Nuestros
Sabios explican las tribulaciones de los hijos de Israel bajo la
pesada esclavitud en Egipto como aprendizaje y proceso de
purificación, como precedentes para afrontar la Presencia Divina.
Hemos dicho muchas veces que la maldad y la negatividad son sólo
referencias para que nuestro libre albedrío tome las decisiones
positivas que nos traen bienestar, prosperidad, y verdadera felicidad
y plenitud. La única manera de hacer elecciones positivas es
teniendo un conocimiento absoluto de lo opuesto a estas.
Por absoluto nos referimos a un minucioso y completo conocimiento de
lo que debemos evitar con el fin de realizar nuestro destino como
individuos y como humanidad. Este enfoque es contrario a un
conocimiento relativo o parcial de lo malo y negativo, el cual
termina justificándolos como una parte “natural” de nuestra
conciencia. El cautiverio en Egipto es el abrumador e insoportable
sometimiento a una concepción materialista de la vida, bajo la cual
ego (el faraón egipcio) es el dios que domina todos los niveles de
conciencia. Cuando nuestro apego a las fantasías e ilusiones de ego
se vuelven insoportables por carecer de verdadero significado o
plenitud es cuando finalmente reconocemos, valoramos y apreciamos los
caminos y atributos de Amor.
El
duro sufrimiento de vivir una vida vana y sin significado es la
oscuridad desde la que buscamos la Luz. La voluntad del Creador es
que seamos completamente felices y plenos como fue concebido
originalmente en el Jardín del Edén, y estamos destinados a volver
a este tomando decisiones positivas, pero ello depende exclusivamente
de nosotros. Es así que entendemos el proceso de aprendizaje
mencionado arriba, cuando el Creador responde a la queja de Moisés
por las tribulaciones de Israel en Egipto: “(…) y Él le dijo,
'Yo soy el Eterno'.” (Éxodo 6:2) porque es Él quien
determina la manera en la que nos presentamos ante Él. Tenemos que
reiterar que el creador nos da libre albedrío para elegir o no Sus
caminos. Nosotros como Su Pueblo estamos destinados a elegir lo que
Él nos encomienda, y en total conocimiento de nuestro
Pacto con Él elegimos Sus caminos y atributos. Estos fueron los que
nuestros Patriarcas vieron en su relación con Él: “Yo
aparecí a [lit. fui visto sobre] Abraham, a [sobre] Isaac, y a
[sobre] Jacob (…)” (6:3)
En
el proceso de aprender del cautiverio bajo las ilusiones
materialistas de ego al final nos damos cuenta que los caminos y
atributos de Amor son nuestra verdadera libertad, porque proceden del
Amor de Dios: “Y Yo os tomaré para Mí como un pueblo, y Yo seré
un Dios para vosotros, y sabréis que Yo soy el Eterno vuestro Dios
que os saqué de debajo las cargas de los egipcios” (6:7) Como
mencionamos en nuestros comentarios sobre el libro del Éxodo (ver
entre 2010 y 2011 en este blog), Moisés representa nuestro más
elevado conocimiento del Creador y Aarón el mayor conocimiento de
nuestra conexión con Él. Estas dos cualidades son las premisas para
relacionarnos con Él: “Que es Aarón y Moisés a quienes el Eterno
dijo, 'Saca a los hijos de Israel de la tierra de Egipto con sus
legiones'.” (6:26) porque ambas son las cualidades que nos
fortalecen para romper con las fantasías e ilusiones materialistas
mediante la conciencia total de los atributos de Amor como las
verdaderas referencias para abordar la vida y el mundo material:
“Ellos son los que hablaron al faraón, el rey de Egipto, para
dejar salir a los hijos de Israel de Egipto; ellos son Moisés y
Aarón” (6:27) Amor está nombrado y destinado a dirigir y
guiar todas las fuerzas que mueven la vida, ego incluido.
El
Amor de Dios nos da vida para fortalecerla con Amor como nuestra
Esencia e identidad, y nuestro mayor conocimiento del Creador nos
autoriza a entronizar Amor como el destinado regente de todos los
niveles de conciencia: “El Eterno dijo a Moisés, '¡Mira! Te He
hecho un amo [lit. un dios] sobre el faraón, y Aarón tu hermano
será tu portavoz'.” (7:1)
Si
en tiempos actuales se nos hace dificilísimo someter el ego a
nuestro albedrío, no podemos imaginarnos cuán duro era entonces
bajo la esclavitud en una sociedad considerada la más depravada de
la antigüedad. En este sentido entendemos la necesidad de “golpear”
al faraón, a los egipcios y a su tierra, no con una o dos, sino con
diez plagas. Sabios místicos explican que cada plaga representa un
paso hacia la “sensibilización” de la conciencia humana mediante
el reconocimiento de que todo proviene del Creador y está
bajo Su control.
Ellos
relacionan sangre con sentimientos cálidos y afectuosos, como
portadora y sustentadora de vida, contraria al agua que es inorgánica
y fría como nuestra actitud materialista y egoísta de la vida. El
río Nilo era y sigue siendo la fuente de vida para Egipto, y los
egipcios recibían su beneficio como algo “natural” y no
proveniente del Creador. Al convertir sus aguas en sangre se vieron
obligados a cavar pozos para beber de ellos. Los sapos también
tienen sangre fría, y saliendo del agua para saltar dentro de hornos
fue otra lección para aprender que, sin importar lo fríos que
lleguemos a ser, debemos atemperarnos en el calor de nuestras casas y
ese calor representa el corazón como Amor. Los piojos como
succionadores de sangre también representan el consumo despiadado de
la fuerza vital por parte del ego para satisfacer deseos
materialistas, también a expensas de otros y de su sufrimiento. Los
animales salvajes representan pensamientos crueles, emociones
dañinas, pasiones destructivas e instintos fuera de control, los
cuales caracterizan los aspectos negativos de la conciencia
instigados por la agenda de ego. La pestilencia es el resultado
de la destrucción que deja el engaño de las fantasías e ilusiones
de ego, al igual que las erupciones cutáneas como efecto del ardor
de los deseos de ego fuera de control. El granizo mezclado con fuego
descendiendo del cielo nos enseña que cualidades opuestas como agua
y fuego pueden coexistir juntas bajo la voluntad del Creador, al
igual que el fuego que arde pero que no se consume y que simboliza Su
Amor.
Las
plagas son lecciones y pasos para someter el ego a la conciencia
superior de Amor, y son recordatorios de que el Amor de Dios es
nuestro Creador. Al ser y manifestar Amor como el regidor y conductor
de nuestra conciencia dejamos atrás nuestro exilio y cautiverio bajo
una vida sin propósito, y abordamos el destino significante y
trascendental que el Creador nos depara. Nuestro Éxodo individual y
colectivo comienza cuando hacemos la elección de abrazar Amor como
nuestra verdadera Esencia e identidad, y al Amor de Dios como nuestro
único Creador y sustento.