Uno
de los principios fundamentales que enseña la Torá, y el libro del
Éxodo en particular, es el hecho de que todo emana del
Creador y es sustentado por Él. Comprendemos esto de manera más
profunda cuando nos damos cuenta que somos Su invención y no al
revés. Esto implica que para verdaderamente saber quiénes
somos, primero tenemos que conocerlo a Él. La Biblia hebrea y
nuestros Sabios definen la manera de hacerlo mediante lo que se
llama judaísmo, que es la contribución más importante para la
humanidad desde sus inicios. La vida humana sin una
dirección positiva para obtener resultados positivos no
tiene mucho sentido. No tendría caso sin un verdadero significado,
aunque la mayoría de nosotros en este mundo vivimos haya o no
significado. La vida se presenta como un fenómeno surgido por
accidente, y nacer en un lugar o cultura en particular determina la
mayor parte de nuestro destino, haciendo de la “suerte” un factor
determinante. Una concepción existencialista de ese estilo deja de
serlo cuando encontramos y experimentamos un verdadero sentido de la
vida, y ese es Amor.
Comenzamos
a entender y a conocer la vida y su significado cuando reconocemos
Amor, y no ego, como la verdadera fuerza motriz en la vida. Este es
el punto de partida para conocer al Creador porque todo, incluyendo
Amor, proviene de Él. Nuestra conciencia de Amor es el punto de
partida para conocer Su Amor. El exilio en las tinieblas de Egipto
fue una experiencia negativa debido a la que nuestros antepasados
clamaron por un propósito significativo en la vida. Se trata de un
fundamento de valor para existir en el mundo material. Entonces el
verdadero sentido del exilio y la oscuridad es conducirnos a nuestro
Amor y al Amor de Dios: “Y el Eterno fue ante ellos durante el día
en un pilar de nube para que los condujera en el camino, y durante la
noche en un pilar de fuego para darles luz [para que así
pudieran] viajar día y noche” (Éxodo 13:21) para enseñarnos
que existimos por la gracia del Amor de Dios.
Enseñar
y guiar el ego en los caminos y atributos de Amor no es tarea fácil.
Hemos aprendido que la interacción entre Moisés (nuestro más
elevado conocimiento del Creador) y el faraón (ego) no fue
precisamente “una perita en dulce” como nos lo cuenta la
Torá. Ego exige un mínimo de control sobre la mayoría de los
aspectos de la conciencia, y la falta de ello genera conflicto. Hay
una confrontación entre aquello positivo para pensar, desear, sentir
y experimentar, y las fantasías e ilusiones de ego que no
necesariamente procuran fines positivos y constructivos. Ego vocifera
sus temores cuando no está en control, y solamente cuando se calla
Amor, como manifestación del Amor de Dios, puede dirigir: “El
Eterno luchará para vosotros, pero permaneceréis callados”
(14:14) Nuestro conocimiento de Su Amor debe conducir cada aspecto de
la conciencia (los hijos de Israel): “El Eterno dijo a Moisés:
‘¿Por qué clamas a Mí? Habla a los hijos de Israel y déjalos
que viajen’.” (14:15)
El
Amor de Dios nos dirige cuando nuestra propia conciencia de Amor
también nos guía. Una vez vivamos plenamente el conocimiento del
Creador mediante Su Amor, nos daremos cuenta que este siempre ha
estado desde Su Creación: “El Eterno reinará por toda la
eternidad” (15:18) porque Él ha sido, Él es, y Él siempre será.
Asimilamos ese conocimiento cuando seguimos Sus caminos y emulamos
Sus atributos: “Y Él dijo: ‘Si oyes la voz del Eterno tu
Dios, y haces lo que es propio ante Sus ojos, y oyes atentamente Sus
Mandamientos y guardas Sus estatutos, todas las dolencias que Yo
traje sobre Egipto Yo no traeré sobre ti; porque Yo el Eterno te
curaré’.” (15:26) ya que cuando nuestro conocimiento de Amor
dirige nuestra conciencia, no hay tinieblas ni negatividad porque
también el Amor de Dios está con nosotros.
Seamos
conscientes de que ego debe ser una fuerza motriz complementaria con
Amor, y no opuestos entre sí. Uno de los efectos más devastadores
del sentimiento o sentido de carencia derivados de ego son la duda y
la incertidumbre. En particular si no creemos o sentimos que Amor es
la verdadera esencia e identidad que nos sostiene desde que
nacemos hasta que morimos: “Él llamó al lugar Masá [prueba]
y Meribá [disputa] debido la disputa de los hijos de Israel y porque
pusieron a prueba al Eterno, diciendo ‘¿Está el Eterno o no entre
nosotros’?” (17:7)
Cuando
Amor no está entre nosotros, ¿qué --si no Amor-- está en control?
De estos versículos nuestros Sabios relacionan a Amalek con la duda
y la incertidumbre. Debemos eliminárlas en nuestra conexión y
relación con el Amor de Dios, y también en nuestra experiencia
individual y colectiva con Amor en el mundo material: “El Eterno
dijo a Moisés: ‘Inscribe esto [como] un recordatorio en el
Libro, y recítalo en los oídos de Josué, de que Yo ciertamente
aboliré el recuerdo de Amalek de debajo de los Cielos’.” (17:14)
Como mencionamos al principio, somos criaturas de Dios y dependemos
exclusivamente de Su Amor. En este contexto de hecho
vivimos como resultado de un milagro de Él: “Entonces
Moisés construyó un altar, y lo llamó ‘El Eterno es mi milagro’.
Y él dijo, ‘porque hay una mano en el Trono del Eterno [de
que habrá] una guerra para el Eterno contra Amalek en todas las
generaciones’.” (17:15-16)
Estamos siempre en
las manos del Creador, y de la misma manera que Su Amor nos sustenta,
Su Amor también pelea nuestras guerras contra las fantasías e
ilusiones de ego. Debemos procurar y lograr nuestro mayor
conocimiento del Creador para abolir dudas e incertidumbres que
solamente ego nos hace sentir con su falso sentimiento de carencia.
Cuando tenemos pleno conocimiento de Amor en todos los niveles y
dimensiones de la conciencia, nunca carecemos de nada.
Entre
más vivimos en los caminos y atributos de Amor, más cerca estamos
del Amor de Dios. Nuestros enemigos internos son los rasgos y
cualidades negativas que niegan Amor como nuestra verdadera Esencia,
identidad y propósito en la vida. Estos desaparecen cuando estamos
completamente conscientes del Amor de Dios como causa y efecto de Su
Creación.