La
unidad de Israel como familia de Jacob y como Nación es el
mensaje principal de Vayejí, y debemos tener completo
conocimiento de las cualidades de esta unidad.
Consideremos algunos versículos que nos ayudan a definir tales
cualidades. “E Israel dijo a José: 'Yo
no creí posible [volver a] ver tu rostro; y he aquí que el Eterno
me ha dejado verte a ti y también a tu simiente”
(Génesis 48:11) Nuestros Sabios ponderan el significado del verbo
hebreo traducido aquí como “creer
posible”, el cual se refiere a rezar. Aunque rezar es un verbo
reflexivo en hebreo, en este versículo no está conjugado como tal y
podría indicar un sentido incompleto debido a la tristeza de Jacob
por la desaparición de José. Este breve preámbulo nos lleva a
estimar la totalidad que implica en hebreo el
verbo rezar. Nuestros Sabios enseñan que el rezo como
concentración para elevar todos los niveles de conciencia al Creador
substituyó las ofrendas que nuestros antepasados elevaban en el
Templo de Jerusalén. Pero, ¿por qué rezar es una acción reflexiva
y no una dirigida a Él? Debe ser reflexiva porque
al integrarnos uniendo todos los aspectos y dimensiones
de la conciencia hacia Su Amor, (creemos posible que) logramos
nuestra conexión, unidad y Unicidad con Él. Por lo tanto el rezo
judío es integrarse uniéndose uno mismo con el
Creador, y no un método para convocarlo a que nos conceda lo que
necesitemos, queramos o nos urja para nuestro bienestar personal.
Jacob
estaba interesado y preocupado de que sus hijos no
estuvieran juntos ni unidos en
torno a él y a su legado (Israel como el Pueblo de Dios) y nuestra
tradición oral cuanta que todos ellos juntos le
declararon: “Escucha
Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno (y Único)”
para demostrarle que estaban plenamente conscientes
del verdadero significado
de unidad.
Él los llamó ordenándoles estar
unidos: “Y Jacob llamó a sus hijos, y dijo:
'Uníos vosotros juntos (…). Reuníos vosotros,
y escuchad, vosotros hijos de Jacob; y obedeced a Israel vuestro
padre” (49:1-2) y esta orden es la
premisa, la condición, el prerrequisito, la provisión para que
ellos reciban sus bendiciones. De ahí que nuestros Sabios concluyan
que la bendición de cada Tribu es también la bendición de todas
ellas. Tenemos que reiterar que las Tribus de Israel igualmente
representan rasgos y cualidades de la conciencia, definidas para
hacer cumplir la voluntad de Dios en quienes
somos y en lo que hacemos. Hemos dicho en otros comentarios que José
se convirtió en el Primogénito, Leví en el Sacerdote, y Judá en
el Monarca, como las tres facetas del paradigma de Israel, mientras
que los demás hermanos representan aspectos contribuyentes a aquel.
En
nuestra conciencia ese paradigma integra intelecto,
mente, pensamientos, emociones, pasiones e instintos, junto
con talentos, destrezas, rasgos y cualidades dirigidos a
enriquecer la diversidad existente en la vida. Esta variedad que
vemos en el mundo material nos inspira a ser tan diversos como
creativos en la misión común de proclamar la Presencia Divina como
Su Amor manifiesto en Su Creación. En este sentido el Amor de Dios,
como nuestra verdadera Esencia e identidad, es el paradigma de Israel
para regir como el Soberano conductor y guía de quiénes somos, de
lo que tenemos y de lo que hacemos. Así los caminos y atributos de
Amor son los únicos medios para lograr unidad en nuestra
conciencia como individuos, y consecuentemente unidad como
colectividad en el mundo material.
En
nuestros rezos evocamos el Amor de Dios mediante la elevación de
nuestro Amor por Él, y cuando ambos se unen estamos preparados para
proclamar Su Gloria, la cual llena la Tierra. En el mundo exterior
realizamos nuestra misión de unificar lo que está separado,
arreglar lo que se ha roto, rectificar lo incorrecto, sanar lo que
está enfermo, aligerar lo pesado, desatar lo amarrado, liberar lo
cautivo, dotar lo débil, enseñar al ignorante, reunir a los
exiliados, todo mediante la unidad integradora que es
Amor.
Jacob
bendijo lo bueno que hay en nosotros y lo buenos que podemos llegar a
ser, y sus bendiciones son tales que también se refieren a los
rasgos negativos que amenazan lo bueno como nuestro fin común:
“(…) instrumentos
de violencia son sus armas. Que mi alma no venga a sus maquinaciones,
que mi honor no se junte a sus reuniones; porque en su ira asesinaron
hombres, y en su ímpetu quebrantaron bueyes. Maldito sea su enojo
porque era ardiente, y su ira porque es cruel (…)”
(49:5-7) Hemos dicho frecuentemente que Amor no coexiste con nada
diferente a sus modos
y atributos. Ira y soberbia son inherentes a la violencia. El Amor de
Dios, como estandarte y alma de Israel, no puede asociarse con los
aspectos negativos de la conciencia.
Nuestros
Sabios destacan que la letra hebrea zayin,
que también quiere decir armamento, no aparece en ninguna de las
palabras de la bendición de Jacob para Judá porque en su misión
para proclamar la Soberanía del Creador los judíos no necesitamos
armas, como tampoco las necesita Amor como
manifestación material del
Amor de Dios. Nuestro Patriarca Jacob nos ordena cumplir nuestra
misión como el pueblo judío, y nos dice que Amor es lo que nos
unifica para entronizar la Presencia de Dios en nuestra conciencia
individual y por extensión en todo el mundo.
Las
cuatro porciones finales de Génesis comienzan con José y
terminan con él: “Estas son las generaciones de Jacob: José (…)”
(37:2) y “José murió a la edad de ciento diez años (…)”
(50:26) cerrando el primer libro de la Torá con el Primogénito del
legado de Israel como paradigma del Amor de Dios manifiesto en la
conciencia humana. Catorce capítulos que nos enseñan mediante José
las cualidades de la mayor bendición del Creador para nosotros: Su
Amor.