Esclavitud
y libertad son dos temas primordiales en el libro del Éxodo, ambos
ligados a nuestra relación con el Creador. Aunque nuestros Sabios se
refieren a la traducción general como esclavitud, señalan que el
término en hebreo sugiere servidumbre o servicio, dependiendo del
contexto en que se mencione. De ahí que podamos servir a Dios ya sea
como Sus sirvientes o Sus esclavos, y la mayoría de nuestros Sabios
prefieren la idea de servicio cuando hay un acuerdo común entre
quien sirve y quien es servido. Al servir, uno tiene un relativo
grado de independencia, y su trabajo es el resultado de lo que eligió
hacer basado en un acuerdo de conveniencia mutua. Esto a diferencia
de la esclavitud que implica servicio o trabajo forzado en contra de
la voluntad de quien provee su labor. Todos conocemos la diferencia,
y debemos resaltar esa distinción para apreciar este período
fundamental de nuestra historia judía.
Esclavitud
o servidumbre se mencionan como maldición cuando Noé sentenció que
Jam serviría a sus hermanos Shem y Jafet, y como profecía revelada
a Rebeca acerca de sus hijos, indicando que el mayor servirá al
menor. Respecto a Jam, nuestros Sabios dicen que su apego a las bajas
pasiones, las emociones negativas y los instintos sin control lo
hicieron esclavo de estos, y ese predicamento también lo hizo
sirviente de aquellos que
tienen mayor capacidad de dominar
los aspectos inferiores de la conciencia. Nuestra tradición oral
cuenta que Jam, el cuervo y el perro fueron los únicos que
transgredieron la orden del Creador de abstenerse de relaciones
sexuales dentro del arca durante el Diluvio. Esaú compartía rasgos
similares que lo destinaron a servir para la conciencia mayor
representada por Jacob. Estos precedentes sobre esclavitud o
servidumbre son referencias claras para examinar el cautiverio de
nuestros ancestros en Egipto.
Aprendemos
de estos pasajes bíblicos que nuestra
identidad define en mayor o menor proporción cómo
ejercemos el libre albedrío, en torno a qué y a quién servimos, o
para qué o para quién dedicamos nuestra vida. En este sentido
comprendemos que la saga del Éxodo comienza con los nombres (shemot)
de los hijos de Israel como sus respectivas identidades. Estos
nombres están mencionados para enseñarnos que nuestra conciencia de
quiénes somos y de dónde venimos determina para Quien y
para qué vivimos en este mundo, ya sea en el exilio o en nuestra
propia Tierra Prometida. Cada pasaje en la primera porción
de Shemot revela dos aspectos de la esclavitud: Entre más
nos asimilamos a una realidad ajena
o contraria a
nuestra verdadera Esencia e identidad, más esclavizamos nuestra
conciencia a valores, patrones y estilos de vida que niegan nuestro
propósito real en este mundo. Irónicamente, como lo hemos venido
diciendo antes, a
partir de las
tinieblas en
la realidad ajena del exilio --equivalente a las fantasías e
ilusiones materialistas de ego-- nos vemos obligados a buscar nuestra
liberación.
Nuestros
Sabios dicen que Egipto es el prototipo de todos los exilios judíos,
y es por ello que rezamos tres veces al día por nuestra redención
de aquel.
A pesar de haber ocurrido hace muchos siglos, seguimos clamando al
Amor de Dios para que nos libre de la servidumbre bajo las ilusiones
del mundo material, derivadas de la conciencia egocéntrica
representada por el faraón. No muchos entre siete mil millones
de humanos podemos alardear de vivir de acuerdo a lo que deseamos o
que nos
guste hacer como trabajo para
sobrevivir. El lema
ideal de “el mejor trabajo es el mejor juego” es un recuerdo
remoto de la infancia cuando cortar el césped, pintar la cerca y
lustrar los zapatos de papá eran los juegos más divertidos,
simplemente porque nos gustaba hacerlo y con cariño. Amor es lo que
nos recuerda nuestra verdadera identidad y razón de la Creación de
Dios, porque no encontramos significado en nada de lo que hagamos o
tengamos si Amor no es su causa y efecto.
Moisés
y Aarón se pararon ante el faraón pidiéndole permiso para que los
israelitas salieran al desierto para un festival en honor a su Dios,
el cual fue negado arguyendo que él no conocía a Dios. Esto porque
el faraón, como personificación del ego, cree que él es su propio
dios. Nuestros Sabios analizan la palabra hebrea para festival
explicando que su raíz semántica significa círculo,
entendido como reunión circular de personas dentro del cual el
Creador está en el centro. Esto nos invita a discernir nuevamente
sobre el círculo y la pirámide como modelos opuestos respecto a
cómo nos relacionamos como individuos y como sociedad. El círculo
rechaza categorías, niveles, castas, superior o inferior, porque
todos somos iguales ante los ojos del Creador, quien nos encomienda
seguir Sus caminos e imitar Sus atributos. Este es uno de los
principios esenciales del judaísmo, y la Torá presenta a los hijos
de Israel como la familia cuyo círculo es la Luz para que las
naciones reproduzcan ese modelo. Este es resultado de los caminos y
atributos de Amor como proyecciones materiales del Amor de Dios, y lo
entendemos al seguir Sus Mandamientos.
Tenemos
nombres que
identifican lo que somos como hijos de Israel donde sea que estemos.
Mientras
mantengamos este conocimiento sabremos por Quien vivimos y para Quien
vivimos. Se trata de una parte fundamental del legado de José para
nosotros, porque él no sólo afirmó que era un hebreo sino que
actuó como tal siendo sirviente y siendo gobernante. La afirmación
de su identidad lo hizo siempre regir en su entorno como
esclavo y como virrey. La conciencia de nuestra verdadera identidad
garantiza nuestra autonomía, y esta libertad interna nos conduce a
la Redención. Todo lo que somos y hacemos con Amor como nuestra
Esencia e identidad es el verdadero servicio que estamos destinados a
realizar. El
Amor de Dios redimió a nuestros ancestros de la esclavitud bajo los
niveles de conciencia inferiores, para hacerlos servir a Él arriba
en lo más elevado de nuestra conciencia donde mora
la libertad real. Desde ahí servimos solamente con nuestro Amor y
por la gracia de Amor como libertad real.
En esta realización no
existe sometimiento a los aspectos negativos de pensamientos,
emociones, sentimientos, pasiones e instintos, porque Amor es nuestra
libertad y
Redención como manifestación material del
Amor de Dios: “Harán guerra contra ti pero no podrán vencerte,
porque Yo estoy contigo, dice el Eterno que te redime” (Jeremías
1:19) y “Días vienen cuando Jacob echará raíces, Israel retoñará
y florecerá, y llenará la faz de la Tierra como fruto” (Isaías
27:6)