deseos de ego.
Nuestros Sabios místicos dicen que
tenemos que vaciar la conciencia para dar espacio a las bendiciones de Dios,
las cuales son Sus caminos y atributos para que debemos vivir y manifestar en
lo que pensamos, sentimos, hablamos y hacemos. Esta conclusión se basa en la
cita talmúdica, "El Eterno no está con aquel lleno de sí mismo", ya
que no deja espacio para Él. De ahí que la mayor obstrucción para acercarnos a
Él es la manera en que nos concebimos individualmente, y lo que hacemos con
nuestra vida según esa concepción. Aquí comenzamos a hacernos las preguntas
existenciales clásicas relacionadas con quiénes o qué somos, por qué estamos
aquí, etc. En las respuestas suponemos encontrar de lo que se trata.
La mayoría
de la gente cree que somos el resultado de nuestras circunstancias, y que
actuamos de acuerdo a ellas sin poner objeciones ya que "eso es lo que
hay". Si no estamos contentos con ello, tratamos lo más que podamos de
cambiar las cosas y hacer nuestras circunstancias de acuerdo a lo que creemos
que somos o que "deberíamos" ser. El otro día un periódico mencionó
un nuevo libro acerca de un personaje religioso cuya vida y hechos están
basados en leyendas modificadas o transformadas según los intereses de una
religión en particular. Este libro pretende dar una perspectiva o visión
diferente sobre este personaje en particular, basándose en otras leyendas y en
la propia interpretación del autor, tratando de cambiar un mito a partir de su
propia versión del mismo mito: una mentira a partir de otra. La mayoría de nosotros hacemos lo mismo respecto
a creencias, costumbres, hábitos, y concepciones acerca de cosas y gente; y
estamos (no todos) cambiando a través de nuestras vidas según las
circunstancias y los tiempos.
Debemos asimilar el
"desierto" como un estado de conciencia en el que creamos un espacio
para encontrarnos con el Creador. Para poder entrar en este espacio debemos
reflexionar sobre todas nuestras necesidades en cada aspecto
de la vida, y llegar al conocimiento de que todas ellas son satisfechas por Dios.
Si no asimilamos esto, estaremos de regreso al cautiverio de una actitud ante
la vida que nos subyuga a vivir de acuerdo a las reglas de juego de ego o al
"vive y deja vivir" en el mundo material. Esto es cuando preferimos
retornar a la conciencia de "Egipto" en vez de emprender el tránsito
en el desierto con muchas paradas y giros hasta que vaciemos todos los niveles
de la conciencias para dejar que Dios los llene con la Esencia de lo que
realmente somos.
En este proceso el Amor de Dios nos es revelado en proporción
directa al espacio que dejamos para Él en nuestra conciencia. Entre más vivimos
Amor y manifestamos Amor, más podemos transformar oscuridad en Luz. Nuestros
Sabios dicen que una buena acción es premiada con la oportunidad de hacer otra
buena acción, y tiene sentido porque una vez vemos la Luz y la sostenemos en
nuestras manos podemos iluminar lugares oscuros. También se refieren a la luz
del fuego como algo que damos o compartimos sin perderlo, y ocurre lo mismo con los caminos y
atributos de Amor. Damos Amor sin perderlo.
Entendemos Amor como algo infinito
e inagotable como el Amor de Dios, porque es nuestra Esencia e identidad,
además de ser la fuente y sustento de la vida. Nos damos cuenta de esto cuando
nos encomendamos a dejar atrás espejismos, fantasías e ilusiones de lo que no
somos, y el "desierto" es el espacio vacío en la conciencia donde
este esfuerzo tiene lugar. Aquí es donde estamos ante el Creador, quien nos
dice que somos Suyos y le pertenecemos a Él, y no a las ilusiones de ego. No a
Egipto, no a Las Vegas, no a la sociedad de consumo, no a la cultura
"light", no a la vanidad ni al glamor, no a la futilidad, no a una
vida sin significado.
En el desierto nos encontramos con nuestro Creador y en
el desierto construimos un Santuario para Él, un lugar en lo más elevado de la
conciencia donde tanto nuestro mayor conocimiento de Él como nuestro mayor
conocimiento de nuestra conexión con Él son las principales fuerzas motrices
para afrontar la vida y el mundo material como emanaciones del Amor de Dios.
Para entender y asimilar el conocimiento de la vida y el mundo, primero tenemos
que conocer a su Creador y a Su Amor; y lo hacemos a través de Amor como
nuestro nexo común con Él.
Dejemos atrás nuestro cautiverio
bajo las ilusiones materiales de ego y emprender nuestro viaje individual
interior al lugar donde sólo mora la Verdad de quiénes somos, y que vivamos
siempre en esta Verdad. Este es el legado, herencia y destino de Israel como el
estado de conciencia en el que el Amor de Dios llena cada espacio de quiénes
somos como Sus hijos y pueblo elegido, porque nosotros lo elegimos a Él como
nuestro Padre y como nuestro Rey. Esta es nuestra verdadera Esencia e
identidad, ya sea en el desierto o en cualquier otro lugar, para transformar el
desierto en un campo de vida tal como Él la concibe para nosotros.