domingo, 1 de enero de 2012

Vayejí: La Bendición de la Unidad de Amor


La unidad de Israel como familia de Jacob y como Nación es el mensaje principal de Vayejí, y debemos tener completo conocimiento de las cualidades de esta unidad. Consideremos algunos versículos que nos ayudan a definir tales cualidades. E Israel dijo a José: 'Yo no creí posible [volver a] ver tu rostro; y he aquí que el Eterno me ha dejado verte a ti y también a tu simiente (Génesis 48:11) Nuestros Sabios ponderan el significado del verbo hebreo traducido aquí como creer posible”, el cual se refiere a rezar. Aunque rezar es un verbo reflexivo en hebreo, en este versículo no está conjugado como tal y podría indicar un sentido incompleto debido a la tristeza de Jacob por la desaparición de José. Este breve preámbulo nos lleva a estimar la totalidad que implica en hebreo el verbo rezar. Nuestros Sabios enseñan que el rezo como concentración para elevar todos los niveles de conciencia al Creador substituyó las ofrendas que nuestros antepasados elevaban en el Templo de Jerusalén. Pero, ¿por qué rezar es una acción reflexiva y no una dirigida a Él? Debe ser reflexiva porque al integrarnos uniendo todos los aspectos y dimensiones de la conciencia hacia Su Amor, (creemos posible que) logramos nuestra conexión, unidad y Unicidad con Él. Por lo tanto el rezo judío es integrarse uniéndose uno mismo con el Creador, y no un método para convocarlo a que nos conceda lo que necesitemos, queramos o nos urja para nuestro bienestar personal.

Jacob estaba interesado y preocupado de que sus hijos no estuvieran juntos ni unidos en torno a él y a su legado (Israel como el Pueblo de Dios) y nuestra tradición oral cuanta que todos ellos juntos le declararon: Escucha Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno es Uno (y Único)” para demostrarle que estaban plenamente conscientes del verdadero significado de unidad. Él los llamó ordenándoles estar unidos: “Y Jacob llamó a sus hijos, y dijo: 'Uníos vosotros juntos (…). Reuníos vosotros, y escuchad, vosotros hijos de Jacob; y obedeced a Israel vuestro padre” (49:1-2) y esta orden es la premisa, la condición, el prerrequisito, la provisión para que ellos reciban sus bendiciones. De ahí que nuestros Sabios concluyan que la bendición de cada Tribu es también la bendición de todas ellas. Tenemos que reiterar que las Tribus de Israel igualmente representan rasgos y cualidades de la conciencia, definidas para hacer cumplir la voluntad de Dios en quienes somos y en lo que hacemos. Hemos dicho en otros comentarios que José se convirtió en el Primogénito, Leví en el Sacerdote, y Judá en el Monarca, como las tres facetas del paradigma de Israel, mientras que los demás hermanos representan aspectos contribuyentes a aquel.

En nuestra conciencia ese paradigma integra intelecto, mente, pensamientos, emociones, pasiones e instintos, junto con talentos, destrezas, rasgos y cualidades dirigidos a enriquecer la diversidad existente en la vida. Esta variedad que vemos en el mundo material nos inspira a ser tan diversos como creativos en la misión común de proclamar la Presencia Divina como Su Amor manifiesto en Su Creación. En este sentido el Amor de Dios, como nuestra verdadera Esencia e identidad, es el paradigma de Israel para regir como el Soberano conductor y guía de quiénes somos, de lo que tenemos y de lo que hacemos. Así los caminos y atributos de Amor son los únicos medios para lograr unidad en nuestra conciencia como individuos, y consecuentemente unidad como colectividad en el mundo material.

En nuestros rezos evocamos el Amor de Dios mediante la elevación de nuestro Amor por Él, y cuando ambos se unen estamos preparados para proclamar Su Gloria, la cual llena la Tierra. En el mundo exterior realizamos nuestra misión de unificar lo que está separado, arreglar lo que se ha roto, rectificar lo incorrecto, sanar lo que está enfermo, aligerar lo pesado, desatar lo amarrado, liberar lo cautivo, dotar lo débil, enseñar al ignorante, reunir a los exiliados, todo mediante la unidad integradora que es Amor.

Jacob bendijo lo bueno que hay en nosotros y lo buenos que podemos llegar a ser, y sus bendiciones son tales que también se refieren a los rasgos negativos que amenazan lo bueno como nuestro fin común: “(…) instrumentos de violencia son sus armas. Que mi alma no venga a sus maquinaciones, que mi honor no se junte a sus reuniones; porque en su ira asesinaron hombres, y en su ímpetu quebrantaron bueyes. Maldito sea su enojo porque era ardiente, y su ira porque es cruel (…)” (49:5-7) Hemos dicho frecuentemente que Amor no coexiste con nada diferente a sus modos y atributos. Ira y soberbia son inherentes a la violencia. El Amor de Dios, como estandarte y alma de Israel, no puede asociarse con los aspectos negativos de la conciencia.

Nuestros Sabios destacan que la letra hebrea zayin, que también quiere decir armamento, no aparece en ninguna de las palabras de la bendición de Jacob para Judá porque en su misión para proclamar la Soberanía del Creador los judíos no necesitamos armas, como tampoco las necesita Amor como manifestación material del Amor de Dios. Nuestro Patriarca Jacob nos ordena cumplir nuestra misión como el pueblo judío, y nos dice que Amor es lo que nos unifica para entronizar la Presencia de Dios en nuestra conciencia individual y por extensión en todo el mundo.

Las cuatro porciones finales de Génesis comienzan con José  y terminan con él: “Estas son las generaciones de Jacob: José (…)” (37:2) y “José murió a la edad de ciento diez años (…)” (50:26) cerrando el primer libro de la Torá con el Primogénito del legado de Israel como paradigma del Amor de Dios manifiesto en la conciencia humana. Catorce capítulos que nos enseñan mediante José las cualidades de la mayor bendición del Creador para nosotros: Su Amor.

Del Prefacio del Libro

¿Por qué el Amor de Dios, como nuestro Creador, fue escondido por tanto tiempo? Nuestros Sabios místicos hebreos creen que fue ocultado por Sí Mismo para que nosotros lo busquemos, lo encontremos y lo revelemos. Pero, ¿por qué quisiera esconderse como en un juego de niños? No. Nosotros lo escondimos. Fuimos nosotros quienes no quisimos reconocer el Amor de Dios como nuestro Creador.(...) Reexaminemos nuestra memoria ancestral, intelecto, sentimientos, emociones y pasiones. Hagamos que despierten a nuestra verdadera Esencia, captemos la exquisita conciencia del Amor de Dios. La manera en la que está escrito este libro procura reafirmar y reiterar su propósito, por lo tanto presenta su mensaje y contenido en forma reiterativa. Esa es su meta para reinstaurar esta Verdad originalmente proclamada en nuestras Sagradas Escrituras, por nuestros Profetas y Sabios. Nuestro propósito es entronizar el Amor de Dios como nuestra Esencia y verdadera identidad en todas las dimensiones de la conciencia, para así cumplir Su Promesa de que Él habite entre nosotros para siempre.