domingo, 15 de enero de 2012

En Torno a la Concepción Judía de Ego

Sabemos que el ego es una de las fuerzas motrices fundamentales de la vida humana, junto al intelecto, mente, emociones, pasiones e instintos. Ego en realidad pertenece a una categoría diferente, ya que actúa independientemente de los otros y los usa para realizar su agenda. En este sentido, ego usa los otros aspectos de la conciencia para satisfacer sus "deseos", lo que aquí comúnmente llamamos "fantasías" e "ilusiones" materiales. Nuestros Sabios definen lo que llamamos ego con dos términos intercambiables y complementarios, que son lo que llaman "alma animal" o nefesh y la "inclinación negativa" o yetzer ha'ra. Dicho de otra forma, ellos se refieren al alma animal como la fuente de toda potencial actividad negativa en la conciencia humana. La comparan con un buey salvaje con la fuerza, ya sea para sembrar un campo o para destruirlo, y señalan que su "asiento" es el corazón. Basados en esta alegoría, algunos explican que el alma animal tiene el potencial para la "inclinación positiva" cuando uno logra dirigirla hacia un fin constructivo.

Esto significa que, además de ser una poderosa fuerza motriz, ego puede ayudarnos a destruir o a construir el campo que llamamos vida. En la Torá los personajes que eligieron conducir sus vidas basados en su agenda personal o su "interés", tales como Caín, Jam, Nimrod, Esaú, Labán, y el faraón entre otros, son por definición enemigos de aquello o de quienes cuestionen sus "caminos", incluyendo a su propio Creador. Esta actitud antagonista hacia lo bueno y lo positivo rechaza e inclusive combate el propósito del Amor de Dios en Su Creación, y por extensión la bondad derivada de los caminos y atributos de Amor. Esta actitud negativa convierte la vida en algo vano y carente de sentido, que se asemeja más a estar muerto. Hemos dicho que nuestro discernimiento nos hace entender que la vida es el propósito de la Creación como emanación del Amor de Dios, el cual siempre debe prevalecer a pesar de la oposición de quienes quieren hacer del sufrimiento, el odio, el hambre, el dolor, la enfermedad y la muerte los regidores del mundo material. Amor siempre prevalece porque, como manifestación humana del Amor de Dios, es la verdadera fuente de vida y la fuerza motriz real en la conciencia humana. Todos sabemos, inclusive aquellos que lo niegan, que nadie puede vivir sin Amor.

En este contexto hemos dicho (ver comentarios sobre Bereshit y Noé en este blog) que el Diluvio, la torre de Babel, Sodoma y Gomorra, y Egipto durante el Éxodo, fueron episodios en nuestra historia en los que el Amor de Dios hizo prevalecer la libertad real en aras de los caminos y atributos de Amor por encima de las tinieblas de la idolatría de ego. Debemos percibir lo que ocurrió en aquellos tiempos y lugares no como destrucciones sino como transiciones para hacernos valorar, apreciar y proteger la libertad que sólo Amor nos puede dar. Como individuos y como humanidad hemos padecido más dolor que plenitud en el proceso de aprender lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas.

Parece de veras increíble que todavía sigamos viviendo como en los tiempos del Diluvio, cuando la gente no creía en nada excepto sus ilusiones de ego y vivía para robar a otros o secuestrarlos para adquirir sus posesiones. Hace apenas 70 años más de 55 millones de personas murieron luchando contra la amenaza del totalitarismo como aconteció en los tiempos de la torre de Babel, cuando Nimrod fue emulado por Hitler y los "militantes" fundamentalistas islámicos. Seguimos padeciendo racismo, discriminación, xenofobia, tortura y crueldad como en Sodoma y Gomorra, sin mencionar la depravación sexual e inmoralidad como las de fanáticos religiosos que se "casan" con niñas de diez años de edad. Seguimos viendo tráfico de esclavos y servidumbre forzada en muchos países, en su mayoría islámicos, además de otras formas de esclavitud incluyendo la más conspicua de todas, la sociedad de consumo.

Las primeras cuatro porciones del libro del Éxodo tienen dos personajes centrales que son Moisés y el faraón. Cada uno representa características opuestas. El faraón es la personificación de la actitud egocéntrica ante la vida y el mundo material, mientras que Moisés representa el mayor conocimiento del Amor de Dios en Su Creación. Moisés, el más humilde de todos los humanos que jamás haya existido y el faraón como el más arrogante de todos los personajes bíblicos. Uno, cuyos deseos delirantes pretenden subyugar y explotar todos los niveles y dimensiones de la conciencia, y el otro cuya misión es dirigirlos bajo la conducción de los atributos de Amor. Con estas cualidades contrarias podemos hacernos una idea de quién es quién.

Nuestra tradición oral cuenta que Moisés vivió 40 años en Egipto en el palacio del gobernante de la nación más depravada de su tiempo, 40 años entre idólatras en Midián, y 40 años como el hombre que ha estado más cerca del Creador. Estos tres períodos quieren decir que Moisés vivió transiciones que lo llevarían a convertirse en el elegido para redimir a Israel en Egipto. Esto nos enseña que todos, tarde o temprano, vamos de una etapa a la otra en el proceso de lograr un pleno conocimiento del Creador. En algún punto nos hartamos de una vida vana y sin significado bajo las ilusiones y fantasías de ego. Entonces comenzamos a reflexionar y meditar sobre aquello realmente relevante en la vida, como solían hacer nuestros antepasados pastores cuando cuidaban sus rebaños. Finalmente, cuando logremos vivir libres y lejos de las ilusiones materialistas, estaremos preparados para encontrarnos con la Presencia Divina ocultada bajo tales ilusiones.

Sabios dicen que quienes quieren ser redimidos deben prepararse para la Redención. Dicho de otro modo, como siempre es, la decisión es sólo nuestra. Moisés o el faraón, la Tierra Prometida o Egipto.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.